Marchand desata el fervor olímpico y saca a los parisinos a la calle
Francia vivió ayer su jornada más exitosa en la historia de las olimpiadas. Hoy, el ciclismo toma las calles de una ciudad que se ha transformado completamente en una semana. París es una fiesta
De una ciudad tomada por las vallas metálicas, la policía, las comitivas oficiales y la lluvia a otra que celebra los Juegos con total entrega y exaltación.
El joven nadador Léon Marchand ha encendido una llama igual de importante que la del pebetero y ha sacado a los parisinos a la calle.
Convertido en estrella de los Juegos, con cuatro medallas de oro en su haber por el momento, no solo bate récords en el agua, sino que parece servir de ese pegamento social y emocional de un país con tantas fracturas unido ahora sin distinciones en el grito «Allez les bleus».
«Necesitábamos alegría y disfrutar algo juntos por fin, después de estos meses de tanta complicación política. Marchand está siendo ese héroe que todos aplaudimos y que esperábamos y que también nos merecemos». Así lo comenta a El Debate, Anne Beaugé, directiva de una entidad bancaria.
Lleva la cara pintada con la tricolor y se hace selfies con los numerosos miembros de la familia con los que siguió anoche en las pantallas gigantes instaladas junto al Ayuntamiento, la fanzone bautizada como La Terrasse des Jeux, la carrera que le valió a Marchand su cuarto oro.
En su grupo familiar hay abuelos, hijos, padres y nietos que protagonizan una interesante euforia intergeneracional. «Estamos celebrando el cumpleaños de una de mis hermanas y este aniversario nunca lo vamos a olvidar», añade.
Y lo que no va a olvidar Francia es la jornada de ayer, la más exitosa en la historia de la participación gala en unas olimpiadas. El diario deportivo L’Equipe titula hoy de forma triunfante y parafraseando a la Marsella «Le jour de Gloire», con alarde tipográfico XXXL junto a las fotos de Léon Marchand, Teddy Riner, campeón olímpico de judo, y las de los tres medallistas franceses con sus bicicletas.
El trío consiguió ayer un podio histórico en BMX Racing masculino, en una jornada especialmente emocionante, cuando sonó el himno de Francia mientras se izaban simultáneamente las tres banderas del país. Otra foto para la historia del hexágono.
La Marsellesa suena por doquier, no solo en las ceremonias de medallas. También se oye cantar en el metro tras los partidos, en las fanzones y hasta por unas calles con importante despliegue policial.
Los parisinos forman pacíficos batallones y afortunadamente no toman las armas, como exhorta su himno nacional, sino las banderas y las mascotas que empiezan a verse con frecuencia por la ciudad.
Una ciudad que ha cambiado completamente de humor en algo más de una semana, invadida por una alegría olímpica especialmente querida por el COI, teniendo en cuenta que las últimas olimpiadas de Tokio fueron a puerta cerrada.
Aquí parece que todo el mundo ha olvidado esa época que ahora parece tan lejana de las mascarillas y también los tiempos más cercanos, es decir, antes de ayer, en los que criticaban a todas horas los juegos por el alto precio de las entradas, los problemas de tráfico, los causados por los códigos QR que dividen la ciudad, etcétera...
Es asombrosa la fuerza amnésica del deporte. Hay, naturalmente, escépticos. «Esto es solo una burbuja olímpica, un paréntesis. Luego tendremos que hacer frente a la gigantesca deuda que va a generar todo esto y habrá que formar gobierno», responde un transeúnte parisino preguntado por El Debate que, como Macron, se declara «ni de izquierdas ni de derechas».
Sea como sea, el fervor olímpico ha prendido y los franceses hacen gala de eso que tanto les gusta históricamente: los extremos.
En pocas semanas han pasado del boicot a «los Juegos de Macron, Coca-Cola y Luis Vuitton» a un entusiasmo visible en estadios, calles y fanzones. Allez le Bleus! Un país que no tiene excesivo buen cartel deportivo se ha entregado a la celebración de sus éxitos.
Como se vio ayer en las pantallas tras el triunfo Marchand y del combinado francés de futbol que se impuso a Argentina o cuando el Estadio de Francia celebró la medalla de oro de rugby 7 cantando a Piaf y su mítico «Non, je ne regette rien».
Para completar el fin de semana en Paris, hoy y mañana se disputan por la parte vieja de la ciudad y la zona de Montmartre la prueba de ciclismo que sacara incluso a los escépticos a la calle en este fervor patriótico que inunda ahora la ciudad del sena.
«Hoy lloramos cuando vemos a franceses participar en deportes que ni siquiera sabíamos que existían», comenta un joven ataviado con la camiseta de Francia que forma parte de un pacífico y festivo batallón de amigos que se dirige al Jardín de las Tullerías para observar y hacerse una foto con el célebre pebetero, convertido en la nueva gran atracción de la ciudad. Ah, ¡La France! Como dice la Marsellesa. Si caen sus jóvenes héroes, la tierra produce nuevos. Marchons, Marchons! Marchand, Marchand!