El musical en Madrid o la butaca de la eterna juventud
«El Principito», «Grease», «Ghost», «Golfus de Roma» o «El Rey León» devuelven a la niñez al espectador
En la dedicatoria de El Principito, el autor le escribe a su amigo León Werth: «Todas las personas mayores fueron al principio niños». Es como si todos esos mayores que fueron niños pudieran volver a serlo en la temporada de musicales que se avecina (y que ya está en cartel), igual que si fuesen aviadores perdidos en el Sahara (en la vida) que encontraran a un pequeño príncipe que les hablase de asteroides y de rosas o de árboles baobabs.
Uno puede ir al mismísimo principito para encontrar a Saint Exupéry en el Rialto de Madrid en Antoine, una historia desordenada del aviador y escritor francés. Si se hace un poco más mayor puede volver al instituto Rydell y ser un T-Bird o una Pink Lady y cantarle a Sandy o a Danny o ponerse de morros como Rizzo en el Nuevo Teatro Alcalá.
O quizá pasarse por el Lope de Vega y llevar una vida jipi cantando Hakuna Matata con Pumba y Timón, que después de cinco años de éxitos van camino de imitar a los gatos habilidosos del viejo Possum, de T.S. Eliot, puestos a bailar por Andrew Lloyd Webber en Cats. Son los musicales de la eterna juventud, donde también se puede volver a ser golfo (o golfus) de Roma (A Funny Thing Happened on the Way to the Forum, en el original) sin saber, ni falta que hace, que se transita por las farsas de Plauto.
Sátira y enredos en la antigua Roma a cargo, esta vez, de Carlos Latre, en un musical con casi sesenta años de edad. Cuántos mayores pueden volver a ser niños, o bailarines, cantantes, pianistas en la escuela de la calle 46 de Nueva York: Leroy, Coco, Bruno, Danny, Jesse, Julie en el teatro Apolo… Y ser el fantasma que levanta monedas con los dedos cuya única alternativa es una médium para salvar a su amor y terminar de morir para marcharse para siempre en el teatro EDP Gran Vía.
Así se preguntaba Queen quién quiere vivir para siempre, cuyas canciones y época regresan para volver a sacudirnos. Porque Freddie Mercury vive para siempre, como Sam, como Danny Zuko. Igual que el esclavo Pseudolus: «Nada con reyes, nada con coronas; ¡Trae a los amantes, mentirosos y payasos!».
«Únicamente los niños saben lo que buscan. Pierden el tiempo con una muñeca de trapo que viene a ser lo más importante para ellos y si se la quitan, lloran», dijo el principito.
Pero «no sufráis, niñas, no sufráis…», decía Shakespeare (cuando también fue musical), «… que el hombre es un farsante: un pie en la tierra, otro en el mar…». Hay que «abrir la ventana solo por placer» como decía el principito, «y tus amigos quedarán asombrados de verte reír mirando al cielo». O a un musical.