Exclusiva El Debate
Sánchez declara secreto de Estado el coste y los resultados de su fallida gira en Estados Unidos
Moncloa se niega a aclarar para qué sirvió la gira americana del presidente, sin ningún contacto en Washington, y esconde qué comitiva acompañó a Sánchez y con qué resultados. Aquel fracaso y el rechazo de Biden explican ahora la rapidez del Gobierno en sumarse a las operaciones en Ucrania
Dos imágenes de estos días ayudan a entender cómo la política internacional de Pedro Sánchez es una mezcla de golpes de efecto de autopromoción y de profundo retroceso en el tablero geoestratégico mundial.
Mientras él desataba la enésima crisis de Gobierno con Podemos por lanzarse el primero a enviar un contingente militar al Mar Negro y Bulgaria que ni Francia ni Alemania habían aún anunciado y sin consultarlo con el Rey ni pasar por el Congreso; Felipe VI se encargaba en Fitur de intentar enderezar las relaciones diplomáticas con Marruecos, rotas por el presidente tras acoger en España, a escondidas, al líder del Polisario, Brahim Gali.
La rapidez de Sánchez en intentar agradar a la OTAN y a la Casa Blanca en el conflicto entre Rusia y Ucrania probablemente se explique por este episodio que hoy revela El Debate, síntoma de las malas relaciones exteriores de Moncloa que tres relevantes diplomáticos resumen a este periódico de manera casi idéntica:
«La Administración americana ve a España próxima al «eje del mal» que sacude Latinoamérica con Cuba y Venezuela en el epicentro de un terremoto con réplicas en Perú, Chile o Ecuador. Marruecos mira por encima del hombro a Sánchez desde su privilegiada relación con Washington e Israel. Y en Occidente, en general, se desconfía de un Gobierno con ministros capaces de dar información delicada a La Habana, Caracas o Teherán». Quizá por eso España fue excluida, el pasado mes de octubre y por decisión directa de Joe Biden, del Foro de Ciberseguridad al que sí fueron invitados 30 países de la confianza de Washington, desde el Reino Unido hasta los Emiratos Árabes o Australia.
Sánchez vendió en España una gran gira americana, sin contactos políticos, para lograr inversores. Seis meses después, Moncloa se niega a explicar para qué sirvió y apela al secreto de Estado
Si esas son las consecuencias, un recelo extremo que no zanjará la extrema rapidez de Sánchez en sumarse al conflicto en la frontera ucraniana, lo que a continuación se narra son los antecedentes a partir de un episodio determinante para entender el rechazo americano y, a la vez, los intentos del Gobierno del PSOE por disimularlo con un episodio que resume toda la parafernalia hueca de la acción exterior española. Y su ya casi endémica opacidad.
Rumbo a Estados Unidos
El 21 de julio pasado, una imagen de Pedro Sánchez abrió a bombo y platillo buena parte de los telediarios. Se veía al presidente, trajeado y rodeado por una multitud de asesores y acompañantes, surcando la mítica Quinta Avenida de Nueva York mientras Moncloa promocionaba el momento.
Se trataba, nada menos, del arranque de una gira norteamericana de «promoción económica e inversión» que le llevaría también a Los Ángeles y San Francisco: no había agenda política alguna en Washington, pero con esa expedición se pretendía compensar la mala imagen ofrecida tras su «encuentro» de 20 segundos y a regañadientes con Joe Biden en una reciente cumbre de la OTAN, vendida como un gran éxito por Iván Redondo en lo que fue casi su último servicio a la causa propagandística de un dirigente que acabó harto de sus inventos.
Seis meses después de aquella campaña, no consta ningún resultado positivo de aquel costoso viaje y, al contrario, el gasto de la expedición, la identidad de los acompañantes y el propio objeto de la «misión internacional» se han sumido en otro silencio de Moncloa, con el mismo «modus operandi» que ya le ha costado al presidente un disgusto ante la Audiencia Nacional y el Consejo de Transparencia por el uso indiscriminado y opaco del célebre Falcon.
Así consta en el informe oficial firmado por la Secretaría General de la Presidencia del Gobierno en el que, a instancias de El Debate, se reconoce que «no existe documentación alguna que contenga los acuerdos realizados o comprometidos en el mencionado viaje».
