Francia toca fondo con un déficit desbocado y una deuda por encima del 112 %
El Gobierno pretende imponer nuevos incrementos impositivos a grandes fortunas y multinacionales
La economía francesa ha tocado fondo. Con uno de los peores déficits de la historia y una deuda pública en ascenso, es el país de la Unión Europea con mayor presión fiscal. El nuevo Gobierno de Michel Barnier ha anunciado medidas y apunta a subidas impositivas a ricos y empresas para revertir la situación.
Los datos publicados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INSEE) mostraron la alarmante situación de las finanzas galas. En solo tres meses, la deuda pública se ha incrementado en 68.900 millones hasta los 3,2284 billones de euros, el 112 % del PIB.
El Ejecutivo francés teme que el déficit público supere el 6 %, el doble de lo estipulado en las reglas fiscales y que ha obligado a la Comisión a abrir a Francia un procedimiento de supervisión. Además, la ralentización de su economía ha provocado que la prima de riesgo del país –la diferencia de rentabilidad de sus bonos respecto al alemán, considerado el más seguro– ha superado a la española por primera vez desde 2007.
«La espada de Damocles que pende sobre nosotros es nuestra colosal deuda financiera», señaló Barnier ante la Asamblea Nacional este martes. El problema del nuevo Ejecutivo galo es su poco margen de maniobra. Francia es el país de la Unión Europea con mayor presión fiscal –recaudación total de impuestos entre el PIB– y el Gobierno no quiere arriesgarse a nuevas subidas que desemboquen en protestas como las sufridas en 2018.
La solución para el país vecino podría encontrarse en los impuestos extraordinarios procedentes de grandes fortunas y empresas, al estilo de los aplicados por Pedro Sánchez en España. La próxima semana, el ministro de Economía, Antoine Armand, presentará al proyecto de ley de finanzas para 2025 y ya ha deslizado que serán los sueldos más altos y las empresas con beneficios las que sufran un aumento de la presión fiscal. Estos impuestos serán «temporales», aunque el titular de Finanzas no ha querido entrar en detalle.
Según la prensa francesa, el Gobierno pretende aumentar la recaudación entre 15.000 y 18.000 millones de euros entre el incremento de la tributación para rentas altas (3.000 millones), de la presión fiscal sobre empresas (8.000 millones) y la tributación de las energéticas y la compra de acciones (6.000 millones).
En España, el impuesto «temporal» a banca y energéticas apenas recaudó 2.859 millones de euros en 2024, cifra prácticamente idéntica al año anterior, mientras que el ingreso por el gravamen a grandes fortunas se desplomó un 94 %, hasta los 38 millones, por la activación del impuesto de patrimonio en las comunidades gobernadas por el Partido Popular. Son cifras, en definitiva, muy por debajo de los 10.000 millones que el Gobierno preveía recaudar en los dos años de vigencia.
Lo sorprendente es que el conservador Barnier haya propuesta una medida que va en consonancia con las tesis más izquierdistas y que han provocado un éxodo de millonarios europeos hacia Asia y Estados Unidos ante el temor a un aumento de la presión fiscal, como señaló hace unas semanas la consultora Henley & Partners.
Tampoco parece que en el seno de la Unión Europea haya unanimidad. Las reglas fiscales exigen a los Estados miembros una ratio de deuda pública por debajo del 60 % del PIB y un tope del déficit del 3 %, pero, al mismo tiempo, la Comisión Europea arropa el plan de Mario Draghi que propone un endeudamiento por valor de 800.000 millones de euros para recuperar la senda de la competitividad. En esta tesitura, parece improbable que países como Francia, España, Italia, Grecia, Portugal o Bélgica –aquellos con una deuda superior al 100 % de su PIB– muestren interés por hacer sus deberes.