Ruptura... ¿total?
El PP siente el vértigo de una repetición electoral: «El PSOE de Extremadura puede fallar una vez. Dos no»
Tiempo para el acuerdo sí hay. Otra cosa es que haya voluntad o que, por el contrario, Feijóo esté dispuesto a sacrificar el gobierno de Extremadura para marcar distancias con Abascal
El abismo de unas nuevas elecciones en Extremadura se abrió este martes bajo los pies del PP y de Vox; después de que el choque entre ambas formaciones entregara en bandeja de plata la Presidencia de la Asamblea regional al PSOE.
Desacuerdo entre PP y Vox
María Guardiola se enroca con Vox en Extremadura, que insiste en formar parte del Gobierno
Los ánimos están muy caldeados. La popular María Guardiola no quiere dar un solo paso atrás. Pero Santiago Abascal tampoco, porque aunque Vox tuvo un 8,12 % de los votos (menos de la mitad que en Murcia) sus cinco escaños son imprescindibles.
Tiempo para el acuerdo sí hay. Otra cosa es que haya voluntad o que, por el contrario, Alberto Núñez Feijóo esté dispuesto a sacrificar el gobierno de Extremadura (un millón de habitantes y la tercera comunidad con el PIB per cápita más bajo) con tal de marcar distancias con Vox tras el acuerdo exprés en la Comunidad Valenciana. Y de que Guardiola no falte a su reiterado compromiso de campaña.
En cualquier caso, en las filas populares se palpa el vértigo, puesto que una repetición electoral puede acabar devolviendo la Junta al socialista Guillermo Fernández Vara. Que, de hecho, nunca ha dejado de ser presidente porque ahora lo es en funciones. Incluso amagó con marcharse la noche electoral y después reculó, intuyendo que el acuerdo entre el PP y Vox no iba a ser fácil.
En el PP contienen la respiración porque esos nuevos comicios se celebrarían después de las elecciones generales, y por tanto el voto sería enteramente en clave regional. Sin que se produzca un ajuste de cuentas de los extremeños con Pedro Sánchez por la vía interpuesta de Fernández Vara, como pasó en las elecciones del 28 de mayo.
También, y no menos importante, porque se trata del PSOE de Extremadura. «El PSOE es una multinacional en Extremadura. Tiene las dos diputaciones, los medios de comunicación, las empresas públicas, la Junta… Puede fallar una vez. Dos no», señala un dirigente del PP extremeño. El PP solo ha gobernado en Extremadura cuatro años de los últimos 40, tras el tsunami que supusieron para el PSOE las elecciones municipales y autonómicas de 2011, en plena crisis económica.
De momento, el PP y Vox van a dejar enfriar lo ocurrido este martes, aunque Guardiola fue taxativa: «El camino más fácil hubiera sido ceder y ser presidenta a cualquier precio (…). Yo jamás voy a faltar a mi palabra y a mi compromiso», sostuvo al término del tenso pleno en Mérida.
Hay una clave no menor en este tira y afloja. Guardiola consiguió empatar a escaños con Fernández Vara, que el 28 de mayo perdió seis diputados y la mayoría absoluta, en parte gracias a voto prestado del PSOE: a votantes que no querrían a Vox en la Junta. Un caso muy distinto al de la Comunidad Valenciana, donde el popular Carlos Mazón no creció a costa del PSOE. Allí, además, el PP y Vox proceden de la misma costilla electoral.
De momento, lo ocurrido este martes solo deja una certeza: son los socialistas quienes tienen el reloj de la investidura en su mano. Ahora la presidenta de la Cámara, Blanca Martín, debe abrir una ronda de consultas y proponer un candidato en el plazo de 15 días. Si para entonces el PP y Vox no han llegado a un acuerdo (que no parece), Fernández Vara se presentaría a la investidura: aun sabiendo que la perderá, porque el PP y Vox suman un diputado más que la suma del PSOE y Podemos.
Pero, con ello, el reloj empezaría a contar. El Estatuto de Extremadura establece que, si dos meses después de la primera votación ninguno de los candidatos hubiera reunido los votos suficientes, automáticamente la Asamblea regional quedará disuelta y se convocarán nuevas elecciones.
El horizonte que se plantea para esa hipotética repetición de elecciones es finales de septiembre o el comienzo del otoño. Aunque de momento no hay que dar nada por sentado.