En aquellas fechas, los servicios de comunicación de La Moncloa sí difundieron a los cuatro vientos la agenda del presidente, con especial insistencia en una «reunión de Pedro Sánchez con inversores en la Oficina Económica y Comercial de España» en Nueva York de la que ahora, sin embargo, no es capaz de dar un solo detalle o explicar una consecuencia positiva.
Aún más, la intendencia de Sánchez vuelve a apelar a la «confidencialidad» y al secreto de Estado, una de sus excusas habituales inadmitidas luego en instancias legales, para ahorrarse la rendición de cuentas sobre el viaje.
«No se puede conceder el acceso a la información relativa a los acuerdos planteados o adoptados, en caso de haberse adoptado, toda vez que actúa el límite sobre la garantía de la confidencialidad y secreto requerido en procesos de toma de decisiones legalmente previsto, pues atendiendo al «test de daño» (…) sobre la aplicación de un gran perjuicio, concreto, definido y evaluable, toda vez que la publicidad de dicha información podría influir y comprometer las negociaciones que pudieran estar llevándose a cabo por el Gobierno de España, suponiendo a largo plazo un perjuicio económico. Por este motivo, no se puede facilitar información al respecto», reza la insólita contestación formal de Moncloa a este periódico.
Y todavía resulta más indiciario de la opacidad de Moncloa el sorprendente argumento esgrimido, en documento oficial, para no rendir cuentas: Sánchez intentó justificar la ausencia de contactos previstos en Washington, derivados de la frialdad de Biden con un presidente aliado con un partido de alma chavista, alegando que era un viaje estrictamente económico y empresarial.
Pero sin embargo, para minimizar el probable fracaso en esa área y profundizar en el ocultismo, apela de manera insólita al Ejecutivo americano para ahorrarse explicaciones:
«Respecto de la información solicitada sobre las comunicaciones efectuadas y recibidas del Gobierno Estadounidense preparatorias del viaje y de las reuniones organizadas, actúa el límite al derecho de acceso recogido en el artículo 14.1.k), pues al ser comunicaciones internas entre ambos ejecutivos, están protegidas por el límite de la garantía de la confidencialidad o secreto requerido en la toma de decisiones».
Las excusas de Sánchez
Esa precaución, que suena a excusa por la falta de avances, no existió para vender con todo detalle la identidad de las empresas que atendieron a Sánchez en una gira en la que él mismo definió los objetivos durante una entrevista en el programa «Morning Joe» de la cadena MSNBC:
«España está definiendo la hoja de ruta para modernizar su economía y quiere contar con el sector privado de EE.UU. Por eso hemos viajado aquí. Ambos países debemos ser aliados frente a los grandes retos globales», dijo de viva voz Sánchez.
De hecho, su equipo difundió la nómina de presentes en el encuentro neoyorquino, básicamente bancos y fondos de inversión: Arenas Management Corporation, Bank of America, Blackstone, Bank of New York Mellon, Brookfield Asset Management, Roko Capital Management, JP Morgan, LCatterton Partners, Lone Star Funds, Morgan Stanley, Providence Equity Partners, Soros Fund Management, Wellington Management Group o AmCham Spain.
Pero de nada de eso existe ahora huella de acuerdo alguno y la publicidad de todos los detalles del viaje mientras se producía ha dado paso a un secretismo absoluto para rendir cuentas que recubre a la propia expedición en su conjunto, sobre la que también se ocultan datos básicos sobre su origen y justificación:
«En lo referente a la documentación justificativa de la necesidad de realizar el viaje, le informamos de que no existe ninguna documentación de ese tipo, en ningún soporte, en poder de este órgano», reconoce de manera literal el Departamento Jurídico de La Moncloa.
No es la única «confesión» recubierta de supuesta discreción diplomática que incluyen los dos escritos remitidos a El Debate tras la interpelación del periódico al Gabinete de la Presidencia y al propio presidente del Gobierno.
