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Fernando Rayón
Fernando Rayón

Las recetas económicas de Trump y Harris para llegar a la Casa Blanca

No les voy a explicar lo poco que a una sociedad como la norteamericana le gustan las ayudas y créditos a devolver. Ya tienen experiencias recientes de una cosa y otra y allí las deudas se pagan

Actualizada 04:30

La candidata demócrata, Kamala Harris, y el republicano Donald Trump, en su primer cara a cara

La candidata demócrata, Kamala Harris, y el republicano Donald Trump, en su primer cara a caraAFP

Ya vimos lo que dio de sí la economía en el debate Harris & Trump. Casi nada. Y fue una pena porque ambos candidatos y partidos tienen dos políticas económicas distintas —casi como el PP y PSOE— pero no pudieron abundar en ellas porque el guion de la candidata demócrata apuntaba ese día a otras cosas.

Pero la política económica de Estados Unidos no les afecta solo a ellos. Se parece mucho, al menos, a la que propone Europa. Mucho de discurso y de política. La diferencia está en que, cuando llegan los candidatos estadounidenses al poder, sus economistas ponen orden y la Reserva Federal de los Estados Unidos aprovecha para dar un golpe encima de la mesa. Justo al revés que España, donde las cabezas pensantes económicas del PSOE, hace tiempo que huyeron; y el Banco de España —nuestro organismo regulador— se ha convertido en un ministerio más del Gobierno de Pedro Sánchez. Pero vayamos con las propuestas americanas.

«Conjurar la crisis de vivienda y sostener el poder adquisitivo mediante medidas fiscales y nuevas normas» Esa es la receta de la vicepresidenta y candidata demócrata, Kamala Harris. Naturalmente, le faltó tiempo a Donald Trump para calificar la propuesta de comunista. Palabras gruesas que poco ayudan a entender lo que quizá ninguno entiende muy bien. «Donald Trump pelea por los millonarios y las grandes empresas. Nosotros, yo, lucharé para devolver dinero a los estadounidenses trabajadores y de clase media», dijo Harris en Carolina del Norte. ¿Les suena ese discurso sobre los ricos? Porque está claro que lo de las medidas fiscales ya se imaginan lo que son: una subida de impuestos clásica y bien amparada por las futuras leyes.

Harris tuvo la humorada de advertir de que en realidad el que quiere subir impuestos es Trump

Pero como la subida de impuestos que se prepara para frenar la inflación es tan flagrante, Harris tuvo la humorada de advertir de que en realidad el que quiere subir impuestos es Trump: «Quiere imponer lo que, de hecho, es un impuesto nacional sobre las ventas de productos de uso diario y de primera necesidad que importamos de otros países. Eso devastaría a los estadounidenses (…) Eso significaría precios más altos en prácticamente cada uno de sus productos de uso diario». La realidad, sin embargo, es bien distinta.

Y es distinta porque no hace tanto tiempo que Trump dejó la Casa Blanca. Y sabemos qué expresidente bajó los impuestos a las empresas del 35 al 21 %. Y aquella medida fue tan poderosa y dio tan buenos resultados que cuando llegó Biden a la presidencia, y aunque volvió a subir ese impuesto, lo dejó en el 28 %. Y lo subió fue porque el gasto público y la deuda de los Estados Unidos estaban en cifras récord de los últimos años. La receta de Trump sigue siendo la misma: bajar impuestos y mejorar la productividad antes de subir cualquier salario mínimo.

Y la de Biden & Harris fue la contraria: subir impuestos y también el salario mínimo. Les suena seguro también los del salario mínimo.

Harris ya ha prometido –quizá por aquello de que es partidaria del aborto– de ayudar a las familias con créditos fiscales si tienen recién nacidos

Por supuesto, nada es blanco y negro totalmente. Harris ya ha prometido —quizá por aquello de que es partidaria del aborto— de ayudar a las familias con créditos fiscales si tienen recién nacidos. Pero no les voy a explicar lo poco que a una sociedad como la norteamericana le gustan las ayudas y créditos a devolver. Ya tienen experiencias recientes de una cosa y otra y allí las deudas se pagan y, si no se pagan, ya saben dónde acaban.

Otra cosa que les sonará es el anuncio de Harris de que cuando llegue a la Presidencia va a controlar a las empresas que «inflan» los precios más allá de lo necesario, en particular en el sector alimentario. También Yolanda Díaz cuando era parte de Podemos quiso controlar la inflación señalando las subidas de precios de Mercadona. Nadie le explicó que de la cadena de supermercados no estaba en Europa —sí en Portugal— ni en Estados Unidos. Pero a ella aquello le daba igual. Un discurso es un discurso.

Lógicamente, a Trump le faltó tiempo para entrar en este tema como un huracán. Sabe lo sensibles que son los estadounidenses a eso de fijar precios. «La camarada Harris quiere controlar los precios. Ha habido en nuestra historia muchos intentos de limitarlos y fracasaron porque llevaron a largas colas a las puertas de los comercios; a la escasez y a una mayor desigualdad». Pues eso no solo ha ocurrido en América.

Muy interesante está siendo también el debate sanitario. A pesar de los buenos datos de crecimiento de Estados Unidos —en eso también nos parecemos— y de la relativa buena marcha del mercado laboral —nada que ver con nosotros— Harris y los demócratas saben que la inflación ha devorado muchas de las medidas que había tomado la presidencia Biden&Harris para generar un sistema de salud sostenible. Viejo debate y con una solución nada fácil. Estoy convencido de que las propuestas liberalizadoras del sector van a generar un Europa otro debate. Habrá que estar atento a ellas mientras asistimos a esos debates de sal gorda tan políticos como poco previsibles.

Harris seguirá acusando a Trump de preparar regalos impositivos a «sus amigos ultrarricos». O criticará la subida de aranceles que prepara el expresidente porque —dicen—, genera inflación. Pero esa receta trumpista es la que Europa está ya aplicando con China a pesar de las buenas palabras de Sánchez en sus viajes de autobombo.

Hace unas semanas, la Universidad de Michigan publicó un informe sobre las preferencias presidencias en materia económica. El 41 % de los consumidores consideraban que la vicepresidenta es una mejor candidata en economía, mientras que el 38 % creen que Trump es el mejor preparado en este terreno. Buena pelea. Esto no ha hecho más que empezar. Quizá por eso hay que afinar el oído y, a pesar de los insultos habituales, escuchar las propuestas que muy pronto deberemos poner en marcha en casa.

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