El misterio de los cuatro instrumentos Stradivarius del Palacio Real
Los 'palatinos', dos violines, una viola y un violonchelo que llegaron a Madrid hace 250 años, son los únicos concebidos por Antonio Stradivari para ser tocados juntos, como una unidad de sonido
Se cuenta que, en las noches de luna llena, Antonio Stradivari, nacido en 1644 en la ciudad italiana de Cremona, paseaba por los bosques de Val di Fiemme con una antorcha para observar los abetos rojos. Cuando descubría uno con un porte sobresaliente, arrancaba un trozo de la corteza y golpeaba el tronco con un pequeño martillo para escuchar con atención el sonido de su golpeo. Si le convencía el resultado, ordenaba talar el árbol y trasladar el tronco a su taller.
El lutier instaló su propio taller y comenzó a innovar, fabricando violines más estrechos y alargados que favorecieron un sonido más puro y penetrante. Asimismo, la densidad de la madera y un barniz especial contribuyeron al aumento de la vibración y perfección sonora.
Sin duda, Antonio Stradivari alcanzó la perfección que ha sido motivo de meticuloso estudio a lo largo de las décadas, particularmente en lo que atañe al fenómeno de la sonoridad. Únicamente se les reconocen a sus violines las cualidades de todos sus predecesores en un único instrumento: fuerza, dulzura, poder y expresión musical. Es por ello que numerosos reyes de Europa, entre ellos Carlos II de España, le encargaron instrumentos.
Las «maravillas palatinas»
Hoy en día, tan solo se conservan once únicas maravillas de Stradivari: los cinco de la Smithsonian Institution (los violines Greffhule, Ole Bull, Hellier y Sunrise, así como la viola Axelrod), el violín Potter del Museo Ashmolean de la Universidad de Oxford, el violín Rode de un coleccionista privado y, como no podía ser de otra manera, el conjunto de dos violines, viola y violonchelo del Palacio Real de Madrid, los llamados españoles, palatinos o de la Colección Real.
Ahora, los Stradivarius Palatinos vuelven a salir de sus vitrinas para «tomar vida» en manos de los músicos. Eso sí, lo hacen bajo estricta vigilancia de 24 horas y para celebrar el inicio de la temporada musical 2022 de Patrimonio Nacional: los próximos conciertos se celebrarán el 19 de mayo (Cuarteto Brentano), el 20 de octubre (La Spagna y José Luis Gómez), el 16 de noviembre (Guillermo Pastrana) y el 24 de noviembre (Cuarteto Cosmos), todos en el Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid.
Para dar inicio a los conciertos conmemorativos, los dos violines, una viola y un violonchelo que llegaron a la corte española hace 250 años se unieron para entonar un concierto del Cuarteto Mandelring, que ha sido celebrado en el Salón de Columnas del Palacio Real, situado en la Plaza de Oriente. «Tocar estos instrumentos es un momento increíble. Las pocas veces que salen de sus vitrinas, su voz es única», explicaba unas horas antes Bernhard Schmidt, violonchelista del experimentado conjunto alemán y profesor de música de cámara en la Universidad de Nuremberg.
Según Schmidt, más allá de cuestiones simbólicas, como estar fabricados por el mejor luthier de la historia entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, las piezas firmadas por el cremomense tienen una calidad de sonido muy especial y para las grandes salas ofrecen la mejor sonoridad.
Instrumentos que mueren si no se tocan
Existe un debate sobre si estas joyas con decoración renacentista y elaboradas con pasta de ébano, marfil y tinta china deben mantenerse guardadas como piezas de museo o deben utilizarse. La jefa de servicio de traslados de obras de arte de Patrimonio Nacional resuelve el debate: «Al ser instrumentos musicales hay que tocarlos, porque si no, mueren. Cogen vida cuando los tocan los grandes músicos que vienen aquí».
Sin embargo, para poder tocarlos hay que seguir un estricto protocolo en el que participan ella misma, otro conservador de Patrimonio y dos guardas de seguridad, todos ellos presentes en la sala del Palacio Real donde el Cuarteto Mandelring ensaya y toca. Los instrumentos solo salen de sus vitrinas cinco o seis veces al año (para ensayos, conciertos, revisiones e investigaciones) y siempre tras haber cerrado la sala a los visitantes.
Para poder moverlos, hay agarrarlos con firmeza y sin guantes (igual que los tocan los músicos) y evitar cualquier contacto que pueda provocar un daño o una marca en su madera. «Mi equipo y yo llevamos un protocolo muy estricto para que dos siglos después estas obras de arte sigan en el mismo excelente estado de conservación», recalca la jefa de traslados.
Una viola perdida en la Guerra de la Independencia
Quedan unos 600 instrumentos en el mundo firmados por el italiano Antonio Stradivari (1644-1737) o algunos miembros de su familia, pero solo los cuatro palatinos fueron creados como unidad, no como piezas sueltas. En realidad inicialmente eran cinco, pero las dos violas del conjunto fueron expoliadas durante la Guerra de la Independencia. Una de ellas, la contralto, pudo ser recuperada y comprada por el Estado español en 1951 a la empresa británica de violines Hill&Sons, que tiene una de las colecciones más importantes de Stradivarius del mundo, pero la otra viola (en tesitura tenor) está perdida.
Su llegada a Madrid se produjo porque el propio Antonio Stradivari los ofreció a Felipe V, que visitaba Cremona en 1702, pero la precipitada vuelta del primer Borbón al estallar la guerra de la Independencia frustró el traslado de los instrumentos. Su hijo Carlos III adquiriría estas joyas setenta años después para su sucesor, Carlos IV.