Entrevista a 'El Brujo'
«Hago teatro para celebrar que estamos vivos»
Acaba de estrenar la obra Los dioses y Dios que pasa a formar parte del equipaje con el que viaja por los teatros de España. En ella nos dice que todas las búsquedas son una sola búsqueda, que todos los dioses tienen una misma voz
El Brujo recorre los relatos de los hombres, la búsqueda que hacen estos del Infinito, la historia de ese Infinito entre ellos. Y en esa amalgama el juglar da con los acontecimientos que merecen la pena ser contados, porque nos acercan un poco más al misterio de la vida. Pero cuando parece ser tocado por las cuerdas graves de su voz, el cómico hace un repelús a la realidad y se ríe de ella; no para burlarla, sino para seguirla poniendo a prueba, sabiendo que el humor es una de las más altas vías de conocimiento.
–Y en ese ir y venir del pasado al presente, de lo profundo a lo superficial, de la tragedia a la comedia, atisbamos el relato siempre antiguo y siempre nuevo que roza el sentido de las cosas...
–El mensaje que yo quiero transmitir es el mismo en todas las obras, sea la Odisea o El Evangelio según San Juan; el objetivo de mi trabajo con todos los textos es el mismo. El teatro para mi ahora es sencillamente un instrumento de comunicación con el público, pero no de comunicación verbal. La comunicación verbal, intelectual, incluso estética, es un pretexto para una transmisión de energía, para un compartir con el público, para llegar a un estado de comunión donde juntos, de forma alegre y festiva, compartamos el sentimiento de estar vivos y celebremos la vida
–¿Cómo conjuga este gusto por la vida con los «a prioris» de que la religión sea la culpable de que la existencia humana sepa a ceniza?
–Mi sentido religioso viene de mi experiencia con la vida y de la transformación de ese sentimiento con las experiencias, la madurez, las lecturas y los aprendizajes. Es algo que te viene, que te toca. Yo, a esta edad, con esta trayectoria podría estar centrado en otros intereses, en otra forma de ver el mundo, como muchos compañeros a los que aprecio y quiero mucho, pero con los que no puedo hablar de estos temas. Valle-Inclán era muy religioso, pero no convencionalmente religioso, por eso aparentaba ser el gran heterodoxo del siglo XX español. No lo entendían, ni los religiosos tradicionales, que le consideraban blasfemo e irreverente, ni lo entendían los que se creían de su bando. Esto es muy curioso. Esto pasa en la vida. Me viene desde que soy niño. Lo que pasa es que luego quedó sepultado ¡Tengo un hijo que va por ese palo también! Un día cuando tenía 9 le pillé en el campo abriendo una fuente y lavándose las manos cada diez minutos mientras jugaba. Le pregunté por qué lo hacía y me dijo «para mantener el recuerdo de Jesús en la mente mientras juego». No dijo para que Jesús me proteja. Dijo una frase yóguica: dijo que la mente durante la actividad debe estar impregnada de la presencia del espíritu, porque la actividad te enreda y te distrae. Dijo justo lo que dice Krhisna: «Lucha y pelea con la mente absorta en mí».
En toda la literatura sagrada hay una constante repetición de fórmulas porque su objetivo no es distraer, no es vender, tener éxito o sorprender, eso no forma parte de la literatura sagrada, lo que pretende es recordar la verdad, transmitir la verdad
–Usted parece parafrasear esa sentencia cuando se sube a las tablas y relata y ríe con la mente absorta en el Misterio. Todas sus representaciones le buscan, pero en cada una se viste de hombres diferentes, de culturas distintas, de épocas alejadas entre sí para provocar en el público un conocimiento y afecto grande por esos textos y nombres propios, pero preguntándose siempre por lo mismo ¿Qué hay detrás del telón?
–La verdad necesita ser muchas veces repetida porque la mente es inclinada al olvido de la verdad. En la literatura sagrada esto es una constante: la reiteración y la música repetitiva. La verdad es siempre nueva en cada instante, porque en cada instante tú estás inmerso en la vida, que es la verdad, y cuando conectas con esa fuente, ya estás ahí. Se puede decir de muchas formas, pero siempre estás diciendo lo mismo, y a la vez eso que es lo mismo es siempre diferente. Y en toda la literatura sagrada hay una constante repetición de fórmulas porque su objetivo no es distraer, no es vender, tener éxito o sorprender, eso no forma parte de la literatura sagrada; lo que pretende es recordar la verdad, transmitir la verdad. No somos creadores, el único creador es el Hacedor, es esa fuerza que viene a través de nosotros y si tú eres instrumento de esa fuerza, esa fuerza crea a través de ti. Por eso, no importa repetir 500 veces la misma cosa, un mantra se repite millones de veces durante toda una vida. Una vez que tú lo experimentas como algo vivo es una verdad constantemente renovada.
–Es curioso que un hombre de teatro nos hable de la verdad ¿es que acaso podemos conocerla?
–El problema es que la mente complica las cosas, y los teólogos son intelectuales que escriben libros, pero a veces la experiencia directa de la verdad de una persona sencilla es mucho más genuina que la de una persona muy cultivada. De lo que se trata no es de saber mucho acerca de Dios, sino de experimentar la divinidad. Eso es lo que realmente nos interesa, lo que pasa es que caemos en la trampa de dar la charla, pero lo realmente interesante es experimentar la verdad, experimentar a Dios. Y esa experiencia en cada uno de nosotros es distinta y única, aunque podemos decir después que es la misma experiencia porque nos entendemos, esencialmente.
–Acaba de estrenar la obra Los dioses y Dios que pasa a formar parte del equipaje con el que trota por los teatros de España. En ella nos dice que todas las búsquedas son una sola búsqueda, que todos los dioses tienen una misma voz. Pero para ello invita al espectador a hacer uso de la potencia de su espíritu, a agudizar el alma, a trascender el cuerpo…
Todas las limitaciones, esclavitudes y dependencias del cuerpo son de la mente. Una vez que se libera la mente de esos apegos, el cuerpo es sencillamente un instrumento de la naturaleza, un instrumento divino, como una flor, algo que nace, está y tiene su ciclo, pereciendo cuando le toca. Tanto la afirmación vehemente del cuerpo como la negación del cuerpo para adquirir la supuesta espiritualidad es un conflicto que no se ha resuelto, esta dualidad y confusión vive en la mente. Como decía San Francisco de Asís: «pobre hermano asno, el cuerpo, qué mal lo he tratado, voy a darle un regalillo antes de morir». Y el regalillo fue que los ángeles vinieron y le tocaron una música que le gustaba mucho, y se deleitó, y se dijo «tampoco hay tanto problema en el deleite». Los indios son muy sabios; han pasado por esto ya desde hace mucho, conocen todos esos vericuetos y los explican muy bien; en occidente tenemos el misticismo, la experiencia religiosa y la divinidad muy mezclada con el coco, que da muchas vueltas. La mente no se silencia, el barullo sigue…