Las empresas españolas se preparan para la guerra
Francia, Alemania e Inglaterra se han lanzado a una negociación bilateral secreta y nuestro Gobierno ni siquiera ha intentado un acercamiento a la nueva administración americana

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump
Mientras Pedro Sánchez marea la perdiz buscando un medio para sacar adelante el incremento del gasto militar que casi ninguno de sus socios de Gobierno quiere, las empresas españolas siguen abandonadas en plena batalla con Estados Unidos por el aumento de los aranceles.
A España le va a costar medio punto elevar su coste de financiación con el nuevo incremento del gasto militar. Una financiación a diez años vista que, según las tres agencias de rating Moody's, Standard and Poor's y Fitch (que controlan alrededor del 95 % de las calificaciones crediticias de los mercados financieros), se incrementará en el futuro. Son precisamente los países del sur de Europa los que peor nos vamos a financiar. Y la razón no es otra que el Plan de Defensa que la Unión Europea ha diseñado con urgencia para aumentar el gasto militar.
No es fácil aumentar los gastos de defensa en 24.000 millones hasta 2029 (es lo que necesitamos para llegar al 2,7& de nuestro PIB) y que nuestra deuda no se resienta de por vida.
Por eso no es de extrañar que el Banco de España –sí, el exministro José Luis Escrivá– esté revisando nuestras cuentas a futuro: crecimiento, inflación y ahora productividad y, en este último caso, haya previsto crecimientos entre 2025 y 2027 inferiores al 1 %. Aunque también ha advertido que ese crecimiento -el eterno caballo de batalla de España- sea incluso menor a causa de la reducción de la jornada laboral hasta las 37,5 horas como ha previsto la inefable ministra de trabajo, Yolanda Díaz. Y es que, como ven, cada semana hay nuevos datos, en este caso del propio Banco de España, que advierten de que las cosas no van bien. Y de que el cohete económico de Sánchez es una bengala a punto de consumirse.Pues bien, a toda esta fiesta hay que añadir la de nuestras empresas. No voy a insistir en la injerencia del Gobierno en ellas. El otro día me decía un ejecutivo del Ibex35 que no hay entidad que no haya sido tocada o advertida por el Gobierno: desde los bancos –todos– hasta las constructoras, las tecnológicas, energéticas… y lo último que acaban de encontrarse son los aranceles de Trump. Ya sé, me dirán, que este, precisamente este, no es un problema provocado por el Gobierno, y es verdad. Pero mientras Francia, Alemania e Inglaterra se han lanzado a una negociación bilateral secreta que deja a la Unión Europea nuevamente en solfa, España ni siquiera ha intentado un acercamiento a la nueva administración americana.
Y como no hay contactos, tampoco ha habido reacción oficial al anuncio de Trump de imponer un arancel del 200 % a las bebidas alcohólicas europeas, una decisión que supondría poner en riesgo los 326 millones que España vende cada año de vino a Estados Unidos. Cataluña y La Rioja serían las dos comunidades más perjudicadas con esta medida, según el informe de la Interprofesional del vino de España. Cataluña perdería 77,5 millones y La Rioja 53,7. Pero ojo que la tercera comunidad que más pierde es el País Vasco. ¿Y qué vinos vende el País Vasco a Estados Unidos se preguntarán ustedes? Pues nada menos que 36,4 millones pues la producción de Rioja en Álava es también muy importante.
Y todo esto si hablamos de números absolutos. Porque en los relativos la sangre para nuestra economía es también muy grande. Galicia es precisamente la región que se vería más perjudicada con estos aranceles. Las exportaciones gallegas a Estados Unidos representan el 41 % de su total y solo de la denominación de origen Rías Baixas las ventas al amigo americano suponen 23,4 millones. Y son 85 las bodegas que exportan ese vino a Estados Unidos. Un peso enorme si lo comparamos con La Rioja, que solo exporta a aquel país el 15 % de sus ventas exteriores.
La guerra comercial que empezó Trump sí que tenía una estrategia bien diseñada. No son ocurrencias de Trump. Sería un tremendo error pensar así
Nuestra empresa más perjudicada sería Freixenet-Segura Viudas. Sus ventas americanas superaron los 50 millones y, aunque tanto ellos como Codorníu tienen bodegas propias en California, el montante que está en peligro supera con mucho las expectativas de crecimiento de sus viñedos americanos. Pero tanto en los espumosos como en el Consejo Regulador del Vino de Rioja saben que triplicar el precio de cada botella sería renunciar a que fuera competitivo con los caldos de otros países. Y aunque un ministro dijo hace unos días –las bromas de nuestros políticos ya no hacen gracia a nadie– que «habría que vender más vino a China» estaba claro que ignoraba que ya desde finales de 2024 el gigante asiático impuso unas tasas sobre las importaciones de brandy de casi el 35 %. Que se informe.
«Lo que no podemos es hacer el ridículo –añade un bodeguero de los que más exporta a Estados Unidos–. Cuando Trump anunció sus aranceles al acero, aluminio y productos agroalimentarios europeos, Europa respondió haciendo lo propio con el bourbon, los vaqueros y las motos y claro, Trump se ha venido arriba y ha contraatacado con el vino. Las guerras las ganan siempre los más fuertes y ya sabemos que nosotros tenemos todas las de perder. Lo que se impone y nosotros hemos pedido es hablar. Ya tenemos noticias de que Francia está negociando su champagne, y también sabemos que el Gobierno español ha hecho un movimiento a través de la embajada de Washington que no ha ido a ningún lado. Lo que no pueden pretender es que nosotros paguemos la guerra del acero. Realmente nos sentimos abandonados por la falta de reacción de la Unión Europea y de nuestro Gobierno».
Ayer mismo, la UE salía de su fin de semana para confirmar que está dispuesta a negociar los 26.000 millones de aranceles al whisky, las Harley-Davidson o los Levi's imponían a partir del 1 de abril. Y es que la guerra comercial que empezó Trump sí que tenía una estrategia bien diseñada. No son ocurrencias de Trump. Sería un tremendo error pensar así. Algo parecido al comentario de una de nuestras vicepresidentas: «pues tendremos que beber más vino». Y se quedó en su paz.