Entendiendo el rol social del empresario
La tarea clave del empresario es descubrir necesidades no cubiertas e imaginar el producto o el servicio capaz de satisfacerlas a un precio que puedan pagar
La poca comprensión sobre la función social del empresario comienza en el diccionario de la Real Academia, que lo define como «persona que por concesión o por contrata ejecuta una obra o explota un servicio público». La segunda acepción es igualmente pobre: «persona que abre al público y explota un espectáculo o diversión». Las dos restantes acepciones son, como mínimo, parciales: «patrono» (persona que emplea trabajadores) y «titular propietario o directivo de una industria, negocio o empresa».
La RAE dibuja al empresario como un simple ejecutor, empleador o propietario. Con dos agravantes: el desafortunado uso de la palabra «explota» en dos acepciones, que por sí sola se presta a graves equívocos, y la extraña preeminencia otorgada al sector de espectáculo.
Un ejecutor es alguien que se limita a cumplir órdenes. Un simple empleador es quien contrata a alguien para que cumpla una tarea elemental (por caso, un vigilante). Un propietario solo es, como tal, dueño de recursos económicos. El empresario es mucho más.
La tarea clave del empresario es descubrir necesidades no cubiertas, sean de consumidores, otras empresas u organizaciones. Luego, imaginar el producto o el servicio capaz de satisfacerlas, a un precio que aquellos puedan pagar. En ese proceso, el empresario organiza los factores de producción (materias primas, personal, recursos financieros, etc.), crea o desarrolla procesos (de producción, distribución, promoción, etc.) y asume riesgos.
La función empresarial es, entonces, esencialmente intelectual (descubrir oportunidades) para mejorar, directa o indirectamente, el bienestar del consumidor. Por supuesto que, detrás de ese proceso creador, existe el legítimo incentivo del beneficio económico. Pero también hay un impulso transformador, ganas de hacer, voluntad de mejorar continuamente y coraje para desafiar el futuro.
Si no hubiera empresarios, simplemente no habría progreso
El empresario desarrolla toda su actividad con la incertidumbre de no saber hasta el último momento si su producto será apreciado o no, y si el precio que tiene en mente será aceptado o no. Si no hubiera nadie dispuesto a correr ese riesgo (si no hubiera empresarios), simplemente no habría progreso. Las ganancias solo aparecen si se ha satisfecho bien una necesidad previamente no cubierta, pero no están nunca garantizadas. Ni siquiera cuando el proceso ha resultado un éxito: siempre puede aparecer un competidor que haga las cosas aún mejor.
El empresario libera a sus empleados de tener que correr el riesgo de una actividad independiente: en lugar de la incertidumbre de un proceso productivo que puede resultar bien o mal, tienen la certeza de un salario. Además, les ahorra la necesidad de esperar hasta el final del proceso productivo: un obrero cobra su salario durante todo el tiempo que dura la construcción de un edificio, incluso mientras los pisos siguen sin venderse. Al trabajar en relación de dependencia, el empleado también se libera de la necesidad de buscar oportunidades y de reunir información (sobre productos, procesos, competencia, mercados, etc.).
Lejos de haber una colisión, hay una comunión de intereses entre empresarios y empleados
Que no haya equívocos: la «relación de dependencia» es recíproca. El empresario también depende del buen hacer de su personal para el éxito de su negocio. Lejos de haber una colisión, hay una comunión de intereses entre empresarios y empleados. Son pasajeros de un mismo barco que es la empresa.
Un servicio, cualquiera sea, nunca se «explota». Un servicio se presta, buscando nuevos clientes, intentando reducir costes, gestionando los riesgos financieros, estando atento a la posible aparición de servicios sustitutivos y prestando atención a qué hace o deja de hacer la competencia, entre otras cosas. Del mismo modo, un producto no solo se «produce» y se «vende». Hay mucho más.
Entender el rol esencial que cumplen los empresarios en la sociedad es el primer paso para dejar de lado prejuicios y deformaciones interesadas. Es el primer paso para valorarlo y estimular la vocación empresarial en la juventud, aumentando las probabilidades de progreso genuino para todos.
- Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados (@diebarcelo)