Domingo de Ramos
Cristo entra en la Ciudad Santa sobre una borriquita, aclamado por el pueblo que le dice ¡Bendito el que viene en Nombre del Señor!
Termina la Cuaresma, tiempo santo en el que hemos intentado convertir nuestra vida. Termina ese momento en el que hemos ido anhelando vivir la Semana Santa. Nos encontramos de bruces sumergidos en la Semana más importante para el orbe Católico, para nuestra Diócesis, para cada uno de los que queremos vivir la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios Vivo, que se encarnó por obra y Gracia del Espíritu Santo en las entrañas Purísimas de la Virgen María, nació en Belén, vivió 33 años entre nosotros, en este mundo, en esta historia. Predicó la Salvación, el Amor infinito de Dios. Nos pidió pasar por nuestra existencia haciendo el bien, amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Jesús es condenado a muerte por los poderes de su tiempo porque les era incomodo, porque les denunciaba su pecado, porque sus palabras abrían el corazón del hombre a la Esperanza y a la fraternidad universal. Jesús se entrega a la muerte, abraza su cruz porque sabe que es la voluntad Padre asumir y recibir su sacrificio para perdonar, salvar y redimir a todo hombre que acepte la Salvación que Dios nos da.
Esta es la esencia de la Semana Santa que empieza hoy Domingo de Ramos, hoy la Liturgia, las Procesiones, nos hacen patentes el dualismo vital de la Humanidad frente a Dios, frente a su Hijo Jesucristo y bajo la acción del Espíritu Santo. Dualidad que se presenta reflejada en la lectura de la Pasión de Nuestro Señor.
Hoy Domingo de Ramos escuchamos y recordamos la Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Cristo entra en la Ciudad Santa sobre una borriquita, aclamado por el pueblo que le dice ¡Bendito el que viene en Nombre del Señor! Y tiraban sus mantos al suelo, lo aclamaban con cantos, con ramas de olivos, ramas de palmeras. Expresaban su alegría, su adhesión al Señor.
Pero en este mismo día escuchamos el relato de La Pasión en el que ese mismo pueblo, el Viernes Santo, grita de nuevo, pero esta vez diciendo ¡Crucifícale!¡Crucifícale! deseando la muerte de Jesús.
Así es nuestra vida, capaces de lo mejor, de amar a Cristo, de hacer las mejores obras de amor y caridad pero también poco después o a la vez, lo negamos con nuestros pecados, nuestras maldades, nuestras negaciones y traiciones.
Domingo de Ramos, expresión de la realidad trágica del hombre delo mejor y lo peor. Pedimos a Dios que nos conceda vivir la Semana Santa con fe, devoción, arrepentimiento y verdadero AMOR.
Tomás Pajuelo Romero
Sacerdote