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Nadal pelea un punto en Roland Garros

Nadal pelea un punto en Roland GarrosEFE

Nadal pelea con orgullo, pero cae ante Zverev en primera ronda de Roland Garros

El tenis, y en su extensión los deportes individuales, donde seguramente el de la raqueta sea la modalidad rey, tiene una diferencia esencial respecto a los que se juegan en equipo: la soledad del deportista, el medirte tú solo, con tus miedos y tus confianzas, al rival. En los colectivos te puedes ocultar, pasar desapercibido, hacer que se note menos tu participación. Pero en la soledad de la pista de tenis no hay sitio a donde huir.

Nadal cayó ante Zverev en primera ronda de Roland Garros, el torneo en cuya arcilla se ha hecho monarca, en lo que puede haber sido su último partido en la pista parisina. Rafa lo intentó, Rafa luchó, Rafa lo dio todo pero Rafa perdió. Es ley de vida. Ya lo decía Churchill, que el nuevo mundo llegaría para liberar al viejo.

Fue allí, en sus últimos golpeos en París, bajo una afición que le ama, donde Nadal dejó de combatir contra Zverev para hacerlo también contra los recuerdos, los de tantas victorias y días para el recuerdo. Porque mientras daba cada revés, sus últimos coletazos, las memorias de los días donde todo era tan intenso, las posibilidades tan grandes, se le cruzaron por la mente al mejor tenista español de la historia.

El partido no arrancó nada bien para Nadal. Break en blanco de primeras, con Rafa como ausente en la pista, con errores no forzados (una doble falta), lento en sus movimientos y poco preciso en sus golpes. Zverev rápidamente refrendó su ventaja y se encaminaba, parecía, a una victoria plácida, de no demasiado esfuerzo, lo habitual para un tenista de su talla en la primera ronda de un Grand Slam.

Pero quien estaba enfrente era Rafa Nadal. Y, sin tiempo que malgastar, aterrizó en el encuentro. Lo hizo buscando recuperar el break, llevando al límite al alemán, aunque sin premio final después de malgastar dos bolas de rotura. El partido se encaminó en una sucesión de juegos donde, quien servía, resolvía con facilidad. Algo que no le valía a Nadal debido a su desventaja en el electrónico.

Nadal celebra con rabia un punto

Nadal celebra con rabia un puntoEFE

Rafa tenía dos puntos débiles en el partido: sus fallos en el primer servicio, que le restaban opciones de superar a su rival, y la capacidad de Zverev de llegar a cualquier bola, demostrando una enorme capacidad atlética que minaba la moral del español. Finalmente, el tenis cayó por su propio peso, Zverev le volvió a romper el servicio y finalizó la primera manga con un 6-3 que demostró su superioridad.

El segundo set arrancó con unos derroteros similares. Cada tenista haciéndose fuerte en su servicio, protegiéndolo y la igualdad primando por encima de todo. Zverev daba la sensación de estar más entero, de llegar a más lados y de contestar con más fuerza. Nadal no desistía, y lo intentaba con el orgullo del campeón, asumiendo una posición de inferioridad poco frecuente en su carrera.

Y entonces llegó. En el quinto juego, Nadal rompió el servicio del alemán y lograba una ventaja valiosísima en el marcador. Una que podía valer el empate. Pero cuando llegó el momento de completar la machada, con 5-4 a favor y sacando, Zverev desplegó su mejor tenis y le devolvió la rotura a Rafa, encaminando el set a un final ajustadísimo.

La inmensa Philippe Chatrier de París

La inmensa Philippe Chatrier de ParísEFE

El tie-break dictaría sentencia y ahí, pese a que Nadal lo intentó, lo intentó con todo, como si en cada golpe estuviese en juego su carrera, no lo logró. Lo normal en el deporte es esto, intentarlo y caer, caer muchas veces.

Tercer set

Uno podía pensar que, dos sets abajo, sabiendo la necesidad de irte a cinco, con lo que eso supone para el físico machacado de Nadal, Rafa podía dar el partido por perdido. Que pasase rápido la tormenta. Pero si algo nos ha enseñado la historia es que, si Nadal cae en Roland Garros, lo hace luchando.

Solo así se entiende su temprano break en el tercer set, poniéndose 2-0 arriba y soñando con una improbable remontada. Pero Zverev estaba para pocos juegos. Devolvió la rotura de primeras y empató el set en apenas un instante, dejando a Nadal contra las cuerdas.

La sensación que iba dejando el partido es que Nadal no estaba tan lejos de este primer nivel como se podía pensar, lo acariciaba con la punta de los dedos, pero en esos milímetros de diferencia, en esos detalles, donde se esconde el diablo, Zverev los aprovechó para inclinar el encuentro a su favor. Poco se puede reprochar Rafa, aunque alguien tan competitivo como él seguro que opinará diferente.

Otro break de Zverev, en el séptimo juego, terminó de precipitar los acontecimientos. Rafa cayó en tres sets y con él se va una parte de tu pasado. No es él quien se marcha de París, también eres tú. Un día estás con tus padres, en el salón de casa, viendo a Nadal ganar Roland Garros, otro más. Diez años después, solo, observas atónito su despedida. Decir adiós es perder recuerdos.

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