Presidente de los empresarios cristianos
Javier Fernández-Cid: «La Iglesia fue rompedora cuando dijo que las relaciones laborales no son una lucha de clases»
La Asociación de Empresarios y Directivos cristianos promueve la presencia de la doctrina social de la Iglesia en el mundo de la empresa
La Unión Internacional de Dirigentes Cristianos (UNIAPAC) nació en Bélgica en el año 1931. Veinte años más tarde llegó a España y se llamó Acción Social Empresarial (ASE). En la actualidad tiene 45.000 asociados en todo el mundo. Su objetivo es dar a conocer entre los empresarios y directivos la doctrina social de la Iglesia y para ello realizan diversas actividades. Javier Fernández-Cid, presidente de la institución desde junio de 2021, detalla a El Debate los planes que están desarrollando.
–¿Cómo surge la asociación?
–Procedemos de una asociación internacional de empresarios y directivos cristianos que se fundó en Bélgica en el año 1931. Surgió cuarenta años después de que apareciera el primer documento que da nacimiento a la Doctrina Social de la Iglesia, que es la encíclica Rerum Novarum. Rerum Novarum fue muy rompedora cuando se publicó en 1891 por el Papa León XIII. Se dirigía a los patronos y a los obreros, que era como se les llamaba en ese momento. En un entorno de lucha de clases, con la revolución industrial de aquel momento, la Iglesia dijo que no había que referirse al problema social como una lucha de clases. Había que evitar el término. Se trataba de que los patronos gestionaran sus empresas con más corazón y reconociendo unos derechos a los trabajadores que entonces no tenían. Y a los obreros les dijo que no debían ver como un enemigo al patrono, sino como a un colaborador necesario para el logro de sus fines. Debían crear entre todos las condiciones óptimas para mejorar el clima social y laboral. De hecho, fue la Iglesia la que promovió en ese momento que existiera representación de los trabajadores en el diálogo social. Eso es lo que fundamenta el inicio de la doctrina social de la Iglesia en los tiempos modernos. A España llega en 1951, cuando se funda Acción Social Empresarial. Es una asociación privada de ámbito nacional y sin ánimo de lucro que forma parte del laicado. Está inscrita como asociación religiosa. El presidente lo nombra la Conferencia Episcopal Española, que también aprueba sus estatutos.
La encíclica Rerum Novarum decía a los patronos que debían cuidar los derechos de los trabajadores, y a los empleados, que el empresario no es el enemigo
–¿Cuántos miembros forman parte de la asociación?
–Unos 45.000 procedentes de unos 38 países. En España somos unos 1.000. Algunos, los socios, pagan una cuota asequible que nos ayuda a hacer frente a los costes, que son bajos. Otros, los amigos, no pagan cuota, pero aún así reciben información de nuestras actividades y pueden asistir a algunas de ellas. No queremos que la cuota sea un impedimento para acercarse a nuestra asociación. Los jóvenes tienen una cuota aún más reducida.
–¿Qué actividades desempeñan?
–Nuestra actividad principal es estar en foros parroquiales. Cuando abrimos un foro en una parroquia, en él se debate una vez al mes, durante dos horas, sobre temas profesionales a la luz de la doctrina social de la Iglesia. Se intenta dar solución a los problemas profesionales que plantean los integrantes del foro. Normalmente, el párroco o algún otro miembro del clero, participa como consiliario. A lo largo de la semana anterior a que se reúna el foro se circula un texto, normalmente sobre el pensamiento social cristiano, para que los miembros lo lean (un escrito, un capítulo de una encíclica, un capítulo de un libro), y luego se produce un debate sobre esos temas. Creo que se consiguen varias cosas. En primer lugar, el acompañamiento del directivo. Aunque parezca un poco extraño, el directivo puede sentirse solo a la hora de hacer compatible su actividad profesional con su fe. En segundo lugar, la formación. Si acude al servicio religioso dominical, luego está solo frente a un montón de problemas. ¿Qué dice la Iglesia a propósito de invertir en Bolsa, de un despido, o sobre la reestructuración de las plantillas? A menudo su labor no es bien entendida por la opinión pública, y necesita acompañamiento y formación; sobre todo para conocer el sostén doctrinal de la fe que profesa en su actividad profesional. Ello le permitirá sentirse parte activa de una sociedad, parte de la solución a los problemas, y saber que la Iglesia apoya su actividad y reconoce su creatividad. Nos lo ha comentado hace poco el Santo Padre en una audiencia privada al presidente de UNIAPAC en Roma. Le ha dicho: admiro su creatividad, necesitamos la creatividad de los empresarios, y que la pongan naturalmente al servicio del bien común. Parte del mensaje de la doctrina social persigue que el empresario, en el ejercicio de su actividad, busque el bien común además del beneficio propio. Tenemos unos 12 foros, y creciendo, tanto en Madrid como en otras ciudades. Además tenemos los Almuerzos Empresa, Fe y Valores. Llamamos a un directivo para que dé testimonio sobre cómo es posible gestionar su empresa con valores, llevar a cabo la gestión empresarial compatible con unos valores humanistas cristianos. Esos almuerzos tienen mucha aceptación. Intentamos que participe el mayor número de personas posible, porque oír un testimonio es muy importante. Asistes a un ejemplo vivo de lo que se puede hacer, y hay un coloquio muy interesante a puerta cerrada entre los asistentes y el invitado. Además de esas actividades, participamos en mesas redondas, entrevistas, escribimos artículos en periódicos, damos nuestra opinión sobre los temas de actualidad... Últimamente, participamos en webinarios con entidades totalmente laicas o aconfesionales. Por último celebramos un retiro anual, espiritualidad y negocios, que dirige el consiliario de ASE, Fray Benjamín, y que celebramos en el convento benedictino de El Pardo.
–¿Qué resaltaría de Acción Social Empresarial?
–Nosotros estamos en la frontera de las actividades de la Iglesia. Nos llamamos empresarios y directivos cristianos, ni siquiera católicos, porque queremos llegar mucho más allá de nuestra propia fe. Estamos convencidos de que llevamos un mensaje seguro y una doctrina cierta. Hablando del mundo de la empresa, creemos que su gestión es más rentable aplicando los principios de la ética social cristiana que haciéndolo bajo un punto de vista puramente mercantil.
El directivo se siente solo ante muchos problemas y requiere acompañamiento. El Papa ha dicho que necesitamos su creatividad al servicio del bien común
–¿Qué principios de la doctrina social de la Iglesia piensa que pueden ser más necesarios en la economía actual?
–Los principios de la doctrina social de la Iglesia son inamovibles. Siempre hablan del bien común y de la dignidad de la persona, de la subsidiariedad (que el Estado no haga lo que pueden hacer los ciudadanos). Son valores que nunca cambian. Lo que cambia es el contexto. Pensamos que hay que tener la cabeza fuera del debate político. No es nuestro cometido. Nuestra misión es dirigirnos a las personas que tienen responsabilidades en las empresas, que tienen presupuestos y autoridad para abrir y cerrar negocios, para entrar en nuevos mercados, diseñar nuevos productos y financiarlos. Nos interesa que tengan unos valores, y nos interesa mucho que conozcan la antropología cristiana para enfocar los problemas actuales.
–Se acusa al mundo actual de no tener valores.
–Yo no lo comparto. Creo que los tenemos, pero debemos darlos a conocer con más valentía, compromiso y convencimiento. Esos valores son inamovibles. Todas las actividades que hacemos (foros, almuerzos) van encaminadas hacia la formación. Queremos que el directivo esté más formado. Hace poco el rector de una universidad española explicaba en un artículo que la preparación de los universitarios hoy en día en España puede ser muy buena en el plano científico, técnico, profesional, pero adolece de una gran carencia: la falta de formación en soft skills; es decir, las aptitudes de empatía, de conocimiento de las humanidades, de tender al bien común y no solo buscar la preparación para el negocio que estás llevando entre manos. Esas soft skills forman parte de una actitud ante la vida, de una formación integral de la persona, que les sitúan en la vida con unos mecanismos de defensa y de protagonismo indudables que son los que nosotros defendemos.
–El mercado laboral y las acusaciones de precariedad son un terreno en el que imagino que tienen un punto de vista.
