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Mourinho ha dejado de ser entrenador de la Roma

Mourinho ha dejado de ser entrenador de la RomaGTRES

José Mourinho y la maldición de las terceras temporadas que empaña los títulos previos

  • Su despido en la tercera temporada, tal y como le ha pasado más veces en su carrera, vuelve a traer acalorados debates sobre su figura

  • La Roma despide a José Mourinho

En Roma, ciudad de emperadores y de reyes, de conquistadores y de genios, la llegada de José Mourinho fue vista como la de un Mesías que vino a salvarles y a devolverles a un estatus digno del primer nivel europeo. La reputación del entrenador portugués en Italia, después de conquistar el triplete con el Inter Milán en 2010, no podía ser mejor. Que eligiera la Roma como siguiente paso en su carrera fue motivo de orgullo para los miles de aficionados que abarrotaron el aeropuerto esperando su llegada.

La Roma es uno de esos clubes presos de las expectativas. Donde la masa social, por así decirlo, cree que su club es más grande de lo que realmente es. Cualquier aficionado del equipo de la capital de Italia te hablará de su club como uno de los grandes del continente, repleto de historia y éxitos. La realidad, sin embargo, les lleva la contraria.

En junio de 2021, cuando se produce la llegada de Mourinho a la Ciudad Eterna, el palmarés de 'La Loba' –término con el que se refieren al equipo– era el siguiente: tres ligas italianas, nueve copas de Italia, dos supercopas italianas y, a nivel europeo, una solitaria Copa de Ferias en 1961, un torneo muy menor. Alejado del palmarés de los grandes clubes italianos –Milan, Inter, Juventus– y muy, muy lejos de situarse en la élite europea.

Sus aficionados, sin embargo, se sentían así. Parte de esa élite. Fruto de la propia ciudad de Roma, inconsciente de su decadencia y que sigue pregonando su pasado glorioso, como si los años no pasasen y el tiempo se hubiese congelado en el pasado.

Por tanto, José Mourinho, un técnico eminentemente ganador durante toda su carrera, leyenda en el país transalpino, llegaba para cambiar ese paradigma y situarles entre los grandes de Italia y de Europa.

Mourinho está en su tercera temporada con la Roma

Mourinho en un partido con la RomaGTRES

El entrenador nacido en Setúbal cogió una plantilla mediocre, donde los resultados recientes no mentían y se puso a trabajar. A nivel nacional, su primera temporada, la 21/22, se caracterizó por la irregularidad que había marcado los trabajos previos de Mourinho -Manchester United y Tottenham- que le hacía perder demasiados puntos por el camino.

Es como si el mensaje del entrenador portugués, que requiere mucha fuerza y convicción por parte de jugadores y grada, fuese capaz de encenderse en días señalados en el calendario pero no en el día a día liguero. Ahí faltaba calidad en los planes de partido y un modelo de juego que permitiese sobrevivir a jornadas menos acertadas. Esa primera temporada la Roma la finalizó en sexta posición con 63 puntos, a 23 del título y a siete de los puestos Champions. En Copa, cayeron en cuartos ante el Inter, rival claramente superior por plantilla.

Asistir a un partido de la Roma como local en competición europea en estos años con Mourinho al frente del equipo ha sido, prácticamente, una experiencia religiosa

Pero en competición europea la historia era distinta. Mourinho heredó un equipo que disputaba la Conference League, la primera edición en la historia de la competición, y desde el primer momento se la tomaron muy en serio. La Roma, como club, necesitaba un título europeo que legitimara su estatus y Mourinho sabía que esa competición era la mejor manera de potenciar discurso y narrativa.

Fuera de casa eran planes de mínimos, de intentar sobrevivir, pero en los partidos en el Olímpico la cosa cambiaba. Asistir a un partido de la Roma como local en competición europea en estos años con Mourinho al frente del equipo ha sido, prácticamente, una experiencia religiosa. Ver a miles de almas en trance creyendo en el mensaje y la tarea, reconociéndose en el campo y sintiéndose mejores que nadie.

Para recapitular: en esa Conference, la Roma, en rondas de eliminatoria como local cosechó los siguientes resultados: un 1-1 ante el Vitesse con gol en el descuento que evitó la prórroga, 4-0 al Bodo/Glimt remontando la derrota en Noruega y 1-0 al Leicester City para desempatar la eliminatoria y garantizar boleto a la final, donde derrotaron por idéntico resultado al Feyenoord.

