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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el Despacho Oval

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el Despacho OvalAFP

Los riesgos de una guerra arancelaria para España: por qué Sánchez nos perjudica enfrentándose con Trump

Nuestro país tendría la oportunidad de tener aranceles más bajos por nuestro déficit comercial con los norteamericanos, pero la actitud del presidente del Gobierno puede abortarla

Muchos países se preguntan si se verán muy perjudicados por la nueva política arancelaria de Donald Trump, pero España no debería ser uno de ellos.

Como explica el catedrático Rafael Pampillón, los aranceles buscan reducir el déficit comercial de Estados Unidos con el resto del mundo, que se estima en torno a 800.000 millones de dólares anuales. «Este enfoque supondrá un impacto mayor para los países europeos que mantienen un superávit comercial significativo con Estados Unidos, como Alemania, Irlanda e Italia. Se enfrentan a una subida arancelaria con un panorama de pérdidas considerables», explica.

España, a priori, no tendría que estar en ese escenario. «Tenemos un déficit comercial frente a Estados Unidos de aproximadamente 10.000 millones de euros, de modo que podríamos conseguir aranceles más bajos con la administración Trump», indica, en una reflexión que puede verse también en este vídeo.

Sin embargo, esta oportunidad puede verse frustrada por la actitud del presidente del Gobierno. Pampillón lamenta que «el Gobierno de Pedro Sánchez ha adoptado, tanto durante como después de las elecciones estadounidenses, una postura abiertamente opuesta a Donald Trump y su equipo, en especial hacia figuras destacadas como Elon Musk».

A diferencia de otros líderes del bloque socialdemócrata, y como se explica también con detalle en este artículo, «Sánchez no ha mostrado interés en tender puentes con quien ocupa la Casa Blanca en este mandato», indica el catedrático. «Esta falta de entendimiento no es nueva: ya durante su anterior coincidencia en el poder, entre mediados de 2018 y principios de 2021, las relaciones entre ambos gobiernos fueron más bien distantes», añade.

Las empresas españolas no tienen nada que temer

Aunque esta postura de Sánchez puede perjudicarles, las empresas españolas no tienen a priori nada de lo que preocuparse tras la llegada de Trump. El economista Daniel Lacalle afirma que «ninguna empresa española debe temer a Trump. Ningún sector español debe hacerlo si el Gobierno español negocia como lo hicieron el italiano, el griego o el portugués, que consiguieron que les eliminaran los aranceles. Los aranceles serán un arma del gobierno americano para negociar unas condiciones más equilibradas para las empresas de su país en otros mercados».

Lacalle recalca que el anuncio de aranceles por parte de Trump no tiene otra razón de ser que ejercer como contraprestación a las barreras regulatorias, legislativas o medioambientales que se levantan por el mundo contra las empresas estadounidenses, en lo que califica como «una política comercial antiamericana»: «Los mercados más proteccionistas son la Unión Europea y China. Seguramente la Unión Europea va a quejarse ahora de los aranceles de Trump, pero seguro que no va a reconocer que el problema de la política económica de la UE son las trabas al comercio que existen detrás de las medidas de supuesto apoyo al medio ambiente, que en realidad son medidas arancelarias, mientras subvenciona a las empresas y sectores de Argelia, Marruecos o el norte de África. Las restricciones burocráticas y medioambientales al sector del automóvil estadounidense son tan severas que no pueden plantearse establecerse en Europa».

La victoria de Trump es «positiva para las empresas españolas. No hay más que ver el éxito que tuvieron en su legislatura anterior. Son muy bienvenidas, y si producen allí, no van a tener aranceles y los impuestos van a ser mucho más bajos», argumenta Lacalle. En su opinión se abren ahora grandes oportunidades para, entre otros, el sector petrolero, en el que está Repsol, ya que van a abrirse nuevas licencias de exploración y producción petrolífera en Estados Unidos; o el sector financiero, en donde bancos españoles como el Santander ya están poniendo el foco con insistencia en Estados Unidos.

En otros terrenos como las renovables, la cuestión está más difícil. Trump ha incidido en que las dejará a un lado para centrarse en los recursos energéticos que puedan producirse en Estados Unidos, como el shale gas, el shale oil o incluso el carbón, y tratará de que todas compitan para que la energía sea más barata, una de las grandes demandas de los votantes.

En cuanto a Indra, en principio se verá favorecida fuera de Estados Unidos por el aumento del gasto en Defensa que impondrá Trump, pero tendrá más difícil crecer en el país americano. El Estado (ahora representado por el Gobierno de Sánchez) es el accionista principal de Indra, y el Gobierno de Trump lo sabe. «Ahora parece impensable el acceso de inversiones españolas a mercados o sectores con alguna relevancia estratégica. No creo que Indra tenga alguna opción de ganar los concursos que se van a abrir en el mercado de control aéreo, que era uno de sus objetivos para 2025», señala una fuente.

La increíble torpeza de Sánchez

Como contábamos en este artículo, Trump divide a los países en amigos y enemigos. España se encuentra en el segundo grupo por tres motivos: el apoyo del Gobierno de Sánchez a la causa palestina frente a Israel, tradicional aliado de EE.UU., más aún en el caso de Trump, y a Hamás y Hezbolá en el conflicto entre Israel e Irán, gran enemigo de EE.UU.; el viaje de Sánchez a China y sus declaraciones posteriores a favor de levantar los aranceles a los coches eléctricos y a las inversiones chinas en la Unión Europea, algo para lo que él mismo se ofrecía como posible intermediario; y el apoyo o connivencia del Gobierno español con regímenes que la administración Trump considera de izquierdas y antiamericanos en Iberoamérica, y que además están apoyados por China, Rusia e Irán.

La administración Trump tiene estos argumentos muy interiorizados, y además el Gobierno de Sánchez no ha hecho ningún esfuerzo para suavizarlos. No cuenta con ningún contacto con el gobierno de Trump; tampoco el PP.

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y la primera ministra italiana, Giorgia MeloniX

Mientras tanto, otros países y gobernantes se han movido. Trump conecta bien con Macron y con Meloni, por poner algunos ejemplos europeos. Su administración tiene muy buena relación con Marruecos, porque los marroquíes se han movido muy bien. Reino Unido, Alemania o Francia se reunieron antes de las elecciones con alguna de las 17 personas que formaban parte del equipo de transición de Trump hacia el Gobierno. Entre otros estuvieron con Chris Miller, el último secretario de Estado de Defensa de Trump en su anterior legislatura. Se ofreció al Gobierno traer a Miller a España, pero no quisieron.

Las empresas españolas ya muy consolidadas en Estados Unidos, como ACS, no tendrán ningún problema (se les ve como americanas), pero los concursos que vayan a llevarse a cabo en el país en diversos terrenos, por ejemplo en la modernización de infraestructuras (ferroviaria, de carreteras...), recaerán en los afines ideológicamente a Trump y en los que conecten con su visión empresarial. El nuevo presidente de los Estados Unidos es un negociador, y parece que no tiene ninguna intención de hacer negocios con Sánchez, algo que puede perjudicar en algunos casos a empresas españolas, y en otros casos no.

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