Los gastos de Pedro Sánchez
Si sobre el balance de aquella gira que no incluyó a Joe Biden por desdén de la Casa Blanca no hay nada firme, sobre los ingentes gastos que supuso para el erario público tampoco: ni de la amplia comitiva en general ni de Pedro Sánchez en particular.
En EE.UU. preocupan Cuba y Venezuela. Y la presencia en el Gobierno de amigos de esos regímenes o la amistad con ellos de Zapatero afecta a la credibilidad de Sánchez
«No es posible individualizar el importe que corresponda a gastos soportados en viajes del Presidente del Gobierno dentro del gasto total», explica la propia Moncloa a este periódico, sin querer revelar tampoco el coste global de la aparentemente infructuosa «aventura americana».
Y lo mismo ocurre con el enorme séquito de Sánchez, a quien no tuvo inconveniente en grabar y fotografiar a su lado en distintos vídeos e imágenes servicios por el propio departamento de comunicación de la Presidencia.
Pese a eso, ahora se niega a facilitar su identidad, cometido y coste, apelando de nuevo a una ley impulsada por Franco en 1968: «No cabe facilitar dicha información al tratarse de materia clasificada en virtud del Acuerdo del Consejo de Ministros, de 28 de noviembre de 1986, en relación con la Ley 9/1968 de 5 de abril, sobre Secretos Oficiales, modificada por la Ley 48/1978 de 7 de octubre, que refiere tanto a los informes sobre movimientos de aeronaves militares, como a los planes de protección de autoridades y pasajeros sometidos a la misma, y en concreto, a los informes y datos estadísticos sobre movimientos de fuerzas, buques o aeronaves militares», recoge la respuesta de Moncloa en posesión de El Debate.
La misma treta que Sánchez utiliza para no dar cuentas del uso indiscriminado del Falcon, incluso para asuntos personales o de partido, y que estrenó a los pocos meses de imponer una moción de censura a Mariano Rajoy, con su primer viaje a Estados Unidos, aquella vez en compañía de su mujer, Begoña Gómez, empotrada en la expedición oficial pero, a la vez, con «agenda privada».
La irrelevancia de España
El frustrante episodio, maquillado por Moncloa con una sucesión de encuentros en Nueva York o Washington sin grandes consecuencias conocidas, no es una anécdota. Es la categoría.
«Tengo que hacer un esfuerzo para recordar un viaje de un presidente español, o de algún alto cargo, en el que no hubiera encuentros de relieve. Para los medios americanos y para la opinión pública puede no ser importante, pero la agenda de encuentros con cuatro o cinco personalidades políticas importantes siempre estaba cerrada. Con Sánchez, no».
Son las palabras a El Debate de Inocencio Arias, con 50 años de diplomacia a sus espaldas y una labor exterior fundamental para gobiernos de tres colores distintos, de la UCD al PP pasando por el propio PSOE. «Fue a pasearse», resume el viaje del que Sánchez ahora no quiere dar cuentas.
«Estamos muy mal colocados. La relevancia económica y política no van de la mano y aunque España sea la cuarta potencia europea, su peso geoestratégico es próximo a la irrelevancia», añade Antonio Camuñas, consultor internacional de referencia desde Global Strategies y Crowe y hombre clave en las relaciones comerciales entre España y Estados Unidos o ante El Vaticano durante largos años.
Y nada de eso, sostienen fuentes diplomáticas consultadas por El Debate, se va a compensar por la «Operación Mar Negro» ni con el envío de dos fragatas que llegarán tarde y se quedarán lejos de todo conflicto armado en el improbable caso de que suceda.
«Estados Unidos está profundamente preocupado por Cuba y Venezuela, no por Ucrania. Y en esos países hay un expresidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, que actúa de padrino suyo y del Foro de São Paulo. Si a eso le añades que Sánchez tiene en su Gobierno a chavistas y castristas confesos; es imposible que Washington confíe en nosotros», concluyen las mismas fuentes.
Ni los esfuerzos de James Costos, exembajador americano en Madrid, hombre de confianza de Obama y promotor de los puentes entre Estados Unidos y España en el sector audiovisual, han podido de momento con la pesada losa que acompaña a Sánchez y a su entorno a ojos vista de una Casa Blanca que no perdona deslealtades ni recupera fácilmente confianzas.