Perfil
Joan Laporta, el empeño por ganar a cualquier precio
El presidente sedujo al barcelonismo en 2003 prometiendo el fichaje de Beckham y volvió al cargo garantizando la permanencia de Messi. Ninguna de las dos cosas ocurrieron
La jueza que frenó el caso Negreira ocultó a la Audiencia que su pareja es proveedor del Barça
Nadie ha condicionado más la vida del aficionado culé promedio desde un punto de vista institucional que Joan Laporta, el cual cumple ya un cuarto de siglo metido de lleno en el universo Barça. Se dio a conocer entre los socios barcelonistas en el año 1998 cuando lideró la plataforma «Elefant Blau» (Elefante azul), promoviendo una moción de censura contra el entonces presidente del club, Josep Lluís Núñez, que estuvo al cargo desde el año 1978 hasta el 2000. Ese proyecto no logró el apoyo requerido para prosperar y Núñez siguió en el cargo. Dos años después, en el 2000, Laporta se presentó a las elecciones por la presidencia como integrante de la candidatura de Lluís Bassat, pero no lograron vencer a Joan Gaspart, mano derecha de Núñez, que fue elegido presidente (2000-2003).
Ante la mala racha de Gaspart en la presidencia, dejando un club en ruinas, Laporta empezó a formar un grupo de trabajo con el que presentarse a las elecciones. Dicho grupo incluía a Sandro Rosell, mano derecha de Laporta, que a su vez aportó al equipo a diversos empresarios de confianza, entre los que se encontraba Josep María Bartomeu.
Gaspart dimitió en febrero de 2003 debido a las presiones internas y, ese mes de junio, se convocaron elecciones adelantadas. Lluís Bassat, con quien Laporta se había presentado tres años antes, era el gran favorito para vencer las mismas. Había logrado reunir a influyentes representantes políticos, económicos y deportivos de la sociedad catalana en su candidatura (Miquel Roca Junyent, Salvador Alemany, Judit Mascó y Pep Guardiola como futuro director deportivo). Pero Laporta venció, entre otras cosas por asegurar que tenía fichado a David Beckham, una mentira recordada en los últimos días por el propio jugador (que llegaría al Madrid ese mismo verano).
El triunfo de Laporta fue un error del sistema porque fuimos considerados una directiva okupa
Albert Vicens, exvicepresidente del club, reconoce que «el triunfo de Laporta fue un error del sistema porque fuimos considerados una directiva okupa».
Laporta se presentó con un poderoso eslogan (Primer, el Barça), prometiendo la contratación de dos grandes estrellas mediáticas y con el juramento de darle «los mejores años de su vida al club», devolviéndoles al primer lugar deportivo y mediático. Con 41 años en su haber, Joan Laporta se convirtió en el presidente del FC Barcelona.
Fichó a Ronaldinho, prohibió la entrada de los «Boixos Nois» en los estadios y promovió profundos cambios en la estructura deportiva del club. En ese primer mandato se gestó la etapa más dorada de la historia de la entidad, con el ascenso de Guardiola hasta ser el entrenador del primer equipo con Leo Messi, Xavi e Iniesta en sus filas, pero no era oro todo lo que relucía.
En 2008 la junta directiva sufrió por los malos resultados una moción de censura, que no prosperó. Provocó la refundación de la directiva y la búsqueda de un cambio de aires en el club. Dimitieron ocho de los 17 directivos de la junta, mientras que en el plano deportivo el entrenador neerlandés Frank Rijkaard fue destituido y sustituido por Guardiola. A diferencia de Núñez, Gaspart, Rosell y Bartomeu, Laporta ha sido el único presidente que logró agotar su mandato a pesar de la moción, superándola por seis puntos (66 % frente a 60 %).
