Los tesoros que esconde el majestuoso Salón del Trono del Palacio Real

Si el Comedor de Gala sorprende a primera vista, entre otras cosas, por su longitud, el Salón del Trono lo hace además, por la majestuosidad de su decorado. Alfombras, candelabros, balcones, espejos, oro, terciopelo rojo. Su arquitectura, pintura y escultura, así como el mobiliario y los elementos decorativos que aquí se encuentran, hacen de esta estancia «una obra maestra de singular armonía», como explican desde Patrimonio Nacional. Recibe el nombre también de Besamanos del Cuarto del Rey, de Reinos o de Embajadores.

El que es uno de los espacios más destacados del Palacio Real se abre imponente para acoger ceremonias tan significativas como la Pascua Militar –cada 6 de enero–, las recepciones reales al Cuerpo Diplomático o con motivo de la Fiesta Nacional. Esta última, de hecho, se recuperó, aunque con aforo reducido, el pasado 12 de Octubre, después de que en 2020 no pudiera realizarse por la pandemia. Incluso, en 2015 fue la primera vez que el mensaje de Navidad del Rey se pronunció desde este lugar, y no en el Palacio de la Zarzuela como se hace tradicionalmente, lo que reforzó la imagen de la monarquía en medio de un contexto de crisis política.

Los protagonistas de esta sala, y de ahí su nombre, son el trono del Rey y el de su consorte, donde simbólicamente reside la soberanía española. El sillón original, perteneciente a Carlos III, se ubica en la Sala de la Corona, una estancia que se abrió al público por primera vez en 2014 y en la que se encuentran custodiados los símbolos más representativos de la Monarquía española, entre ellos la Corona, el Cetro –que pertenecen a las Colecciones Reales y fueron utilizados en la proclamación del Rey Felipe VI–, el collar de la Orden del Toisón de Oro y el sillón, ya mencionado, que ha servido de modelo para los posteriores.

Por el que constituye el palacio más grande de Europa Occidental han pasado muchos reyes españoles, y fruto de ello es la mezcla de estilos diferentes a lo largo de las estancias de este edificio de más de 135.000 metros cuadrados. Fue Felipe II quien, en 1561 ,convirtió una fortaleza medieval en la residencia oficial de los monarcas de España. Si bien es cierto que el Palacio Real como tal se crea en el siglo XVIII, cuando tras el incendio en la Nochebuena de 1734, Felipe V ordenó iniciar las obras, que terminaron en 1751, prolongándose unos años más hasta completar la decoración escultórica del exterior. 

La de Carlos III fue la primera corte que se instaló en él, concretamente en 1764, y es en esta época cuando se evidencia la influencia italiana. Del reinado de este monarca, precisamente, es la decoración del Salón del Trono. Como detallan desde Patrimonio Nacional, fue concebida por el hombre de confianza del rey, el conde de Gazzola, y desde que se finalizara en 1722 –con una restauración durante los años 90– se ha conservado tal y como fue realizada.

El lugar central del salón aparece ocupado por el solio sobre el que descansan los dos sillones rojos, que quedan flanqueados por dos estatuas, que representan la Justicia y la Templanza. Y en las gradas, cuatro leones de bronce que fueron esculpidos en el taller romano de Matteo Bonicelli en 1651 y, en un principio, encargados para decorar el Salón de los Espejos del Alcázar.  

Fue Gazzola quien encargó el diseño del inmobiliario a Giovanni Battista Natali. Este arquitecto barroco realizó las doce consolas con los marcos de espejo, típicos del rococó italiano, que rodean el gran salón de palacio. Por otro lado, el escultor francés Robert Michel ideó los motivos de los medallones de estuco, tal y como explican desde Patrimonio Nacional. Además, alrededor del solio se contemplan arañas de plata y cristal de roca, candelabros de estilo imperio encima de las consolas, tapices, bronces y cuatro estatuas flamencas que representan a Mercurio, Júpiter, Saturno y Marte y que pertenecen a la serie de los Siete planetas, fundida por Jonghelinck en 1579.

Por otra parte, la decoración del salón se completa con cuatro relojes: uno de estilo Luis XVI, con caja de ébano y bronce, obra del relojero francés Ferdinand Berthoud, y datado en 1780 aproximadamente; otro de ébano, de estilo rococó inglés, construido por John Ellicott; y, finalmente, dos ejemplares de bronce y mármol blanco, firmados por Furet y Godon, y Coteau y Godon, describen desde Patrimonio Nacional. 

Cubriendo el salón, la bóveda alberga un gran fresco de Giovanni Battista Tiepolo, que sirve para glorificar La grandeza y el poder de la Monarquía española. En el centro, el trono español custodiado por Apolo y Minerva y las figuras que representan el Arte de Gobernar, la Paz y la Justicia, la Virtud, la Abundancia y la Clemencia. Además, sobre la cornisa aparecen representados los territorios de ultramar adscritos a la Corona y los reinos peninsulares: Andalucía, Aragón, Castilla y Granada.

Con la llegada al trono de Carlos IV, se llevó a cabo una renovación decorativa del Palacio que el monarca encargó a Francisco Sabatini, arquitecto también de Carlos III, y el Salón del Trono iba a ser una de las salas protagonistas. No obstante, como explican José Luis Sancho, investigador en Patrimonio Nacional, y Raúl Gómez, doctor arquitecto de la UPM, en su artículo El salón del Trono de Carlos IV en el Palacio Real de Madrid por Francisco Sabatini, la obra de esta estancia quedó interrumpido dos años después de iniciarse. De haberse llegado a realizar, el conjunto decorativo que concebió Gazzola se habría remplazado por completo. Tras la renovación habría constituido, en palabras de los expertos, «el más magnífico interior neoclásico español», con mármoles de color y bronces dorados.