Llorar y repartir
Desde una perspectiva económica, pocas veces se repara en que el culto a las imágenes que procesionan en Semana Santa mueven esa redistribución de la renta precisamente por mor de su Catolicismo y no del Protestantismo
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Así reza la tercera de las bienaventuranzas extraídas del capítulo 5 del Evangelio de San Mateo. De ellas, de las bienaventuranzas, escribió Benedicto XVI que son el autorretrato de Jesucristo. Lo hizo en su obra Jesús de Nazaret. En ella reflexionaba el Santo Padre sobre el Sermón de la Montaña y afirmó que las Bienaventuranzas no solo son un programa ético o espiritual, sino que describen el rostro mismo de Jesús y, en consecuencia, el ideal de vida cristiana.
Así pues, apoyados en este testimonio de autoridad teológica, las lágrimas que vemos derramarse en estos días de procesiones y cofradías derivan, en última instancia del ideal de vida cristiana. Ese ideal, a través de la virtud de la Caridad, redistribuye la renta y la riqueza de manera voluntaria. Lo hace, por tanto, a través de un resorte radicalmente diferente a la redistribución realizada por los Estados pues esta deriva de su poder fiscal para exigir el pago de tributos de manera desigual entre quienes tienen diferente capacidad de pago. Deriva también de su poder legal para poner en marcha los programas de gasto público.
Desde una perspectiva económica, pocas veces se repara en que el culto a las imágenes que procesionan en Semana Santa mueven esa redistribución de la renta precisamente por mor de su Catolicismo y no del Protestantismo. En buena medida las Hermandades y cofradías más antiguas nacieron de la respuesta de la Iglesia Católica en el Concilio de Trento al desafío luterano. Los católicos no sólo somos Fe somos Fe y Obras y buena parte de ellas nos mueven a la Caridad.
Los hay que derraman lágrimas por cobardía, propia o ajena. En este sentido, ni han sido pocos ni han guardado unánime silencio los que han derramado lágrimas en estas fechas por la claudicación de la Jerarquía Eclesiástica responsable de entregar la cabeza del prior de la Basílica del Valle de los Caídos, el padre Santiago Cantera, como parte de las exigencias del gobierno. Cada cual pone sus propios aranceles y siempre hay quien anda solícito a pagar peajes.
Pero hay también quienes, al derramar sus lágrimas, permiten que su mirada sea limpia. Esas lágrimas son de valentía. Llorar es también una acción valiente.
Es esa lágrima que mueve a miles de ciudadanos a salir de la ética del ensimismamiento, para la que Dios es prescindible, para abrazar una ética de renuncia a uno mismo es parte de la bienaventuranza y, desde el rigor teologal de Benedicto XVI, parte del autorretrato del Jesucristo que encarnan las imágenes que se veneran en las calles estos días.
- José Manuel Cansino es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino