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El ingeniero y académico Francisco González de Posada

El ingeniero y académico Francisco González de PosadaCedida

Entrevista

Francisco González de Posada, autor de 8 tesis doctorales: «Los niveles de exigencia académica han disminuido notablemente»

Ingeniero de formación y dueño de un extenso CV de 165 páginas, ofrece su primera entrevista a un medio de comunicación para hablar sobre su carrera y el estado de la educación en España desde la experiencia que le otorgan sus ocho décadas de vida

Al cumplir los 80 años, la mochila de experiencias académicas y laborales de cualquier persona glosa las innumerables idas y venidas de una larga y versada vida repleta de vicisitudes. Pero a pesar de todo, hay casos que deslumbran más aún por su excepcionalidad. Uno de ellos es el del ingeniero Francisco González de Posada (Cádiz, 1942), autor de nada menos que ocho tesis doctorales (que se dice pronto) hasta el momento y dueño de un CV capaz de abrumar a cualquiera (la versión extensa ocupa 165 páginas, incluyendo cargos, títulos, publicaciones y premios, entre otras cosas).

Licenciado en Filosofía y Letras y Ciencias Físicas, excatedrático y rector de la Universidad de Cantabria, miembro de un amplio número de Reales Academias y biógrafo de Leonardo Torres Quevedo son solo algunos de los hitos de su carrera, sobre la que habla con El Debate en su primera entrevista a un medio de comunicación.

–Pocas personas pueden presumir de haber firmado ocho tesis doctorales y estar en camino de la novena.

–Efectivamente, no parece propio de nuestro tiempo, de creciente especialización, una extravagancia de esta naturaleza. Y lo es tanto por el número de tesis doctorales, como quizás aún más por sus disciplinas, de amplio espectro: Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, Teología, Filosofía, Sociología, Medicina, Filología Hispánica, Historia y Química. En el marco eclesial existen estudiosos con doctorados múltiples en Filosofía, Teología y Derecho Canónico o Historia o Letras. En otros ámbitos, pueden observarse meritorios ejemplos un poco más complejos y variados que alcancen tres, o quizás cuatro, doctorados, pero, en todo caso, son escasos.

–¿Qué es lo que le ha motivado para alcanzar ese extraordinario número?

–El origen puede situarse en los inicios de los estudios universitarios, siendo el causante el obispo de Málaga, Mons. D. Ángel Herrera Oria, radicado en Madrid. Fue él quien me concedió una beca para su última creación, la Escuela de Ciudadanía Cristiana (Colegio Mayor Pío XII), que imponía como condición complementaria a los estudios elegidos –en mi caso, Ingeniería de Caminos– cursar una de ‘sus’ carreras, Sociología o Periodismo (que no existían en las universidades públicas).

En aquel contexto decidí, entre dimes y diretes, cursar una tercera, Físicas, camino formal que continué en las cátedras de la Universidad de Cantabria y de la Politécnica de Madrid. Durante el ejercicio de dicha cátedra la tarea consistía en estimular a mis discípulos, en los ámbitos que me eran más queridos, a que realizaran sus tesis doctorales de Ingeniería de Caminos, Física, Filosofía, Matemáticas y Química en las Universidad Politécnica de Madrid, la de Cantabria, la Complutense y la de Oviedo.

La jubilación invitaba a superar el extenso ámbito de las asignaturas pendientes y en ello estamos. De manera complementaria me es grato recordar que mi mentor, el Cardenal Herrera Oria, fue precisamente el fundador de El Debate en su inicial etapa.

–¿Cuál es la parte más difícil de realizar una tesis doctoral?

–Aunque pueda parecer extraño, recuerdo, ocasión tras ocasión, el discurso de Enrique Moles, considerado ‘padre de la Química española’, en 1934 en la Academia de Ciencias, en el que tras hablar de las patrias y las dificultades que tanto ellos como otros encontraron, alcanza una conclusión final: «El enemigo fue siempre el mismo: la Administración y la burocracia», versión más seria que la del «vuelva Ud. mañana» de Mariano José de Larra.

El mayor enemigo del investigador académico es la administración y la burocracia

–¿Hay alguna, de todas ellas, que le haya suscitado un mayor interés a la hora de afrontarla?

