Viena, la ciudad de las ideas
En un iluminador ensayo el historiador Richard Cockett disecciona magistralmente la vida intelectual de Viena desde el reinado del emperador Francisco José hasta los vieneses exiliados tras la Segunda Guerra Mundial
Si hablamos de la influencia que ciertas ciudades han ejercido en el devenir histórico de Occidente, ¿a qué nos referimos? ¿Al espacio ocupado por estas sobre el territorio? ¿A su disposición urbanística y arquitectura? ¿O, más bien, a las comunidades que estas han albergado? Pues no olvidemos que, para que una ciudad sea ciudad, necesita de una concentración significativa de población, además de contar con otros elementos dados, como los órganos de gobierno, instituciones comunes, etc. Para los espartanos (al menos para la clase plenamente ciudadana de los espartiatas), la polis no era otra cosa que su ciudadanía: no necesitaba de espacios representativos grandiosos, como los erigidos por los atenienses en el Areópago, ni de murallas defensivas, que en la Antigüedad simbolizaban poder y autonomía política. Si decimos, pues, que «Viena creó el mundo moderno», ¿a qué nos referimos? ¿A que nos encontraremos en los Estados Unidos de mediados de siglo un edificio imitando al Hofburg, o inmensos espacios ajardinados destinados al ocio como el Prater? Más bien no. A lo que nos referimos, y que es lo que vertebra el libro que reseñamos, es a los cambios que ideas nacidas en Viena han propiciado en nuestro mundo, y lo han hecho tal y como lo conocemos.
Pasado & Presente (2024). 464 Páginas
Viena. La ciudad de las ideas que creó el mundo moderno
En este brillante ensayo titulado Viena. La ciudad de las ideas que creó el mundo moderno, el historiador y periodista británico, y actual editor de The Economist, Richard Cockett expone, mediante un imponente abanico de conocimientos desplegado con una notable prosa, la tesis de que Viena, tanto en su «edad dorada» en tiempos del longevo Francisco José, como en sus períodos posteriores, fue la cuna de las ideas que han determinado la historia del mundo occidental, y por ende, gracias a la globalización, del mundo entero, tanto para bien como para mal.
Dividido en tres grandes apartados, que bien podría decirse que obedecen a un criterio cronológico (y en parte también geográfico), el autor se adentra en la creación de Viena como ciudad de las ideas desde la llamada «edad dorada» hasta la Primera Guerra Mundial; para pasar, en la segunda parte, a la huella dejada por la llamada «Viena Roja» (incluyendo su destrucción por el fascismo y el nazismo); para dedicar la tercera parte a todos aquellos vieneses que tuvieron que exiliarse de la ciudad que los vio nacer, o criarse, o, únicamente, trabajar. Nombres como los de Joseph Roth o Stefan Zweig, eternos apologetas de la ciudad del Danubio, hallan su hueco, evidentemente, en el volumen, pero Cockett tiene el buen tino de no dejar que estos dos gigantes monopolicen su escrito (objetivo harto difícil, por tratarse de Viena, pero totalmente conseguido), y así poder dejar hueco a otros nombres como los de Friedrich Hayek, Karl Popper o Viktor Frankl, u otros posiblemente menos conocidos por el común como Karl Polanyi, John von Neumann, Abraham Wald, Charlotte Bühler o Ernst Mach. Muchos de estos, además, con origen no solo fuera de Viena, sino fuera de Austria. Checos, eslovacos, húngaros, rumanos e incluso alemanes, como en el caso de la psicóloga Bühler, son considerados vieneses por Cockett, lógicamente no por su nacimiento, sino porque «recibieron su formación en la ciudad y contribuyeron a sus logros intelectuales», además de la importante comunidad judía que, desde 1867, fue trasladándose a Viena desde los confines orientales del Imperio, hasta la Ringstrasse o Leopoldstadt.
El emperador Francisco José, posiblemente uno de los gobernantes menos liberales de cuantos mandaron en Europa, amparó, sin embargo, el orden institucional (y constitucional) idóneo mediante un reinado largo y estable para que se desarrollara una de las culturas más ricas y dinámicas que se han visto en la historia: la cultura vienesa. Afirma Cockett con mucha razón que «hasta los jóvenes atildados como Roth reconocían que, por paradójico que resulte, era el emperador, supuestamente distante y anticuado, quien garantizaba su libertad para poner el mundo patas arriba». No en vano el capítulo primero es el único de los 11 (más la conclusión) que tiene su íncipit en un texto, en este caso de La cripta de los Capuchinos de Roth: «Solo y anciano, distante y como petrificado, y, aun así, cercano a nosotros y omnipresente en el imperio grandioso y colorido, vivía y reinaba el viejo emperador Francisco José».
Literatura, psicología, política, filosofía, matemática, ciencia económica, arquitectura, música, movimientos sociales, cine… La cantidad de nombres que desfilan por las páginas de este libro, y su importancia en las ideas que crearon el mundo moderno, resulta apabullante, pero Richard Cockett demuestra que se puede hacer, y además, bien. Una lectura obligatoria.