‘Cuentos’: Poe en la memoria
En este mes de recuerdos ancestrales y melancólicos ambientes, nos merecemos releer al gran maestro del terror, la tristeza infinita y el amor imposible
Pocos escritores han alimentado tanto el imaginario de nuestro terror colectivo como el bostoniano Edgar Allan Poe (1809-1849), hasta el punto de que tendríamos que preguntarnos si es que tuvo la capacidad de descubrir y canalizar nuestros temores más profundos, o realmente los creó para nosotros. Nadie le puede negar su capacidad de crear un mundo narrativo poderoso y persistente que sin embargo no hay forma de nombrarlo. Tal vez sea la peculiaridad de su apellido lo que impide utilizar un adjetivo apropiado, pues «poético» ya está cogido y otras versiones como «poeiano» «poeiesco» suenan tan raras que ni siquiera aparecen en Google. Y sin embargo, todos tenemos al escritor asociado a un conjunto de imágenes y a una estética característica y personal.
Traducción de Julio Cortázar
Alianza (2010). 640 páginas
Cuentos
Y es que la influencia de Poe en otros creadores es tanta que sería interminable enumerarlos, pero en ella encontramos a figuras tan significativos como Baudelaire, Dostoyevski, Faulkner, Kafka, Lovecraft, Conan Doyle, Maupassant, Mann… y por supuesto Borges y Cortázar. Y esto sin mencionar a los autores estrictamente góticos, un subgénero que sin sus relatos y poesías no creo que hubiera trascendido tiempos y lugares como vemos que ha hecho, hasta el punto de que hoy en día tiene una excelente salud, si se puede aplicar tal término a la negrura de lo decadente.
A pesar de la calidad de su obra y su repercusión posterior, Poe es un autor tradicionalmente desplazado a la literatura juvenil. Yo mismo lo leí a los trece años, en la histórica traducción de Cortázar para Alianza, y recuerdo tanto el impacto que me produjeron sus cuentos como la sensación de lo que me estaba perdiendo entre esas grotescas escenas. No fue hasta más adelante, cuando pude releerlo con experiencia lectora y conocimiento de causa, cuando me di cuenta de que Poe no solo ha creado mundos narrativos, sino que además fue uno de los padres y renovadores de la literatura moderna. Más allá del mito romántico que tan bien encarnó en su vida y en su obra, con sus amadas muertas y sus enfermedades mentales, Poe veía la creación literaria como una técnica precisa y estructurada, tal y como descubre en sus ensayos El principio poético o Filosofía de la composición. En la época del artista inspirado y genial, fue un obsesionado por la estructura narrativa, fría y calculada, así como de la perspectiva psicológica.
Tal vez sea Poe el escritor que primero se aventuró en el complicado juego de espejos que constituye el auténtico narrador intencionado: el que pretende tergiversar la realidad, pero su propio inconsciente le traiciona. Tanto en «El gato negro» como en «El corazón delator» o «Berenice» el protagonista intenta convencernos de unos hechos en los que se muestra como víctima, pero el lector atento descubrirá el engaño que el personaje le hace y se hace a sí mismo. Estos relatos, breves y macabros, describen al mismo nivel tres planos paralelos entre lo que el narrador intenta ocultar lo que sucedió en realidad pero al final termina revelando lo que ni él mismo conoce. Tendremos que esperar un siglo, hasta la llegada de otro autor muy emparentado con él, William Faulkner, para encontrar un maestro de la perspectiva tan certero.
Y si Poe ha sido el mejor hacedor de nuestras pesadillas, también ha sido el creador del detective moderno. Muchas veces se nos olvida que con Auguste Dupin, protagonista entre otras de la inolvidable «Los crímenes de la calle Morgue», Poe inaugura la figura del detective deductivo e intelectual, que descubre los casos misteriosos gracias a las pistas que encuentra en su camino y que más adelante compondrá un equipo con figuras tan célebres como Sherlock Holmes o Hercule Poirot. Y no solo eso, puestos a buscar inauguraciones genéricas, la pluma de Poe nos lleva a viajes que en su época bien podrían considerarse de ciencia ficción como, entre otras, su única novela, Las aventuras de Arthur Gordon Pym.
Hoy en día no tiene sentido reivindicar a Edgar Allan Poe, pues su presencia en todas las capas culturales está más que consolidada, pero tal vez nos puede ayudar a recuperar el valor de todos los géneros que él frecuentó y que en ocasiones está relegados a, como mucho, buena literatura juvenil.