La semana económica
La empresa se revuelve ante los constantes ataques del Gobierno
Lo ideal sería que tuviera más protagonismo en el futuro del país, como sugiere José Luis Bonet, pero la realidad hoy está lejos de ese planteamiento
El presidente de la Cámara de Comercio de España, José Luis Bonet, ha vuelto a dar una lección magistral esta semana. El que fuera presidente de Freixenet y profesor de Economía Política de la Universidad de Barcelona, un hombre de gran prestigio, intervino en la presentación del estudio sobre Clima Empresarial en nuestro país que su organización ha elaborado en colaboración con Sigmados y, como habitualmente, dejó sobre la mesa reflexiones muy interesantes.
Bonet siempre ha hablado con mucha claridad, más aún ahora que tiene 81 años, y en esta línea apuntó cuestiones como que en su Cataluña natal la mayoría se siente español y europeo, como él, y que quienes piensan lo contrario y sugieren planteamientos como una independencia que asusta y expulsa a las empresas, tan solo han conseguido que la región pierda el liderazgo que tenía en España. Como ya dijo en su día en esta entrevista que publicamos en El Debate, no cree que las más de 8.000 compañías que se han ido de Cataluña vuelvan hasta que a la región regrese la cordura (lo que en catalán llaman el seny).
En conexión con esta idea, Bonet explicaba que la empresa debe ser el centro en torno al que gire la política económica del próximo Gobierno, porque «el bienestar de los españoles depende de ello». Animaba a «robustecer el ánimo del empresario, pieza clave del país», y alertaba diciendo: «Mucho cuidado con desanimar a los empresarios». Resaltaba que el turismo lo tapa todo, pero la industria está sufriendo.
El planteamiento tiene mucha actualidad, porque, desde luego, una de las tareas en las que más empeño ha puesto hasta ahora el actual Gobierno en funciones ha sido arremeter contra las empresas.
Frente a esta idea, Bonet incide en el papel central de las empresas e incluso se refiere a ellas como parte del milagro económico, una expresión maldita en la España de la democracia que se refiere al periodo de espectacular crecimiento de la economía española que se dio entre los años 1959 y 1973. Entonces sí que íbamos como una moto, con el PIB creciendo a una velocidad del 7,7 % anual pilotada por los ministros Ullastres, López Rodó y Navarro Rubio, que introdujeron en nuestro país la economía social de mercado con un éxito incuestionable. Para los que tienen interés en aprender cómo se puede sacar a un país de una crisis y relanzarlo, y no están atenazados por los prejuicios ideológicos, es muy interesante leer cómo se gestó todo aquello en libros como las memorias de Laureano López Rodó.
No cabe duda de que la economía española busca ahora un relanzamiento, una transformación, en buena medida auspiciada por los fondos europeos, y en ella es básico el papel de los empresarios. Bonet lamenta que se les oye poco, quizá por su culpa, o porque no les hacen caso. Y así van tantas cuestiones, entre ellas la ejecución de los fondos europeos: mal.
Es bueno escuchar a los empresarios, entre otras cosas porque en la encuesta de clima empresarial dicen mayoritariamente que a ellos el año que viene les va a ir bien, pero a la economía española le va a ir mal. Sería interesante saber por qué dicen esto quienes conocen de primera mano cómo va la economía, a diferencia de los que hablan de ella desde la distancia y sin saber, cómo ocurre en muchas ocasiones con los profesores universitarios y los políticos. Quizá así podrían corregirse hechos increíbles como los que se constatan en la encuesta: que crece el porcentaje de empresarios que sabe que existen los fondos europeos y cómo se gestionan, pero solo el 21 % los solicita. Es fácil deducir que el 79 % se informa sobre ellos y renuncia a solicitarlos, y con ello concluir que están mal diseñados para que puedan ejecutarse. Es una prueba más de que el entendimiento entre el Gobierno y los empresarios no funciona como debería, y que desde luego la empresa no está hoy por hoy en el centro de la política económica, como a Bonet le gustaría.