–Aunque pueda parecer un tanto extraño, posiblemente fuera la dedicada al estudio de La mujer en la novela de Miguel Delibes, doctorado en Filología Hispánica. Realizada en un tiempo récord, para ella se hizo uso de conocimientos de metafísica, física, filosofía social, sociología, historia... para el establecimiento de los convenientes arquetipos y tipos concretos de mujer estudiados por el novelista, con el que, anecdóticamente, comparto la condición de ser hijo adoptivo de Molledo (Cantabria). Se superó con creces al enemigo tradicional referido, dada la eficaz actividad de la directora, virtud exquisita que unía a sus brillantes conocimientos literarios la catedrática María Ángeles Álvarez Martínez de la Universidad de Alcalá. Quiero añadir que… ¡hasta el momento!, en la esperanza de que la próxima o próximas susciten aún mayor interés.

–¿Qué campos de estudio le interesan más? ¿Cuáles son las preguntas sin respuesta que le gustaría resolver?

–Han ido evolucionando a lo largo de mi vida universitaria. En los primeros años (1966-77) mi dedicación se centró en elaborar un extenso campo de libros de Álgebra y Análisis Vectorial y Tensorial (Matemáticas, 8 volúmenes) paralelamente al estudio de obras hidráulicas en el Laboratorio del Centro de Estudios Hidrográficos. Posteriormente, con el acceso a la cátedra de Santander y rectorado de la Universidad de Cantabria (1977-87) a la Física y Filosofía. En el período de la cátedra de Madrid (1987-2012), a los campos de Cosmología e Historia, con trasfondos filosófico y científico, al modo de conocimiento crítico, planteamiento de problemas y elaboración de respuestas ante la ausencia de auténticas soluciones.

–Su CV es prácticamente interminable. ¿Cuál es la etapa de su vida en la que haya disfrutado más laboralmente hablando?

–Si me ciño al adverbio ‘laboralmente’, sin ninguna duda, la actualidad, cuando estoy ya libre las ataduras implícitas en las obligaciones usuales de asistencia al despacho y laboratorio, corrección de exámenes, reuniones de departamento, etc. Y esto a pesar de que difícilmente puedan encontrarse otras situaciones laborales que faciliten más libertades que la de profesor universitario, más aún en las escuelas técnicas.

–¿Hay algo que le quede pendiente de aprender o abordar académicamente tras 8 tesis?

–Recordaré a Erasmo de Rotterdam en uno de sus adagios más significativos: «En el estudio no existe la saciedad». Este es, por una parte, el frontispicio; por otra, la convicción, y, por una tercera, la conciencia creciente acerca de la ignorancia que a uno le inunda, aunque pudiera creerse que rebosa sabiduría.

Ni la Universidad ni la Academia ni la Ciencia han gozado en España de los reconocimientos que les es debido por las altas magistraturas del Estado, aunque sí por la población

–¿Cómo valora la actividad académica actual en España? ¿Hay más o menos que antes?

–En la acepción universitaria del término ‘académica’, la actividad está en claro proceso de devaluación en los tres grupos de elemental clasificación: profesorado, alumnado y el propiamente institucional. Esto desde la Ley de Reforma Universitario, que con tanto empeño se originó y tan mal se aplicó y desarrolló desde sus comienzos, en 1984.

En la actualidad, en la pretensión no formulada de que se generalice la condición de universitario, hemos asistido a una tan generosa como absurda proliferación de universidades, de facultades, de títulos, de asignaturas y de alumnos, disminuyendo notablemente los niveles de exigencia. En la acepción, menos usual, referida a las Reales Academias del Instituto de España, ámbito que hoy me es más asiduo por mi plural pertenencia, considero lamentable el desprecio gubernativo (consideración formal y presupuestaria) al que están sometidos los ‘senadores de la cultura’ de España.

–¿Está lo suficiente reconocida por parte de las instituciones? ¿Qué echa en falta?

–Sin que tenga nada de novedoso mi juicio, ni la Universidad ni la Academia ni la Ciencia han gozado en España de los reconocimientos que les es debido por las altas magistraturas del Estado, básicamente por los sucesivos gobiernos. Paralelamente, la población, desde sus distintas clases sociales, sí ha otorgado reconocimiento a la institución universitaria, y especialmente a la condición de académico.

–¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?

–En la presente altura de la vida: pasear (mejor con nietos, para establecer un mayor contacto con las nuevas generaciones), conferenciar y pensar.

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