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José María Rotellar

La inflación no cede

Por lo menos el Banco Central Europeo empieza a reaccionar, aunque sea tarde, algo que hará todo mucho más duro y recesivo de lo que podría haber sido

Actualizada 04:00

Aunque veamos algunos descensos en el dato interanual, debidos al efecto estadístico producido por comparar con meses del año anterior donde ya había elevada intensidad de subida de precios, la inflación no cede. El dato del IPC del conjunto de la eurozona en noviembre crece un 10,1 % interanual, medio punto menos que el mes anterior, con Alemania manteniéndose en niveles de hace setenta años (11,3 %, apenas baja 3 décimas), lo cual simboliza la gravedad del dato.

Esta resistencia a la baja de la inflación en Alemania puede estar detrás del endurecimiento del mensaje de Lagarde del jueves quince de diciembre, donde dijo que habría más subidas de 50 puntos básicos en los tipos y un inicio de retirada de masa monetaria a partir de marzo de 2023 a razón de 15.000 millones al mes. De hecho, disminución de la masa monetaria es lo que deberían haber empezado a hacer los bancos centrales, que provocaría la subida de tipos, pero no subirlos artificialmente sin retirar dinero del sistema. Por lo menos, empiezan a reaccionar, aunque sea tarde, que hará todo mucho más duro y recesivo de lo que podría haber sido.

El incremento en los países del centro y este de Europa está espoleado en mayor medida por el incremento de los precios de la energía, que en el caso de países como España se está enroscando en toda la cadena de valor, pues pese al descenso interanual de la inflación en España –mucho de ello es por mero efecto estadístico, al comparar con el mes de noviembre de 2021, donde ya había crecido– la subyacente no cede, sino que sube al 6,3 % en el caso español, 6,6 % en el caso de la eurozona, de manera que muestra que la inflación se ha extendido ya por todos los productos.

Incremento, tanto en España como en la zona euro, como en la UE, que no es fruto de la guerra –aunque ésta haya intensificado la subida de precios–, sino que parte de noviembre de 2020, como se puede apreciar, con una subida muy importante a lo largo de 2021, que continúa en 2022, pese a las correcciones estadísticas por comparación con el año anterior –más fuertes en el caso español, por haber empezado antes la presión inflacionista; más leves en el conjunto de la eurozona, al haber sufrido el alza de precios con retardo respecto a España–.

La subyacente –que excluye la energía y los alimentos no elaborados– de la zona euro también se mantiene muy elevada, en un 6,6 % (la española ha sido de un 6,3 %, con subidas mensuales en ambos casos).

Es decir, los precios están subiendo en todos los países, pero no es lo mismo que lo hagan durante más de tres meses seguidos a doble dígito, como en España sucedió, y se queden en niveles altos, pese al descenso por efecto estadístico, porque el incremento se produce sobre un nivel al que se ha llegado previamente mucho mayor, con lo que el nivel final de precios es más alto en España, que lo hagan como en Francia, que aumentan desde un nivel mucho menor, con lo que le afecta menos.

Todo ello, en el contexto español de un mayor desequilibrio estructural que la equivocada política económica del Gobierno –basada en más gasto y en meros parches– está provocando en la economía española.

Esto hace que las medidas que tome el BCE puedan perjudicar más a España, puesto que el BCE lo hace en función de las necesidades medias de la eurozona y al desviarse España de dicha media, puede sufrir un efecto negativo en su economía, por más que este mes España no sea el país que peor se comporte de entre los grandes, pero sí es el que más meses acumula de un crecimiento mayor en precios. Cuanto más tiempo se mantenga el gasto público incrementándose, más presionará a los cuellos de botella y más entorpecerá la transmisión de la política monetaria del BCE, haciendo que ésta tenga que ser más larga y dura, elemento que empobrecerá más a familias y empresas y empujará más hacia la recesión. Eso es lo que pueden provocar las políticas de Sánchez.

Por eso son importantes las reglas fiscales del pacto de estabilidad y los criterios de convergencia fiscal, económica y financiera, que Sánchez menosprecia con su actitud en política económica, empobreciendo más a los españoles, castigando a la clase media, no aliviando a las rentas bajas, al negarse a bajar el IVA de los productos básicos durante meses -aunque ahora parece que van a hacer caso, aunque con tardanza a la propuesta del PP de bajarlos-, y ahuyentando la riqueza, inversión y ahorro con nuevos impuestos demagógicos.

  • José María Rotellar es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria.

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