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Ione Belarra e Irene Montero, en el Congreso de los Diputados

Ione Belarra e Irene Montero, en el Congreso de los DiputadosFoto: EFE / Edición: Paula Andrade

El tripartito de Sánchez

El Gobierno afronta sus ocho meses finales con Montero y Belarra aisladas e imprevisibles

En la Moncloa preocupa el deterioro de la relación personal en el ala de Unidas Podemos. Hasta las generales quedan, aún, más de una treintena de reuniones del Consejo de Ministros

Este martes, como cada martes, tocaba Consejo de Ministros. El primero después de que Yolanda Díaz anunciara su candidatura a las elecciones generales. Con Pedro Sánchez de gira europea por Chipre, Malta e Italia, le tocó presidirlo a la vicepresidenta primera, Nadia Calviño.

Una hora antes de la reunión, la ministra de Derechos Sociales y líder de Podemos, Ione Belarra, se desplazó a los estudios de RNE y desde allí cargó contra la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo por no estar poniendo de su parte para «cerrar un acuerdo de coalición entre Podemos y Sumar».

Eso a las 8.30 de la mañana. A las 09.00, otro de los actores implicados, el también ministro Alberto Garzón, entró por teléfono en el programa La Cafetera, de Radiocable, para apelar a la «responsabilidad» de los dirigentes morados. Allí dejó caer que tienen la piel demasiado fina: «La política tiene que estar más allá de ese tipo de emocionalidades y hay que ser capaces de reencontrarse con gente con quien has tenido diferencias muy grandes».

En ese ambiente viciado, Díaz, Belarra, Garzón y todos los demás miembros del Gobierno de coalición se sentaron a la mesa del Consejo de Ministros a partir de las 09.30 horas. La portavoz del Gobierno fue preguntada al término de la reunión cómo había sido ese reencuentro entre la facción morada –Belarra e Irene Montero– y la facción rosa Sumar –Díaz, Garzón y el ministro de Universidades, Joan Subirats–. Isabel Rodríguez se limitó a responder: «No comento en esta mesa el ambiente del Consejo de Ministros, sino las decisiones».

El deterioro de la relación personal

No obstante, en la Moncloa preocupa el deterioro de la relación personal entre los miembros del ala de Unidas Podemos, por los efectos colaterales y el desgaste que puedan provocar. A esta legislatura le quedan, aún, más de una treintena de reuniones del Consejo de Ministros. En principio, 33 reuniones ordinarias de los martes si las elecciones fueran el domingo 10 de diciembre. Más los Consejos de Ministros extraordinarios que quiera añadir Sánchez (el último se celebró el pasado jueves 16 de marzo, con motivo de la aprobación del decreto ley de la reforma del sistema de pensiones).

Son más de ocho meses. Y son demasiadas reuniones y demasiadas decisiones que tomar como para que el ruido de sables ensordezca lo demás. Lo que sí tienen claro en la Presidencia del Gobierno, en cualquier caso, es que las ministra de Igualdad y de Derechos Sociales y Agenda 2030 no dimitirán, sino que apurarán sus días en el Ejecutivo, por lo que pueda pasar la próxima legislatura.

El punto de inflexión

En realidad, el ambiente intramuros del Consejo de Ministros no es el mejor de los posibles desde hace tiempo. Los ministros del PSOE cuentan que Montero y Belarra se han ido aislando paulatinamente. Una circunstancia muy visible en el Congreso, donde ambas acostumbran a estar solas en la bancada azul del Ejecutivo, sin hablar con nadie, atendiendo a sus teléfonos móviles o comentando entre ellas.

Cuentan también que todo ha ido peor a propósito de la reforma de la ley del 'solo sí es sí'. El encastillamiento de la titular de Igualdad y de su fiel compañera nunca ha sido entendido ni compartido por el resto de los miembros del Gobierno. En una ocasión, la ministra Margarita Robles llegó a reprochar a Montero y Belarra su falta de «humildad», por no reconocer los errores de la norma.

El Consejo de Ministros ha pasado de un tripartito latente a uno patente

Precisamente la votación de la reforma de la ley del 'solo sí es sí' será el primer termómetro de la nueva situación en el Consejo de Ministros, que ha pasado de un tripartito latente a uno patente. A la vuelta de la Semana Santa, el Congreso aprobará definitivamente la proposición de ley que el PSOE presentó en solitario el 6 de febrero. En principio, será en el pleno del jueves 20 de abril, previa aprobación del dictamen en la Comisión de Justicia.

Durante las semanas que precedieron a la votación de su toma en consideración (el 7 de marzo), Díaz mantuvo una actitud equidistante, tratando de que la polémica le salpicara lo menos posible. No obstante, se ciñó a la disciplina de voto de Unidas Podemos y votó en contra.

También está por ver cómo se comporta el tripartito con la Ley de Vivienda, que lleva atascada en el Congreso 14 meses pero que, según la ministra de Transportes, está a punto de concitar una mayoría parlamentaria para su aprobación. A falta de solo unos flecos, afirmó Raquel Sánchez este martes.

De no cumplirse su pronóstico, la Ley de Vivienda acabaría muriendo en la orilla parlamentaria, como le ha pasado recientemente a la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana, que la izquierda llama despectivamente «ley mordaza». Y ya en aquel caso hubo cruce de acusaciones dentro de Unidas Podemos, porque los Comunes e IU creían que la reforma pactada con el PSOE era mejor que nada y los morados, por el contrario, mantuvieron una posición de máximos.

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