–Los temas que tratamos en los foros son muy variados. Por ejemplo, el año pasado en el foro que yo llevo, en la parroquia del Beato Manuel Domingo y Sol de Majadahonda, estudiamos durante todo el año la encíclica Fratelli Tutti. Cada uno se preparó un capítulo y era el objeto de debate al mes siguiente. La contrastamos con la actualidad en un ambiente de libertad de discernimiento y de opinión absolutos. Otros temas pueden ser leer un artículo de actualidad sobre el salario mínimo, la reforma laboral o la igualdad salarial. Pero insisto, esos tratamientos son para la formación del propio grupo, para intercambiar opiniones e intentar apoyarnos en lo que dice la Iglesia como doctrina a seguir. No entramos ni consentimos enfocarlo desde el punto de vista político, porque eso sería fácil y no conduce a ningún sitio. Queremos llegar a entendernos con las personas, no construir barreras que desde el momento en que te sitúan en un lugar o en el otro del espectro político, acaban con el diálogo. Queremos empezar a dialogar a partir de los elementos comunes y, desde ahí, se puede hablar de todo, pero con la visión antropológica de los problemas y de su solución.
No consentimos el enfoque político. Queremos entendernos con las personas, no construir barreras
–Como presidente de la asociación, ¿cuál es su opinión sobre el mercado y la reforma laboral?
–La temporalidad es un problema grave, pero pensamos que los problemas son dos: el desempleo y la temporalidad en el empleo. En el reciente acuerdo sobre la reforma laboral, que recordemos todavía está pendiente de aprobación por parte del Parlamento, y por lo tanto sujeto a posibles cambios, uno de los avances en nuestra opinión positivo es el intento de solucionar la temporalidad a través de contratos fijos discontinuos. No sé si funcionará en todas las actividades. Pensemos en el sector turístico o en el agrario, que están muy vinculados con la temporalidad de sus actividades, pero es un avance. No obstante, no nos olvidemos de que en una economía con un paro tan alto como el nuestro, el problema no es solo la regulación laboral. El problema principal es encontrar trabajo, facilitarlo y promoverlo. Pensamos que hay que hablar de mejorar las condiciones de los que trabajan. Nadie se opone a eso. Hay que intentar lo máximo posible dentro de lo económicamente viable, pero no olvidemos que hay una gran parte de la población que no llega al mercado. Hemos podido perder una oportunidad para regular mejor, para conceder más ayudas a las empresas para que generen más empleo. Por ejemplo, subir ahora las cotizaciones es hacerle la vida más difícil a los autónomos y a las pymes. Es no entender la estructura empresarial de España. En el momento en que está más difícil crear empleo, se le ponen más trabas a quienes lo generan. Eso no tiene sentido.
–La temporalidad es la gran lacra.
–Yo diría que la gran lacra es el desempleo estructural. La temporalidad es una anomalía que hay que corregir haciendo el análisis por sector e incluso por territorio. Cada problemática merece su respuesta. En el fondo, cuanta más flexibilidad, mejor para que se generen empleos. Al mismo tiempo, hay que luchar contra los abusos al encadenar contratos. Eso es inaceptable.
Nos gusta hablar de salario digno. Tiene que ser suficiente para poder vivir
–¿Qué opina del salario mínimo?
–Nos gusta hablar de salario digno. El mínimo es un parámetro que depende del aquí y ahora. Una cifra suficiente aquí es totalmente insuficiente allí. En cambio, es muy necesario entender el término de dignidad en el salario. Tiene que ser suficiente para que quien lo consiga pueda vivir de él; luego, los que dependen de él. Debe permitir no solo atender a las necesidades básicas, sino que haya una parte que pueda dedicarse al ocio y a la libertad de formarse si quiere. Llamamos la atención de los empresarios para decirles que siempre tienen que pensar que sus empleados son personas que requieren el máximo de atención y dignidad ante sus situaciones personales, y que la empresa es un ente de convivencia, un esfuerzo colectivo. Si se le pide más generosidad al empresario, también hay que pedir más involucración al empleado. Ese navegar en común es una necesidad, y cuando se logra, se tienen empresas muy sostenibles que crean un ambiente muy propicio para el trabajo en equipo, para llevar a cabo una tarea ilusionante que redunda en el bienestar económico de todos los que participan. Tenemos claros esos conceptos y los promovemos.
–Supongo que capitalismo salvaje y marxismo le parecerán igual de criticables en lo que se refiere a la empresa y las relaciones laborales.
–En el mundo empresarial se habla ahora de la sostenibilidad. Las empresas quieren cumplir con el respeto al medio ambiente, con lo social, y con el buen gobierno, y se alejan de esas visiones anacrónicas de la concepción del mundo y de las relaciones laborales. El Grupo Parangon ha publicado hace poco una encuesta a 2.500 ejecutivos de empresas sobre los tres ejes (medio ambiente, social y buen gobierno). Han respondido que el social es el que más les mueve a actuar. Con la pandemia se ha percibido una predisposición mejor de la gente a sensibilizarse con lo que pasa a su alrededor. La necesidad es tan grande y la pandemia ha sido tan destructiva que lo social va teniendo cada vez más eco. Más del 60 % de esos 2.500 directivos afirmaba que iba a incorporar un contenido social en su actividad para conseguir mejor a sus empresas y generar más valor en las comunidades en las que trabajan. Eso ya nos sitúa a años luz de los dos conceptos antagónicos de la economía y de la propia visión de la sociedad aludidos.
–Los beneficios empresariales suelen ser otra fuente de críticas, a menudo infundadas, para las empresas.
–La sociedad en la que vivimos está constituida por una mayoría de personas que vive de su salario. Es necesario que las empresas tengan beneficios. Sin ellos las empresas no pagan impuestos, no se atrae capital para invertir en que esas empresas se desarrollen y, por lo tanto, no hay actividad económica. Todo lo que vemos lo ha hecho una empresa, mires donde mires. Y no solo empresas privadas: también públicas o mixtas. Dicho esto, la visión moderna es que en la distribución de los beneficios no solo cuenta el dividendo. Una empresa tiene que ser un buen ciudadano corporativo: una entidad que está presente en su sociedad. Por supuesto, no trampea con los impuestos, ni con la regulación. Ha de ser un modelo de transparencia, crear modelos de participación para que sus asalariados puedan participar en los beneficios y se sientan coprotagonistas de la actividad que desarrolla la empresa. Si todos están motivados y la empresa tiene éxito, es probable que no se aplique el salario mínimo, sino el salario más alto que permita la sostenibilidad de la empresa. Yo creo que esa es una forma más realista de enfocar el problema.
–Un periodista escribió hace años un libro titulado 'Por qué soy cristiano y sin embargo periodista'. Hay quien se pregunta si se puede ser cristiano y, sin embargo, banquero. ¿Qué opina al respecto?
–Yo había oído que se planteaba sobre si se podía ser gestor y cristiano. Es verdad que uno tiene que tomar decisiones, y a veces duras. No tiene sentido usar la demagogia contra un sector. Hay que entender lo que les pasa. El sector financiero está operando a nivel europeo con tipos de interés negativos. Tener dinero les cuesta dinero, y tienen que generar ingresos y bajar costes. Defiendo que el mundo empresarial es parte de la solución. Hay que ayudarle a que continúe creando empleo, y que sea de calidad. Por lo tanto, hay que regularlo y hay que ordenarlo para evitar abusos. En ese juego, y en especial el juego del mercado, estamos todos.
–Da la impresión de que en la banca hay retos más difíciles: los préstamos que se dan, los tipos de interés que se piden, la educación financiera de los consumidores...
–Hay que entender la actividad de la banca. Cuando nos piden que devolvamos el dinero, no nos gusta, pero cuando nos lo dan a condiciones razonables, nos animamos a comprar una casa o abrir un negocio. Eso es lo que mueve la economía y el empleo, ¿no? De hecho, no quisiéramos nunca que la banca se echara atrás y dejara de haber hipotecas, préstamos personales, porque entonces se paralizaría la economía. El Estado no tiene fondos suficientes para soportar el peso de toda la economía de un país; un país como España, claro. Entonces, creo que hay que entender las leyes del mercado y se necesita una buena regulación, el respeto a las leyes y un control adecuado. Hemos hablado antes de la formación, y pienso que efectivamente debemos avanzar en la educación financiera de los consumidores.
El comercial de un banco no puede vender algo que no es real. Ha de ser claro desde el primer momento
–Las escuelas de negocios tienen un papel clave en la formación ética.
–Sin duda. Pero la ética no es más que una parte de la formación integral que requiere la persona y los dirigentes empresariales en particular. Hemos hablado más arriba de los soft skills y las dotes exigidas para liderar equipos humanos. Los principios de la doctrina social de la iglesia son una base imprescindible para afrontar los retos empresariales con ética y responsabilidad social.
