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José Manuel Rodríguez Uribies y Joan Laporta, con la camiseta del Barcelona

José Manuel Rodríguez Uribies y Joan Laporta, con la camiseta del BarcelonaFC Barcelona

El Gobierno acompaña al Barcelona en sus incumplimientos y solivianta a los clubes, la Liga y la Federación

Se podría decir que la cautelar que el Consejo Superior de Deportes (CSD), es decir, el Gobierno de España, ha concedido al FC Barcelona en el caso Dani Olmo ha pillado por sorpresa, pero la realidad es que no es así. Parecía que esta vez, con LaLiga y la RFEF de la mano, el equipo azulgrana no tenía escapatoria, pero Joan Laporta se sacó un as de debajo de la manga que sabía que le iba a funcionar.

Este Gobierno, que depende de quien depende, no dudó ni un segundo en la decisión que iba a tomar cuando llegó el recurso del Barcelona a su mesa. Es más, ni siquiera se molestó en dar argumentos convincentes, de hecho, no dio ninguno jurídico. Simplemente se escudó en el artículo 27 de la Ley del Deporte, que habla del derecho a «una carrera deportiva conforme a sus potencialidades», y asunto cerrado.

Y es que con el Barcelona las normas siempre son relativas. La pregunta que más gente se ha hecho estos días es si la historia hubiese sido igual con otro equipo como protagonista. La respuesta la sabemos todos: no. Hay varios precedentes como el del Getafe o el Málaga para argumentar esta respuesta. Ambos clubes excedieron el límite salarial y pagaron las consecuencias, ahí no llegó el CSD al rescate.

Sabe el Gobierno que por mucho revuelo que se haya generado esto en unos días se habrá olvidado. Ni el hecho de que haya entrado en una guerra con todos los estamentos del fútbol le preocupa. Por todos es sabido que a Pedro Sánchez no le gusta Javier Tebas en LaLiga ni tampoco Rafael Louzán en la RFEF, contra el que hicieron directamente hicieron campaña en las elecciones de diciembre. Su objetivo siempre ha sido lograr la caída de ambos y poner a alguien afín en ambas instituciones. De momento los dos resisten.

Un capítulo más a la interminable lista

El caso Dani Olmo no deja de ser otra demostración más de que el Barça tiene vía libre para saltarse las normas. Si echamos la vista atrás, podemos recordar que en el año 2000 el equipo azulgrana, entonces presidido por Núñez, plantó a la Copa del Rey en la vuelta de las semifinales, ante el Atlético de Madrid y, tal y como decía el régimen disciplinario de la RFEF, eso conllevaba la exclusión del torneo la próxima campaña.

Fue un pulso entre Núñez y Villar que terminó con el segundo indultando al Barcelona tras ser reelegido para un cuarto mandato al frente de la Federación. A la postre, el equipo azulgrana ganó el título en 2001 y ya se vio que contaba con libertad para hacer con el reglamento lo que quisiera. Lo que para el resto hubiese sido una sanción segura, para el Barça fue la confirmación de que es intocable.

Un par de años después, en 2002, la afición azulgrana dio la bienvenida a Luis Figo al Camp Nou lanzando hasta una cabeza de cochinillo. Es una escena mítica que se recordará de por vida, pero en lo que nunca se hace hincapié es que esa actitud de la grada fue acompañado de dos partidos con el Camp Nou cerrado. El Barcelona se negó a cerrar su estadio y hasta hoy. Un lío judicial y otro político les hizo ganar tiempo y después un cambio en el reglamento anuló la sanción. Difícil de creer, pero así ocurrieron las cosas.

Así hay numerosas situaciones con el Barcelona, pero todas acaban de la misma manera. Se le tiene miedo al equipo catalán por el ruido que pueda hacer. La última prueba está en el caso Negreira, un escándalo que a cualquier otro le habría costado la categoría y que, con el Barça de por medio, ha terminado dando igual.

El CSD solicitó ser acusación particular y se lo rechazaron, algo que les vino hasta bien para evitar que les salpicara. Para el Gobierno de España este asunto, que ataca contra el principal valor del deporte, no ha merecido ni una sola palabra. Al Barcelona es mejor no toserle por la que puedan montar. Si se saltan las normas se mira para otro lado o se les da un empujoncito para que lo hagan con mayor facilidad. Lo de Dani Olmo es el último capítulo de una serie que se irá alargando con el paso de los años.

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