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nuria chinchilla

La contra revolución humanizadora en la era de la inteligencia artificial

Frente a ella, las empresas necesitan competencias netamente humanas, como la creatividad, la imaginación, la empatía y la capacidad para trabajar en colaboración con otros

Actualizada 04:30

En un mundo empresarial marcado por transformaciones vertiginosas y una volatilidad sin precedentes, la gestión de personas se enfrenta a desafíos que redefinen el concepto de liderazgo. Frente al imparable avance de la tecnología y, muy especialmente, la inteligencia artificial (IA), las empresas necesitan, para ser más competitivas y sostenibles, competencias netamente humanas, como la creatividad, la imaginación, la empatía y la capacidad para trabajar en colaboración con otros. A medida que la tecnología gana protagonismo en el día a día, los trabajadores anhelamos un lugar de trabajo más humano y saludable.

Paradójicamente, vivimos una era dominada por el individualismo, el hedonismo y una creciente deshumanización en las interacciones laborales. ¿Cómo puede la dirección de personas adaptarse a esta paradoja? La respuesta podría estar en una estrategia que, aunque revolucionaria en su simpleza, es profundamente transformadora: el liderazgo del cuidado. Este enfoque no solo busca contrarrestar las dinámicas deshumanizantes, sino también construir empresas resilientes y auténticas en su propósito.

Los retos a los que se enfrentan las empresas derivan de los factores que Bauman señala como características de la sociedad líquida en la que nos movemos:

• Cambios constantes y rápidos: Las estructuras sociales, políticas y económicas son frágiles, inestables y susceptibles al cambio constante, en contraposición a las «sociedades sólidas» del pasado, que estaban más estructuradas y eran predecibles.

• Falta de certezas: En la sociedad líquida, las certezas que daban estabilidad (como instituciones, tradiciones y normas culturales) han sido reemplazadas por una incertidumbre permanente.

• Flexibilidad extrema: Se valora la capacidad de adaptarse a situaciones cambiantes, pero esto a menudo resulta en inseguridad y precariedad.

• Individualización: Las personas son responsables de construir su propio camino en un mundo sin anclajes fijos, lo que genera una carga personal de ansiedad y estrés.

• Consumismo y desechabilidad: En lugar de relaciones y valores duraderos, prima lo efímero y utilitario, ya sea en el ámbito personal o en el consumo.

Todo ello introduce elementos de toxicidad no solo en las empresas, sino en la sociedad en su conjunto. Las organizaciones empresariales que sean capaces de poner en marcha estrategias dirigidas a contrarrestar los efectos de esta liquidez, sin duda liderarán los mercados en los próximos años, porque serán capaces de atraer y fidelizar el mejor talento disponible y desarrollarán relaciones de confianza y colaboración con todos los grupos de interés.

La estrategia de dirección de personas en estas empresas sólidas estará caracterizada por:

1. Promover la relación de confianza con todos y cada uno de los empleados, a través de un estilo de liderazgo basado en el cuidado, que aspira a impulsar el bienestar de todos los que forman parte de la organización. La flexibilidad geográfica y horaria, por ejemplo, es una de las claves a tener en cuenta y gestionar. Naturalmente, esta flexibilidad debe ir de la mano de la responsabilidad y el compromiso de los trabajadores, y supone una gran ayuda a la hora de equilibrar los ejes esenciales de la vida: trabajo, familia y vida personal.

2. Establecer unas normas y pautas claras de gestión, comunicando de forma transparente las decisiones de la dirección. Conocer y compartir las reglas del juego aporta seguridad a todos los grupos de interés, desde los empleados hasta los inversores.

3. Mantener la coherencia en las decisiones a todos los niveles, como elemento clave de la confianza y el compromiso. La integridad, esa coherencia sin fisuras entre lo que se proclama y lo que se hace, abarca no sólo a la dirección de personas, sino también a ámbitos tan expuestos y críticos como el respeto al medioambiente o la transparencia financiera.

4. Generar y promover entornos de diálogo y colaboración basados en el respeto y la valoración de las diferencias, desarrollando entornos profesionales inclusivos, no discriminatorios por ninguna razón y vigilantes ante posibles abusos o injusticias.

En definitiva, la era de la tecnología y la IA requiere, paradójicamente, una contra revolución de valores humanizantes y una nueva paleta de competencias y habilidades vinculadas a la creatividad, la imaginación y el cuidado de uno mismo y de los otros. Nada hay más intrínsecamente humano que el cuidado de los demás y de uno mismo. Por ello, el liderazgo que viene será, sin duda, el liderazgo del cuidado.

  • Nuria Chinchilla es profesora de la escuela de negocios IESE
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