Trump y sus tarifas: ¿un loco con pistola o un genio del libre mercado?
En momentos de incertidumbre o pánico bursátil, los inversores tienden a vender acciones (riesgo) y comprar bonos del Tesoro (seguridad), lo que aumenta la demanda de bonos

Donald Trump y la bandera de Europa
La «política» del presidente Donald Trump con respecto a las tarifas parece estar volviendo loco al mundo entero, y está generando confusión por doquier.
Intentando alejarnos por un segundo de las soflamas y cambios de dirección al cual el polémico presidente estadounidense nos tiene acostumbrados, y, dando por descontada su técnica, detallada en The art of the Deal, donde quiere 20, y pide 100 para llevarse 30, vamos a la sustancia de lo que parecería está ocurriendo.
La realidad del comercio bilateral norteamericano
El comercio exterior entre EE.UU., Canadá y Méjico es absolutamente sesgado en la actualidad. El comercio con USA representa, más o menos, el 2,9 % del PIB yanqui con cada uno de esos países, mientras que representa el 21 % del PIB Mexicano y el 30 % del PIB Canadiense. Con lo cual, y dando por asumido que a Trump le mueve siempre la ley del más fuerte, utilizar las tarifas para lograr que sus vecinos se dobleguen ante sus exigencias en otras áreas (control de las fronteras, fentanilo, transporte de drogas), tiene sentido en su esquema mental. No opino sobre la sabiduría de proceder de este modo con unos aliados históricos, pero la evidencia parece demostrar que, a corto plazo, tiene todas las de ganar.
Con respecto a China, el debate es totalmente diferente. China tiene un superávit comercial con EE.UU. de 282.000 millones de dólares, o lo que es lo mismo, el 1,05 % del PIB norteamericano, y, en términos totales del intercambio comercial, el 2,2 % del PIB americano y el 3,3 % del PIB Chino. El mercado estadounidense representa el 13 % de todas las exportaciones del país asiático. China, por su lado, importa de Estados Unidos el 0,5 % del PIB estadounidense. Claramente, en una guerra comercial, China tiene mucho que perder y lo sabe.A lo mejor el 'Mussolini de mandarina' no esta tan loco como parece y puede matar dos pájaros de un tiro.
¿Qué busca Trump con sus tarifas en el caso chino? El objetivo es muy diferente a los otros casos, dado que los chinos han basado su desarrollo económico, intelectual e industrial de las últimas tres décadas en utilizar su palanca (decreciente, por cierto), de unos costos laborales irrisorios comparados con occidente, cerrar sus mercados domésticos a productos extranjeros, y, cuando lo permiten, en el robo sistemático de toda la propiedad intelectual generada por occidente.
En el proceso han captado un capital doméstico brutal, lo cual les ha permitido convertirse en la primera potencia mundial en el comercio marítimo, una potencia militar de primer orden (con tecnología robada a Occidente), y además, proyectar su influencia sobre todo el tercer mundo, aprovechando el buenismo de las distintas administraciones americanas y europeas y adueñarse de gran parte del mundo en desarrollo. Para más inri, han sido las universidades americanas de élite las que han formado a muchos de estos científicos e ingenieros que ahora han vuelto a casa a promocionar los intereses de sus lideres.
Ante esto, Trump dice, sin decirlo: o cambiamos las reglas del juego, o te cierro mi mercado. A mí me dolerá, pero a ti te mata. Aunque son coercitivos, y ajenos a todas las tradiciones en política comercial internacional, las presiones coercitivas de Trump pueden, a medio plazo, redefinir los equilibrios aceptables en las relaciones comerciales entre naciones. ¿Cuáles son, a brocha gorda, los cambios que busca Trump? Respecto a las tarifas, una situación donde los socios comerciales de EE.UU. tengan que respetar un cierto equilibrio entre las partes donde EE.UU. no salga siempre perdiendo. Respeto a la propiedad intelectual, apertura del mercado doméstico chino y europeo a productos americanos, y la exclusión de la influencia China en ciertos espacios geoestratégicos esenciales para EE.UU.
Cada punto básico de contracción en los tipos de interés ahorra al gobierno americano alrededor de 1.000 millones de dólares
Pero esta utilización de la política arancelaria con fines geoestratégicos está generando caos en los mercados. La incertidumbre aleja al capital. La caída de las bolsas en las últimas semanas parece confirmar esta intuición. Pero esto tampoco le viene necesariamente mal al 'Agent Orange' de Key Largo. En momentos de incertidumbre o pánico bursátil, los inversores tienden a vender acciones (riesgo) y comprar bonos del Tesoro (seguridad), lo que aumenta la demanda de bonos, eleva sus precios y reduce sus rendimientos. Todo ello, al tiempo que se intenta reducir el peso relativo del sector público americano en la economía. Al tiempo que reduce la dependencia de la economía americana de la locura en el incremento en el gasto público que ha supuesto la administración Biden, enfría los mercados de capital variable, y tiende a reducir, como se está viendo, los tipos de interés de la deuda americana.
Esta observación no es baladí, en un año en el que el gobierno federal tiene que refinanciar más de 9.000.000 millones de dólares, de un total de deuda de 34.000.000 millones (no, no me confundo en los ceros), a los que hay que añadir la financiación del déficit del ejercicio en curso, que se estima actualmente en 1.500.000 millones de dólares.