Era, y es, un título menor, es obvio, pero para la Roma no lo era. Las imágenes multitudinarias de aficionados por las calles de la ciudad muestran cómo de importante era ganar para ellos y mostrarse a Europa. Era el primer título europeo en su historia. También el primer título europeo de un equipo italiano desde 2010, cuando el Inter de Mou ganó la Champions.

Esa victoria, además, potenció mensaje y creencia en el plan, lo que permitió a la Roma asaltar el mercado trayendo a jugadores que, de no estar Mourinho, no habrían ido a la capital italiana pues estaban para cuotas más altas: es el caso de Nemanja Matic y, principalmente, Paulo Dybala.

Esa segunda temporada siguió un patrón similar: irregularidad en el día a día liguero, finalizando de igual manera (sextos con 63 puntos), una decepcionante eliminación copera ante la Cremonese pero un cambio de cara radical en Europa, en este caso subiendo el escalón y haciéndolo en la Europa League.

De nuevo, los resultados en el Olímpico hablan por sí solos: 2-0 al RB Salzburgo, 2-0 a la Real Sociedad, 4-1 al Feyenoord y 1-0 al Bayer Leverkusen. Garantizando el pase a una final que perdieron cruelmente en penaltis ante el Sevilla, con mucha polémica arbitral de por medio.

Mourinho convenció a un talento como Dybala de unirse a la Roma

Mourinho convenció a un talento como Dybala de unirse a la RomaGTRES

De haber ganado ese partido, que lo merecieron, el icono de Mourinho en Roma habría sido como la ciudad, eterno. Pocas hinchadas se han mostrado tan pasionales defendiendo a su entrenador como la romanista. Recientemente, ya en las postrimerías de su etapa como técnico en el equipo, en un 1-1 en casa ante la Atalanta, el portugués fue expulsado en el descuento por unas protestas. El estadio, lejos de quejarse por un decepcionante empate que les alejaba de la cabeza, irrumpió en aplausos hacia su entrenador. «Quien defiende los colores de la Roma es nuestro amigo. ¡Vamos Mourinho!» es una pancarta que se puede leer con frecuencia en los aledaños del estadio.

Tras la decepción de esa final perdida y la marcha de una pieza clave como Matic, sumado a las constantes lesiones de Dybala y el rendimiento de un Lukaku que, pese a ser el fichaje estrella no está rindiendo como tal, han acabado desgarrando a un equipo al que le cuesta reconocerse. No es casualidad que esté siendo en la tercera temporada. Ya le había pasado con anterioridad al portugués.

En su primera etapa en el Chelsea, al poco de arrancar su tercer curso, en septiembre de 2007, los malos resultados y la distante relación con Roman Abramovich propiciaron su precipitada salida del club. Del Inter se fue en la cumbre, tras dos años. En el Real Madrid, en su tercera temporada, el mensaje perdió fuerza y apareció el agotamiento, aunque acabó el año. En su segunda etapa en el Chelsea, tras dos primeras temporadas muy buenas, fue despedido a mitad de la tercera con el equipo hundido en lo bajo de la clasificación. En el Manchester United, también a mitad del tercer curso, con el equipo en la mediocridad, fue despedido.

Ahora le ha vuelto a pasar en Roma. Mourinho pide tanta implicación, tanto esfuerzo, que no entiende de medias tintas. Él defiende a muerte sus colores, por lo que no entiende que el comportamiento por el otro lado no sea recíproco. Al llegar, su carisma emociona y te lo crees en todo pero la mente del futbolista, acomodada, no aguanta tanto tirón y el desgaste asoma.

No se sabe si por ego o porque cuando estás en la nube es difícil mirar al suelo, a Mourinho le falla saber irse a tiempo, en la cima. Sigue, creyéndose que nada cambiará cuando ya nada es igual. Eso provoca situaciones tristes como este prematuro despido de un club, la Roma, donde el portugués ha manifestado sentirse comodísimo y que «por mí, nunca me iría. El día que lo haga se me romperá el corazón». Las imágenes de Mourinho, ya conociendo su destino, abandonando la ciudad deportiva con los ojos llorosos le dan la razón en ese mensaje.

A José le ha pasado lo que a tantos y tantos transeúntes que se pierden por las calles romanas. Roma tiene en sí misma una ebriedad particular que abrasa los recuerdos. Más que una ciudad es una parte secreta de ti, una fiera escondida. Con ella no hay medias tintas, o le tienes un gran aprecio o te tienes que ir. Como a Mourinho: o le amas o le odias.

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