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LOS RIDÍCULOS DE LA EDUCACIÓNJosé Víctor Orón Semper

El mito de que los niños necesitan límites

El educador tiene que hacer propuestas de síes, no propuestas de noes. Hay que dejar que los noes sean consecuencia de los síes.

Actualizada 04:30

Imagina que una mujer le pregunta a su marido, «Pepe, ¿por qué te casaste conmigo?», y le contesta «es que Susana y Margarita me dijeron que no». Me imagino que el desastre es inminente.

La lección que se saca de esto es que los noes no justifican los síes. Desde el sí, se llega al no, pero nunca al contrario Los síes, si son de valor se justifican a sí mismos. Dicho de otra forma, Desde lo menor, no se alcanza lo mayor. Y desde lo mayor, lo menor brilla con todo su esplendor.

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Poner un límite es decir «no» a algo. De ordinario se justifica diciendo que el no da seguridad al niño que los niños necesitan los noes, que los niños necesitan tal instrucción. Partiendo de esta justificación, se dedican a identificar los noes, ignorando que los noes nunca se justifican a sí mismo. Es bastante probable que quien requiere de los noes sea el educador en aras de su paz psicológica, aunque esa necesidad desde luego no es de los niños.

El educador tiene que hacer propuestas de síes, no propuestas de noes. Hay que dejar que los noes sean consecuencia de los síes. Volvamos al ejemplo de Pepe, si es que aún sigue en pie. La propuesta es casarse con alguien, no, no casarse con alguien. ¿Por qué casarse con su mujer? Toda respuesta que no sea «porque sí, por ti», puede ser problemática. «Me quiero casar contigo, porque me quiero casar contigo; estar contigo se autojustifica, no es por algo por lo que me quiero casar contigo, sino que es por alguien. Ciertamente, al casarme contigo muchos algos acontecen, pero la razón para estar contigo solo eres tú. Me caso con alguien no con algo. De ahí que los algos no justifican que me case». Los síes necesitan estar auto-jusificados para que tengan valor.

Desde ese sí, Me quiero casar contigo, surgen de forma natural los noes. Ya que estar casado con alguien implica decir no a otros posibles casamientos.

Con este razonamiento no se está negando la existencia de límites, lo que se cuestiona aquí es que la propuesta educativa esté basada en proponerlos. Por el contrario, lo que corresponde es proponer síes solo síes y síes de valor. Los noes no se proponen, sino que surgen como consecuencia de los síes; No los pone nunca el educador, sino que surgen de la actividad que tiene valor en sí misma y es a la que hemos propuesto.

También carece de sentido una propuesta que planteara introducir tanto síes como noes. Insisto, solo tiene sentido que se propongan síes. Ni siquiera es necesario que el educador, señale los noes, sino que estos dependen y se deducen de la actividad. Los noes se evidencian y eso lo pueden hacer dialogando educador y educando. De tal forma que la existencia de un no podrá ser molesta, pero nunca será caprichosa.

Si el educando percibe que los noes los introduce el educador, simplemente porque sí, descubrirá que el educador busca principalmente manejarle, dirigirle, en vez de preocuparse por sí mismo o su propio crecimiento.

De todo lo expuesto anteriormente, se puede deducir, que el niño no obtiene seguridad por la existencia de límites, sino de la existencia de una relación que está a salvo de cualquier cuestionamiento. El niño no necesita claridad intelectual para abordar una tarea, pues incluso maneja mucho mejor que el adulto, la incertidumbre y la indeterminación. La tranquilidad al niño no se la da la ausencia de estas en relación a las cosas, sino la estabilidad de las relaciones personales.

Si los adultos gestionamos mal la incertidumbre y la indeterminación no es por ella en sí misma, sino por la obsesión de tener que controlar todo. En ese caso, la incertidumbre y la indeterminación se levantan como enemigas del control. Pero como decía uno «no hay temor en el amor». Cuanto más espacio le damos al miedo, más se acrecienta. Cuanto más descanse un adulto en la seguridad de poner límites, más miedo desarrollará y, por tanto, más límites necesitará establecer.

El profesor, en su aula, puede proponer una actividad de valor, motivarla y conseguir que la actividad sea querida por todos y generar una intención común sobre ella. La pregunta inicial que dirigiría a los alumnos sería, por ejemplo: ¿Cómo podemos lograr tal actividad? Es, en las contestaciones que surjan, dónde se podrán de manifiestos los noes como recursos para lograr el sí de la actividad

Si bien no es realista que el profesor actúe así con cada actividad, es fundamental que busque en sus propuestas dar protagonismo al sí. De este modo, poco a poco, se irá transformando el estilo educativo para poner al sí en el centro de sus planteamientos. Y si en algún momento, por ganar tiempo adelantase los noes tras los síes tampoco pasa nada. Se vivirá bien, porque ya se ha generado un estilo.

Hay una diferencia abismal entre el profesor cuyo planteamiento de fondo es el de conseguir que los alumnos hagan la actividad prevista, y el que se plantea la clase como un lugar de encuentro y crecimiento entre personas a partir de lo que él o ella ha previsto.

  • José Víctor Orón dirige Acompañando el Crecimiento y es responsable de la Unidad de Educación Médica de la Universidad Francisco de Vitoria

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