Cada punto básico de contracción en los tipos de interés ahorra al gobierno americano alrededor de 1.000 millones de dólares. A pesar de que la deuda americana se financia con una mezcla de plazos, si tomamos el bono americano a 10 años como referencia, la contracción de los tipos desde finales de enero a 4,76 %, ha pasado a 4,2 %, lo cual supone un ahorro de 64.400 millones de dólares en este ejercicio fiscal, o lo que es lo mismo, el 0,23 % del PIB nacional, o el 3,6 % del déficit del gobierno federal. A lo mejor el 'Mussolini de mandarina' no esta tan loco como parece y puede matar dos pájaros de un tiro.
El ángulo europeo, una oportunidad única. ¿Sabrán aprovecharla?
Con respecto a Europa, la guerra arancelaria tiene su ángulo comercial, donde, no olvidemos, hasta los eurócratas Bruselianos reconocen que las regulaciones paneuropeas suponen una barrera de entrada real a los productos americanos (alimentos modificados genéticamente, impuestos a empresas tecnológicas en una profunda ignorancia de la nueva economía, o aranceles directos como el 10 % que se aplica a los automóviles estadounidenses, cuando EE.UU. solo aplica un 2 % a los coches europeos). Todos estos temas tienen soluciones de beneficio mutuo. No que sean fáciles, pero si, factibles.
Pero en el fondo de la cuestión está el tema de la defensa europea. Europa tiene que dar un paso adelante y financiar su propia defensa. Aquí es donde Europa tiene una oportunidad. La invasión de Ucrania ha demostrado que la nueva guerra tiene nuevos paradigmas donde los modelos de antaño se han mostrado obsoletos. De nosotros depende aprovechar esta oportunidad, o seguir con nuestro modelo de reuniones en Bruselas con café frio para no cambiar nada.
La tecnología prima
Drones, defensas antiaéreas, inteligencia artificial... Europa puede dar el salto tecnológico de la industrialización de ayer y directamente a la vanguardia tecnológica que va a definir los conflictos del futuro. Casi, para entendernos, es como pasar directamente de la telefonía fija a 5G, ahorrándose la inversión en todas las versiones obsoletas de la telefonía celular.
Si queremos que la inversión de Von der Leyen sea efectiva, no se puede gastar como siempre
Sugiero al personal que vea los productos de una start up norteamericana, fundada por el inventor de las famosas gafas de realidad virtual (que le vendió a Meta por más de 2.000 millones) Oculus , Palmer Luckey, que se llama Anduril Industries (como la espada virtuosa del señor de los anillos), que ha sido el mayor receptor de contratos del Pentágono desde que llegó Trump hace 50 días; un contrato de 22.000 millones de dólares por un sistema de realidad augmentada para los soldados de a pie, otro para proveer drones en manada, gestionados por inteligencia artificial, submarinos autónomos, o aviones supersónicos autónomos que permiten a un solo caza a controlar, con solo un piloto, más de 30 aviones de combate.
Lo mejor del modelo de Luckey, es que, en vez de funcionar con el modelo tradicional de presentar ideas que financia el erario, ha captado capital privado para desarrollar sus productos, que, una vez operativos, le vende al departamento de defensa. Venture Capital en la industria de defensa.
Los 800.000 millones de euros de la señora Von der Leyen dan para mucho. Pero si queremos que esta inversión sea efectiva, no se puede gastar como siempre. Hay que redefinir las necesidades, las oportunidades, y liberar las fuerzas creativas que ya existen en Europa, usando el dinero para recompensar a los ganadores, pero dejar que el mercado privado financie los esfuerzos iniciales. El sistema SAMBA, en el campo de la lucha antiaérea, o el sistema noruego NASAMS, son meros ejemplos.
Sin duda, hay aspectos donde la centralización y la eficiencia de volúmenes es necesaria, como en munición, carros de combate, o aviones de quinta generación. Pero esto no debe obviar la fuerza de la innovación la I&D atomizada que, no me cabe duda, va a dictar la siguiente generación de elementos tecnológicos disruptivos que definirán la defensa en la siguiente generación. Recuerdo, hace tiempo, conocer a unos ingenieros de una empresa gaditana que ya tenían, hace más de 10 años, un sistema de convoyes militares autónomos que permitían la llegada de toda la logística requerida para un frente sin poner en riesgo a ningún humano.
En Europa no falta creatividad, sobran cadenas, regulaciones y oligopolios. Y España puede fácilmente ser uno de los ganadores en esta nueva carrera armamentística. Pero para lograrlo, hay que liberar las fuerzas creativas que tenemos. Trump, metiéndonos el dedo donde el sol no brilla, nos ha brindado una oportunidad única de dar un salto existencial en nuestra relevancia en el mundo.
Y no olvidemos que, en los últimos 40 años, las grandes revoluciones tecnológicas, y por tanto, de productividad, han tenido su germen en la industria militar que luego ha sido aplicada a la industria civil y han transformado el mundo. Europa puede usar su reto actual para dar un salto existencial en su relevancia en este nuevo mundo. Considerando su desempeño histórico, tengo pocas esperanzas, pero como bien nos dijo Hesíodo en el mito de Pandora, la esperanza es lo único que queda dentro.