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La atleta española Elena Congost, desposeída de la medalla de bronce en la final de la maratón T12 femeninoEFE

Las hazañas de los héroes paralímpicos de París que conmueven al mundo

La conclusión de los Juegos deja historias inspiradoras e imágenes que inundan las redes de deportistas de alto nivel con graves discapacidades

La lluvia parisina trajo los Juegos Olímpicos y se llevó ayer los Paralímpicos. La ceremonia de clausura, celebrada anoche en el estadio de Francia con 80.000 personas en las gradas, transcurrió pasada por agua y con unas temperaturas inusualmente bajas para esta época del año. Pero nada pudo enfriar la calidez compartida por público y atletas, la contagiosa emoción de una ceremonia que será recordada como la más emotiva en la historia de Saint Denis.

Aunque París ya había acogido la Olimpiada, hace ahora un siglo, es ésta la primera vez que ha organizado los paralímpicos y el público se ha volcado no solo con los azules. Decenas de miles de personas en pie recibieron ayer a los abanderados, con sus sillas de ruedas, sus piernas ortopédicas, en unos aplausos en los que era fácil adivinar el reconocimiento a los extraordinarios momentos de competición al máximo nivel que han ofrecido estos días en París.

Y al tiempo que se aplaudía su fortaleza física y mental, su destreza deportiva, parecía que se alaba su resiliencia, pasión y determinación de muchas de las formidables historias de superación de estos nuevos héroes, todas las emociones que han sido capaces de provocar. Vinieron a París como completos desconocidos, como deportistas discapacitados y se vuelven como héroes, como modelos de vida.

Acostumbrados a tener muy pocos espectadores, muchos han vivido por primera vez el fervor, el entusiasmo de una afición en estadios a rebosar en lugares emblemáticos o históricos. Algunos no tienen piernas ni brazos, pero lo que no pierden, con o sin medalla al cuello, es la sonrisa y la extraordinaria gratitud por la vida. Su actitud es reconocida hoy en la prensa francesa que añora los juegos y en los cientos de miles de comentarios que cosechan en redes sociales.

Si el joven francés Léon Marchand fue el rey de la piscina en las Olimpiadas, el título ha recaído en los paralímpicos en el brasileño Gabriel Araujo, Gabrielzinho. Sin duda una de las estrellas de los juegos de París. Y no solo por sus tres oros, también por su carisma y alegría. Siempre dispuesto a bailar pese a las graves malformaciones congénitas en todas sus extremidades y su escaso 1,20 de estatura. La natación es la prueba que deja más desnudos a los atletas, más en evidencia sus cuerpos y quizá también sus almas y muestra cómo la actitud encuentra su camino cuando todo lo demás está en contra.

Jincheng GuoEFE

Imposible olvidar la extraordinaria victoria del nadador chino Jincheng Guo, una de las grandes hazañas deportivas de París, no solo por su récord mundial, también por su innovadora técnica empleada. La piscina ha dado momentos extraordinarios, tanto dentro del agua como fuera. Imposible olvidar otros episodios en que nadadores que parece que podrían ahogarse si se caen al agua resultan ser ninfas, aquellos que llegan cerca del bordillo con su perro guía o los que necesitan ser levantados como si fueran bebés para celebrar sus victorias.

Momentos extraordinarios se han vivido en competiciones tan, a priori, poco dadas al entusiasmo como la boccia, una especie de petanca de la que ha salido la indiscutible reina de esta competición, la joven de 22 años Auirelie Aubert ¿Cómo imaginar que miles de personas iban a llorar viendo una competición de petanca entre atletas en silla de ruedas? Esto es lo que ha conseguido esta joven de 22 años, aquejada de parálisis cerebral por falta de oxígeno al nacer y abandonada por sus padres.

