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PSOE

Lu Tolstova

La crónica política

El «Gobierno de la Recuperación» cumple un año: detrás de la propaganda no había nada

Se cumple el primer aniversario de aquella profunda remodelación del Ejecutivo con la que el presidente intentó reponerse de la derrota en Madrid. Hoy está peor que entonces. España, también

Aquel sábado caluroso de julio, las noticias se fueron conociendo con cuentagotas antes de que el presidente del Gobierno compareciera en La Moncloa para anunciar los cambios, con media España de vacaciones y la otra media pensando en ellas.

Primero se supo que Pedro Sánchez prescindía de su vicepresidenta primera, Carmen Calvo, pieza clave en la resurrección de Sánchez y su regreso a la Secretaría General del PSOE. Después, que salía también del Ejecutivo el ministro de Transportes y vicesecretario general del PSOE, José Luis Ábalos, el hombre del aparato que todo presidente necesita cerca.

El bombazo fue la caída del hasta entonces jefe de Gabinete de Sánchez, Iván Redondo. El alquimista que fabricó la fórmula para hacerle ganar la moción de censura contra pronóstico; el asesor áulico del presidente pero, también, el más odiado en Ferraz.

Por el camino cayeron también el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, que solo unas semanas antes se había encargado de redactar los expedientes para motivar los indultos a nueve presos del procés; la de Educación, Isabel Celaá, autora de la polémica Ley de Educación aprobada en pandemia; la de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, la cabeza que entregó Sánchez a Marruecos para contentar a Mohamed VI tras la operación Gali; el de Ciencia, Pedro Duque, el fichaje galáctico que había hecho el socialista para su «Gobierno bonito» -así se llamó- en junio de 2018; y el de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes.

Aquel 10 de julio de 2021 Sánchez demostró que no hay nadie intocable, salvo él

Este domingo se cumple el primer aniversario de la profunda remodelación del Ejecutivo con la que el presidente trató de reponerse a la amarga derrota que sufrió en las elecciones madrileñas del 4 de mayo y recomponer su acción de gobierno. Un año desde aquella demostración de que para Sánchez no hay nadie intocable ni indispensable. Aparte de él.

La comparecencia de Sánchez aquel 10 de julio de 2021

La comparecencia de Sánchez aquel 10 de julio de 2021Moncloa

Aquel 10 de julio, el presidente salió de traje azul en La Moncloa para anunciar que ahí, en ese momento, comenzaba el que bautizó como el «Gobierno de la Recuperación», porque si algo le gusta a Sánchez es poner nombres epopéyicos a las cosas. El escudo social, el acuerdo de país, la agenda para el reencuentro en Cataluña, la guerra de Putin

«Desde hoy mismo comienza el Gobierno de la Recuperación. Un Gobierno de mujeres y hombres para superar por completo la peor calamidad vivida por la humanidad en décadas y para aprovechar una oportunidad excepcional de poner en pie una España mejor», proclamó. «Un equipo que recibe un gran impulso para acometer una recuperación justa, aportando juventud y cercanía y que tendrá como principal tarea consolidar la recuperación económica y la creación de empleo», añadió.

Una declaración de intenciones

Han pasado 12 meses y el «Gobierno de la Recuperación» se quedó en una declaración de intenciones. En una nota de prensa más de la Secretaría de Estado de Comunicación. En el sueño de una mañana de verano. Han pasado 12 meses y en este momento de la legislatura vuelve a especularse con cambios, puesto que son muchos y muy diversos los males que aquejan al Ejecutivo.

El jefe de Gabinete de Sánchez desde la salida de Iván Redondo, Óscar López, no ha conseguido proyectar una imagen más cercana del presidente, como pretendía. Ni tampoco más moderada, dadas las alianzas indisolubles de éste con ERC y Bildu (el caso más reciente es el de la Ley de Memoria Democrática).

López no recibe las críticas internas que recibía Redondo, porque él sí es un socialista de pedigrí –«uno de los nuestros»– y su antecesor no lo era, pero su impronta es limitada. Cuanto menos.

En aquella remodelación, el líder del Ejecutivo convirtió al hasta entonces secretario general de la Presidencia, Félix Bolaños, en el factótum político. Curiosamente él que había sido uno de los muñidores de la frustrada moción de censura en Murcia, junto a Santos Cerdán, el secretario de Organización del PSOE.

El ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños, en el acto de homenaje a las víctimas españolas del nazismo

El ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix BolañosEFE

Bolaños llegaba con la fama de ser un negociador astuto y una especie de Señor Lobo (el de la película Pulp Fiction) capaz de arreglar cualquier problema, pero lo cierto es que en este año no ha resultado precisamente infalible. La convalidación de la reforma laboral, que él negoció, se salvó por un voto equivocado de un diputado del PP, y en el caso Pegasus se dejó muchos pelos en la gatera.

Su llegada coincidió con la de Isabel Rodríguez a la Portavocía del Gobierno, que sustituyó a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. La también ministra de Política Territorial es objeto de críticas dentro de su partido por ceñirse al argumentario y no salirse nunca de él. Demasiado mecánica, demasiado enlatada, demasiado previsible en sus respuestas.

Su última polémica fue no dejar responder a la ministra de Igualdad, Irene Montero, en una rueda de prensa en la que fue interpelada por su opinión sobre la tragedia humana ocurrida en la valla de Melilla.

El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, se ha demostrado la gran revelación de eso que Sánchez llamó el «Gobierno de la Recuperación». Pero no precisamente para bien. Con él como jefe de la diplomacia, España ha entregado el Sáhara Occidental a Marruecos, hipotecando las relaciones exteriores para décadas y enfadando a la vecina Argelia, principal suministrador de gas.

De él a la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, otro de los fichajes que el presidente hizo el verano pasado, cuando era alcaldesa de Gavà. El paro indefinido que la Plataforma para la Defensa del Sector del Transporte de Mercancías convocó en marzo semanas en resolverse por la falta de mano izquierda de la ministra y su negativa de reconocer a los huelguistas como interlocutores.

Sin olvidar a la ministra de Justicia, Pilar Llop, incapaz de defender la independencia judicial frente al nuevo intento de Sánchez de controlar al tercer poder; esta vez retirando a medias los grilletes que él mismo colocó al CGPJ para hacer nombramientos estando en funciones. Pero solo para poder nombrar a dos magistrados en el Tribunal Constitucional y acabar así con la mayoría conservadora del máximo intérprete de la Carta Magna.

El «Gobierno de la Recuperación» era esto.

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