Mortales estadísticas ocultas
Sin pretenderlo, la campaña de la DGT ha puesto sobre la mesa otra estadística que también advierte de la angustia emocional, la culpa, el autorreproche, la ansiedad, el estrés postraumático que supone haber quitado una vida
«No he cumplido treinta años y en el armario de mi baño tengo un pastillero que me espera cada mañana. Pastillas para dormir, para levantarme… para aguantar. Cuando matas a alguien en la carretera, lo matas todos los días de tu vida». El texto es sólo una parte de la campaña que la Dirección General de Tráfico ha desplegado para este verano y que pone el foco en los accidentes provocados por las irreversibles consecuencias de un acto voluntario como es el de conducir bajo los efectos del alcohol y de las drogas.
«Cuando matas a alguien, lo matas todos los días de tu vida» es el pie para tres breves vídeos y varias cuñas radiofónicas en las que los responsables de las muertes mantienen años después, un breve diálogo con la persona a la que mataron en la carretera. Los diálogos muestran la angustia emocional, la culpa, el autorreproche, la ansiedad, el estrés postraumático que supone haber quitado la vida a una persona en un accidente de tráfico. Así lo ha señalado la propia Dirección General de Tráfico al explicar la campaña.
Uno de los múltiples desarrollos de la inteligencia artificial va orientado a desarrollar sistemas de alerta incorporados a los vehículos capaces de detectar y advertir al conductor de conducciones anómalas o de predecir impactos. Otros avances van en la línea de insertar en el asfalto de las carreteras más transitadas sensores en las zonas de mayor riesgo de accidente de forma que cuando se circula por ellos, otros sensores insertados en los neumáticos del coche advierten del peligro a los conductores. Todo esto ayudará a reducir las muertes y los accidentes.
Pero, sin pretenderlo, la campaña de la Dirección General de Tráfico ha puesto sobre la mesa otra estadística que también advierte de la angustia emocional, la culpa, el autorreproche, la ansiedad, el estrés postraumático que supone haber quitado una vida aunque en esta ocasión en el mismo vientre de la madre.
La Asociación Española de Bioética (AEBI) maneja cifras –esas otras estadísticas ocultas– según las cuales más del 70 % de las mujeres que se quitan la vida ha abortado. El estudio fue presentado en 2009 en el VII Congreso Nacional de Bioética tras la intervención inaugural de la Decana de la Facultad de Medicina de la Universidad San Pablo CEU, Inma Castilla de Cortázar.
Alrededor de 5,7 millones de españoles cuentan con un diagnóstico de depresión o ansiedad. La consultora Iqvia –especializada en cuidados sanitarios– estima que para 2024 los gastos en España por salud mental alcanzarán los 1.968 millones de euros. En 2021 se gastaron 1.514,17 millones, un 27,3 % más respecto al año anterior. La mayoría de los gastos se emplearon para cubrir el coste de las bajas laborales. Sin embargo, esta cifra infraestima el valor de las atenciones de las personas con problemas de salud mental. Muchas ni siquiera pueden acceder a recibir atención profesional. Es otro de los colapsos a los que está abocado el sistema sanitario español, tanto público como privado. Basta con tomarse la molestia de consultar las citas disponibles en uno y otro sistema para comprobar que únicamente las agendas son ágiles para los profesionales estrictamente privados, ni siquiera para los que prestan sus servicios en las compañías aseguradoras privadas.
Entre esas elevadísimas cifras se encuentran tanto las que con acierto subraya la Dirección General de Tráfico, las de otras muchas acciones voluntarias e irreversibles como los asesinatos convencionales pero también estas otras –las derivadas de los abortos– que deliberadamente se ocultan. La revista científica British Journal of Psychiatry examinó 22 estudios académicos hechos entre 1995 y el 2009 involucrando a 877.000 mujeres, incluyendo a 163.000 que habían experimentado un aborto. El estudio concluía que las mujeres que habían tenido un aborto tenían un riesgo un 81 por ciento mayor de sufrir problemas de salud mental y eran más propensas a intentar suicidarse, abusar del alcohol y sufrir depresión.
Hasta el momento los daños de los accidentes de tráfico obligan al pago de indemnizaciones para cuyos cálculos se apoyan en unas tablas que sirven de referencia. Los economistas abordan estos cálculos a partir de dos enfoques diferentes; el valor de lo que la persona fallecida o inválida deja de generar en términos de riqueza o la cuantía que estaría dispuesta a pagar por vivir los años que le quedarían por delante de no haber muerto. Son ambas aproximaciones imperfectas a un hecho inconmensurable como es perder la vida o verla limitada permanentemente, pero es lo que hay.
Llegará el día en que madres y padres invoquen en los tribunales masivamente que fueron inducidos a someterse a un aborto y que esa decisión les acompaña de por vida como el diálogo con el niño o la niña que no nació, como el armario del baño repleto de pastillas para supervivir. También la Economía -no tan alejada de las disciplinas de la salud como parece- tiene explicación para esto; la de la información imperfecta. En definitiva la información imperfecta sirve para argumentar que cuando tomé estas pastillas no era verdaderamente consciente de que podía matar a alguien en un accidente de tráfico o que cuando firmé el consentimiento informado para abortar, nadie me informó de los estudios científicos que advertían del riesgo posterior para mi salud mental. Se necesitará legislar en favor de atender estos otros daños para la salud mental que deliberadamente se ocultan y, para ello, será necesaria un Poder Legislativo sensible a la cultura de la vida.
- José Manuel Cansino es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino