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Ensayo de 'Siegfried' en el Festival de Bayreuth

Ensayo de 'Siegfried' en el Festival de Bayreuth

'Sigfrido', un tercer triunfo de voces en Bayreuth para un 'Anillo' condenado

De nuevo conviven abucheos y ovaciones en el estreno de la tercera parte de la tetralogía del Anillo del Nibelungo en el Festival de Bayreuth, que con Sigfrido actualiza la composición de Wagner

El Festival Richard Wagner de Bayreuth ha vibrado de nuevo con la batuta de Cornelius Meister y las voces del Sigfrido, la tercera pieza de un Anillo del Nibelungo que en lo escénico parece abonado al abucheo.

Andreas Schager, como el héroe que no conoce el miedo y forja su propia espada, junto Arnold Bezugen, el incompetente Mime, la Brunilda Daniela Köhler y Alexandra Steiner, el Pájaro del Bosque, colmaron las ovaciones del estreno.

Bayreuth dio asimismo rango de héroe al polaco Tomasz Konieczny, ahora en el papel del Caminante, recuperado tras el aparatoso accidente sobre el escenario sufrido en La Valquiria, el pasado martes.

Se le brindó una de esas ovaciones que el templo wagneriano dispensa no tanto a los méritos interpretativos, sino al coraje. Konieczny, el Wotan de la anterior pieza del Anillo, había aguantado hasta el final el segundo acto en La Valquiria, pese a la caída sufrida al quebrarse bajo su peso una silla. Fue reemplazado para el tercer acto por Michael Kupfer-Radecky. Y regresó hoy pletórico para la siguiente etapa de un Anillo tortuoso, no solo por incidentes técnicos.

La trasgresión de los mitos wagnerianos de que hace alarde el director de la producción, el austríaco Valentin Schwarz, empezaron a impacientar a Bayreuth en el estreno del Oro del Rin.

Revisionar a Wagner no gusta en el templo del compositor

Con La Valkiria hubo abucheos furiosos al sistemático cambio de roles que impone a los personajes: Siglinda no engendra un hijo con su hermano, sino aparentemente de Wotan; el organigrama de muertes y traiciones tampoco responde a lo conocido. Que Schwarz presente una nueva perspectiva para los mitos de Wagner no deberían enfurecer a Bayreuth, puesto que el sentido de un estreno es «adoptar» nuevas visiones.

Pero en el caso del austríaco, debutante con 33 años en Bayreuth, la innovación o desafío declarado de antemano consistía en llevar a Wotan, Brunilda, Sigmundo, Sigfrido y restantes mitos al terreno de una saga familiar en decadencia.

La idea es, como en una dinastía televisiva, dejar al público expectante ante lo que encontrará en el siguiente capítulo, que no debe responder a la trama conocida. El público debe estar dispuesto a dejarse sorprender. Es decir, aceptar el ejercicio adicional de tratar de adivinar a dónde quiere llevarle el director y por qué.

El hilo empezó a perderse con El Oro, donde el metal codiciado se personifica en un niño malcriado; hubo escenas algo reparadoras con la segunda pieza, con unas hilarantes valkirias (un grupo de ricachonas recién salidas del «lifting»).

«Sigfrigo» arranca del sencillo hogar de Mime, con una habitación infantil preparada para celebrar el cumpleaños del niño. El héroe crece, repara su espada –en realidad, su muleta– y parte como un proscrito sin techo en busca de su destino.

Es un proscrito desaliñado y tosco, pero capaz de enamorar, como se demuestra en el segundo acto, probablemente el mejor logrado del ciclo. Pero ello no fue suficiente para rescatar al conjunto de la pieza de los abucheos que persiguen a la producción de Schwarz.

EL DESAFÍO DE LA TEMPORADA EXTRAORDINARIA

El Anillo era el plato obviamente fuerte –como siempre lo es el estreno de la tetralogía en Bayreuth– de una temporada anunciada como extraordinaria. Contra la norma de la casa desde los años 50, consistente en un único estreno por temporada (o incluso ninguno), se había programado para esta edición uno adicional, junto al del Anillo, para la inauguración del festival, el 25 de julio.

Fue con un Tristán e Isolda concebido en apenas unas semanas por Roland Schwab, bastante minimalista, pero acogido por el público de Bayreuth con grandes ovaciones, en este caso no solo a los solistas o la batuta de Markus Porschner, sino al conjunto de la producción.

El Tristán exprés se ganó aprecios, todo lo contrario de lo que le ha ocurrido al costoso Anillo, cuyo estreno se había postergado dos temporadas: la de 2020, porque se suspendió el festival en plena pandemia, y la de 2021, ante los riesgos derivados de posibles nuevas restricciones.

El viernes se cerrará el ciclo con el Ocaso de los Dioses. Es difícil de imaginar un rescate o «reparación de daños» de última hora, en la pieza final, a la luz de los abucheos crecientes de las anteriores tres piezas.

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