–Además de las escuelas de negocio, habría que extender la cultura financiera a otros ámbitos.
–Sin duda. Ojalá se desarrollara incluso en los colegios.
–¿Se le vienen a la cabeza algunos nombres de buenos empresarios católicos?
–En España hay muchísimos, aunque no lo dicen. Lo que es difícil es encontrar directivos que manifiesten la práctica de su fe sin ningún complejo. A veces escuchamos decir que el tema de la religión debe quedarse en casa, pero eso es una falacia. No es posible. Si uno es coherente consigo mismo, tiene que practicar lo que piensa. Si no, algo falla. Se trata de que poco a poco, y sin ningún complejo, se diga claramente que sí: nosotros claro que creemos en la Iglesia, y en lo que propugna, y en las soluciones que trae la antropología cristiana a los problemas. En la negociación, por ejemplo, entre dos partes, si uno se pone en el lugar del otro antes de empezar a negociar, seguro que van a llegar a algún entendimiento, porque serán capaces de encontrar puntos comunes.
–¿Pero se le ocurre algún nombre concreto?
–El argentino Enrique Shaw, que ha sido nombrado Venerable y está en proceso de canonización. Además, creo que aquí hay muchísimos héroes anónimos. Durante la pandemia he conocido actos de verdadero heroísmo, con nombre y apellidos, que han defendido a sus trabajadores mientras no llegaban las indemnizaciones por los ertes. No nos olvidemos de ese problema. Teníamos la fórmula jurídica y el mecanismo administrativo, pero no se podía llevar a la práctica por motivos distintos al propio mecanismo. Esas personas, poniendo dinero de su bolsillo, porque son pequeños empresarios, financiaron los sueldos mientras no les llegaba el dinero a sus empleados. ¿Cómo calificamos eso? Nadie les obligaba a hacerlo, pero bajo ningún concepto esas persona estaban dispuestas a poner en la calle a sus colaboradores; sus compañeros del quehacer diario, de la batalla diaria. Ejemplos así, muchísimos.
–¿Eso es lo que también quieren reivindicar?
–Sí, que al empresario hay que reconocerle su labor en la sociedad; con toda la humildad que sea necesaria, pero hay que reivindicarla. Es un orgullo. Ojalá tuviéramos más directivos, más emprendedores.
–¿Qué opinión le merece el emprendimiento de los jóvenes?
–Es muy prometedor. Hay que formar a esos jóvenes, que serán en su momento grandes empresarios. Si ya desde que son jóvenes tienen la vena del emprendimiento, de la creatividad, y se atreven, hay que ayudarles para que sean promotores de empleo y de creación de riqueza. Eso merece un reconocimiento, y sobre todo, que no se les ataque. Esas personas no lo hacen por un sentimiento egoísta, ambicioso, desmedido. Lo que quieren es trabajar en su proyecto con ilusión. Le ponen empeño, lo sacan adelante, y encima dan trabajo a los demás. He conocido varios jóvenes que están sacando adelante proyectos de startups a los que hay que acompañar para decirles que eso que hacen hay que hacerlo con una formación, y que sepan que lo que hacen debe completarse con una formación humanista y con valores, y trabajar en ello. Eso es lo que hacemos en ASE: acompañarles y decirles que no están solos. Ahora que acaba de empezar un nuevo año económico y las empresas empiezan a aplicar sus planes estratégicos, quisiera añadir la conveniencia de incorporar algún componente social en todos los planes estratégicos. Que se multiplicara, por ejemplo, la formación profesional en las empresas, incorporando nuevos aprendices y becarios, para que aprendan de verdad, aunque luego no puedan contratarles.
–Aunque hemos hablado sobre todo de aspectos que tocan la relación con los demás, imagino que en sus foros conversan también acerca de cómo puede cada uno acercarse a Dios en el trabajo.
–Claro. Lo que nos dice el Santo Padre es, ese esfuerzo que haces al trabajar, ofrécelo a Dios. Ofrece tu esfuerzo: que tenga una razón de ser sobrenatural, una justificación superior. Y ponte en manos de Dios, claro, para que la solución sea la mejor posible, y siempre buscando el bien común y el respeto a los demás. Con esos principios no te puedes equivocar. Tienes una justificación segura.