Primera medalla de oro en un deporte tan querido en Francia, le cupo ayer el honor de apagar la llama olímpica en un estadio rendido ante su historia y su actitud. «Me he divertido mucho en estos Juegos. Nunca me quejo, siempre hay algo más serio que uno mismo. El deporte me ha dado confianza». Su final ganada contra la número dos del mundo fue mágica porque las lágrimas que corrían por sus mejillas, y un poco también por las de su asistente y enfermera, Claudine Llop, aparecieron también en todos los que veían la competición.

Con permiso del campeón olímpico Novak Djokovic, no ha habido lágrimas más conmovedoras en Roland Garros este verano que las de algunos de los campeones de tenis en silla de ruedas. Los dos oros del jovencísimo Niels Vink, en individual y en doble en su categoría, vinieron acompañados de un mar de lágrimas ante la forma de jugar de este joven holandés sin extremidades inferiores. La Philippe-Chatrier ha vivido otros momentos memorables. No solo han dejado huella las sillas de ruedas en la tierra batida más emblemática del mundo. El japonés Tokito Oda se ha convertido en el campeón de tenis en silla más joven de la historia. Lo celebró «a lo Nadal», tirándose en la pista. Solo que para ello tuvo que desmontar inopinadamente las ruedas de su silla y dejarse caer hacía atrás. Una imagen para el recuerdo.

Uno de los momentos preferidos de la afición local lo ha dado el fútbol para ciegos. Si España le arrebató el oro al equipo anfitrión en fútbol, en la paralimpiada los azules se han hecho con el podio en un partido inolvidable al pie de la Torre Eiffel ganando a la selección argentina por penaltis. Los partidos se disputan con las gradas llenas pero en silencio para que los jugadores puedan oír el cascabel de la pelota y el sonido del metal con el que se toca la portería en las faltas máximas y que orienta a los futbolistas. Del silencio total a la explosión. París era una fiesta.

WoodhallEFE

Y como estamos en París, ha sido especialmente celebrada la historia de amor más comentada de estos juegos. La protagonizada por el matrimonio Woodhall. Ella ganó el oro en salto de longitud en los Juegos Olímpicos y fue corriendo a abrazar a su marido presente en la grada para mostrar su apoyo. Un par de semanas más tarde, en el mismo estadio, él se hizo con el oro en 400 metros y se repitió la escena, pero a la inversa.

La llamada campana de los campeones la han hecho sonar estos días en el estadio atletas que han superado accidentes de tráfico, enfermedades graves, malformaciones congénitas… Una joven norteamericana que perdió su pierna por el ataque de un tiburón. Hay historias que tienen que ver con guerras o con negligencias médicas. Es el caso de la gallega Desiré Vila, con una envidiable actitud ante la vida, como la de tantos paralímpicos españoles que han demostrado en París su espíritu competitivo y coraje, desde Judith Rodríguez a Teresa Perales. Y lo han disfrutado.

«Ha sido inolvidable. En Tokio los estadios estaban vacíos. Recuerdo que un compañero ganó una medalla y nos reunimos tres con mascarilla en una sala para celebrarlo», rememora para El Debate, la triatleta y campeona paralímpica Susana Rodríguez. «Por supuesto que venimos a competir y no a participar. Vamos a por todas, pero creo que hay más sentido del compañerismo fuera de la pista. Nos preguntamos por nuestras prótesis o nos damos consejos», señala Vila.

Este envidiable espíritu se vio ayer empañado por la decisión de los juegos de quitarle el bronce a Elena Congost, cuya actitud para socorrer a su guía es incluso comentada hoy por la prensa francesa. Madre de cuatro hijos y atleta profesional, el Comité Paralímpico Español, ha decidido mantener la beca que lleva aparejada la medalla. Cabe preguntarse si no habrá alguna empresa capaz de reconocer en forma de patrocinio ese «instinto tan humano que te sale cuando alguien se está cayendo. Por ayudar, por cogerlo y aguantarlo», dijo ayer entre lágrimas al conocer la sanción que le privaba del podio. Sin duda, lágrimas merecedoras ya no del bronce, sino del oro.