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José María Rotellar

Bajadas de impuestos frente a la política de subsidios: la rectificación que Sánchez no hará

Ni nada es gratis, ni el dinero crece en los árboles, sino que es fruto del expolio a los esforzados contribuyentes

Actualizada 04:30

Hace unos días escribía en El Debate sobre el paraíso envenenado del subsidio, mediante el cual el intervencionismo teje una red de dependencia, en la que trata de eliminar el espíritu de sacrificio y el esfuerzo y subvencionar a las personas aniquilando su valor profesional, para, así, tener un voto cautivo, comprado políticamente a través del subsidio.

El actual Gobierno español se distingue por dicha forma de proceder, donde su política económica se basa en un gasto ilimitado, con subvenciones por doquier, un creciente déficit estructural, una deuda exponencial e insostenible, camino de los 1,7 billones de euros y un intervencionismo atroz. Con todo ello, logra dos cosas: la primera, un crecimiento de corto plazo con el que salvar la cara, aunque lo esté destrozando en el medio y largo plazo. La segunda, tratar de que muchas personas se acomoden a la situación del subsidio y no quieran trabajar, pues cuanto más se acomode, más dependientes del subsidio serán y, por tanto, se convertirán en más fácilmente manipulables por el Gobierno.

Así, el Gobierno transforma en derechos cualquier necesidad. Hay tales disparates que incluso ya tiene que camuflarlos en un decreto ómnibus, cuya aprobación no salió adelante, para tratar de que se los aprueben con el pretexto de la subida de las pensiones, en una forma de actuar reprobable.

Cada vez que un político promete una medida de gasto, lleva de la mano una subida de impuestos

Subir las pensiones por el IPC es un error para la sostenibilidad del sistema, al ponerlo en riesgo, pero eso es otro tema adicional. Ahora, jugar con los pensionistas es vergonzoso. Del mismo modo, las ayudas para que el transporte público sea prácticamente gratuito para el usuario no son lógicas, pero también las convierte en una necesidad. Y así con todo. No obstante, peores cosas iban en dicho decreto.

Sin embargo, frente a este disparate, no hay una única política económica posible, sino que hay otra que apuesta por los impuestos bajos y la estabilidad presupuestaria, de orientación liberal-conservadora, basada en el liberalismo clásico o europeo. Si en lugar de dar subvenciones, se bajan los impuestos, como el tributo es un porcentaje que se aplica sobre el precio, la rebaja se trasladaría de inmediato a todas las transacciones en el caso de los indirectos, y liberaría renta inicial en el caso de los directos.

No se puede subvencionar todo. Las ayudas están para socorrer a una persona que lo está pasando mal en un momento determinado, pero no para hacerlas permanentes e invalidar a los ciudadanos para trabajar, porque eso destruye a una sociedad, además de empobrecerla.

O el Gobierno baja impuestos para que la economía española pueda ser competitiva o el daño será mucho más profundo y las consecuencias peores que las que ahora se vislumbran, siendo ya estas muy malas. Por eso, el Gobierno debe abandonar su dogma y ha de acometer una ambiciosa reforma fiscal, pero para bajar impuestos, que dé oxígeno a la economía, reduciendo el gasto y buscando retornar a la senda de estabilidad presupuestaria. No parece que Sánchez vaya a hacerlo, con lo que llevará a la economía española a un terreno inestable y peligroso, con crecimiento insano, que habrá, además, de disminuir y problemas de financiación. No se puede subvencionar todo permanentemente, con la subida de más y más tributos. Hay que bajar los impuestos y mantener una disciplina férrea en el gasto.

  • José María Rotellar es profesor de Economía y director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria.
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