Dos años después, Joan Olivier, director general del Barcelona, solicitó a una empresa especializada el seguimiento a los directivos del club: Joan Boix, Joan Franquesa, Rafael Yuste y Jaume Ferrer, posibles candidatos a la presidencia en las elecciones de 2010. Olivier afirma que ese espionaje se llevó a cabo sin el conocimiento de Laporta. Ese asunto fue la enésima crisis institucional de esa directiva. Finalmente, en julio de 2010, Sandro Rosell asciende al cargo de presidente del club.
Su vida política
Durante esa década que estuvo alejado del foco del Barça, Laporta aumentó sus actividades políticas, un mundo que para nada era nuevo en él. Joan estuvo vinculado como miembro del partido político Partit per la Independència a finales de la década de los 90. Años después formó su propio partido, Democràcia Catalana, con el objetivo de declarar la independencia de Cataluña, obteniendo un escaño en el Parlamento.
Pero una persona no puede estar mucho tiempo alejada de su verdadera pasión y, aprovechando que el Barcelona volvía a ser un club en ruinas debido a la mala gestión presidencial de Josep María Bartomeu (2015-2020) y al caso del Barçagate, se volvió a erigir como candidato a la presidencia del club. Tuvo éxito en su campaña, con los barcelonistas optando por confiar en quien les provocó su etapa de gloria en lugar del cambio radical que proponía Víctor Font y la vía de unión entre nuñistas y cruyffistas que buscaba el candidato Toni Freixa.
Adiós de Messi, Negreira y palancas
Su segunda etapa se está caracterizando por las mismas luces y sombras que la primera. Nadie duda de su éxito deportivo a corto plazo, o al menos el intento del mismo, conquistando una liga y dándole una plantilla a Xavi digna de optar por todo, pero queda la duda de a costa de qué. La mala situación económica del club no es ningún misterio. Tampoco el cómo del adiós a la mayor leyenda deportiva de la historia del club, Leo Messi. Los costes a largo plazo parecen ya, pensará Laporta, problema de otro.
En tiempos de crisis la emotividad pesa más que la racionalidad
El lema laportista desde su vuelta a la presidencia ha sido inequívoco de lo que busca, y las maneras de hacerlo. «Lo volveremos a hacer» ha sido la frase, repetida constantemente por él y sus partidarios, buscando revertir la crítica situación que se encontró. Las reminiscencias de las Champions de París y Roma (2006 y 2009, bajo su primer mandato) y el poder de seducción que desprende Laporta son las grandes bazas sobre las que está construyendo su nuevo mandato. En ese tiempo prometió la permanencia de Leo Messi tras el burofax que mandó el argentino meses antes para forzar su salida con Bartomeu. Sin embargo, es Laporta quien se queda como el hombre que despidió a la leyenda e incumplió su palabra al soci.
El Caso Negreira está siendo el nuevo escándalo político en el que se está viendo sumergido el Barcelona. Joaquín Aguirre, el juez del mismo, recrimina a Laporta que pretenda acusar a los expresidentes del club Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu cuando él, en su primer mandato, hizo lo mismo, desembolsando dinero al exdirigente arbitral. Durante ese primer mandato de Laporta (2003-2010) «también se efectuaron pagos a la familia de Enríquez Negreira», a través de las sociedades que estos supuestamente utilizaban como interpuestas.
El caso de las palancas es otro de los motivos de preocupación actual del club. Consisten en la venta en distintas etapas de parte del patrimonio del club, con el objetivo de sanear sus cuentas: derechos televisivos, merchandising, productos oficiales del club… Pero sobre todo es una estrategia financiera apoyada en esa venta de activos del club y en la virtual hipoteca de una serie de futuros ingresos para poder contar con dinero en la actualidad y moverse con más autoridad en el mercado.
En tiempos de crisis, y sin lugar a dudas el Barça se encontraba en una muy severa cuando llegó, la emotividad pesa más que la racionalidad.
Laporta es la imagen de un pasado glorioso, de un juego deslumbrante, de un legado eterno. ¿Podrá construir algo parecido? Si la respuesta es afirmativa, ¿será el precio a pagar demasiado caro? ¿Merece la pena?