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Ana Martín
Ana Martín

Sánchez traza un plan B por si Puigdemont se enroca y hay nuevas elecciones

Sus asesores creen que si el prófugo eleva la exigencia a un acuerdo inmediato sobre un referéndum, consciente de que con ello rompería la cuerda con el PSOE, estaría haciendo media campaña a Sánchez

Madrid Actualizada 14:21

El equipo de Pedro Sánchez contempla todos los escenarios

El equipo de Pedro Sánchez contempla todos los escenariosLu Tolstova

En tiempos de desinformación, medias verdades y bulos, también en la política española se ha impuesto el fact checking. El pasado martes, Felipe VI tuvo que actuar como verificador de hechos después de que Pedro Sánchez y el PSOE llevaran un mes contando un relato sustentado en dos falsedades. La primera, que Sánchez fue el ganador de las elecciones generales del 23 de julio. La segunda, que conseguirá la «mayoría progresista» para ser investido.

El Rey echó por tierra el relato estival socialista cuando designó a Alberto Núñez Feijóo como candidato a la investidura, mediante un comunicado que no gustó en la Moncloa. Primera verificación del jefe del Estado: «El Partido Popular ha sido el grupo político que ha obtenido mayor número de escaños en las pasadas elecciones del 23 de julio». Segunda verificación: «En el procedimiento de consultas llevado a cabo por Su Majestad el Rey no se ha constatado, a día de hoy, la existencia de una mayoría suficiente para la investidura» de otro candidato. Es decir, de Sánchez.

Tras el revés de la Zarzuela, el líder socialista decidió no ir a otro choque con Feijóo y accedió a que la presidenta del Congreso, Francina Armengol, fijara el debate de investidura para los días 26 y 27 de septiembre. Lo que confiere al candidato del PP un mes de protagonismo en el arranque de un curso incierto, que puede desembocar en una repetición electoral el 14 de enero.

Francina Armengol, tras anunciar las fechas del debate de investidura

Francina Armengol, tras anunciar las fechas del debate de investiduraEFE

En público, Sánchez y todos sus ministros y altos cargos se muestran convencidos de poder lograr antes del 27 de noviembre –fecha límite– la cuadratura del círculo, que pasa por Junts per Catalunya y Waterloo. Pero, en privado, ya están trazando las líneas maestras de otra campaña por si hubiera que convocar nuevamente a los españoles a las urnas. Señal de que no las tienen todas consigo, ni mucho menos.

El plan pasa por ofrecer a Junts y a ERC una amnistía que, como rebeló El Debate este sábado, ni siquiera será aprobada por el Consejo de Ministros. Puesto que la intención de Sánchez es llevarla al Congreso a través de una proposición de ley del grupo parlamentario socialista (y del de Sumar, si se une), y no como proyecto de ley del Gobierno. Lo que agilizaría su aprobación y permitiría al PSOE eludir los dictámenes de los órganos consultivos del Estado.

Hasta ahí va a ceder el presidente en funciones en la negociación de la investidura porque está convencido de que sus electores lo metabolizarán como metabolizaron los indultos en el verano de 2021 y la derogación de la sedición en la Navidad de 2022. Pero no cederá más allá antes del 27 de noviembre. El referéndum, consulta o como quieran llamarlo en el futuro tendrá que esperar a más adelante. Llegará, pero no aún.

En esta negociación de investidura, Sánchez cederá con la amnistía, pero no con el referéndum. Llegará más tarde

Durante las próximas semanas nos hartaremos de escuchar a los dirigentes del PSOE decir que un referéndum no está en la agenda, mientras a su vez defienden lo que ya han venido en llamar «alivio penal». Es pura estrategia. Los asesores del presidente en funciones creen que si Puigdemont se pasa de frenada acabará poniéndose una soga al cuello. Creen que si el prófugo eleva la exigencia a un acuerdo inmediato sobre una consulta futura, consciente de que con ello rompería la cuerda con el PSOE, le estaría haciendo media campaña electoral a Sánchez.

El plan B es retorcido, pero fácil de entender. El candidato del PSOE se presentaría a las elecciones del 14 de enero como el presidente que fue magnánimo con el independentismo catalán y estuvo dispuesto a borrar la página del 1 de octubre y sus consecuencias penales, pero que a su vez no cedió en la integridad de la nación española. Ni al chantaje y la intransigencia de un huido de la Justicia. Aseguran en el entorno de Sánchez que es un mensaje que compraría tanto un votante socialista de Cáceres como uno de Barcelona.

La complicidad de ERC

En la fábrica de relatos de la Moncloa suena bien. Y Sánchez ya cuenta con la complicidad de ERC para marcar esos dos tiempos. El senador republicano Joan Queralt lo expresó esta semana así en una entrevista en El Nacional: «La autodeterminación y el referéndum no se pueden empezar hasta que no se haya cerrado lo de la amnistía». Primero, pájaro en mano. Otra cosa es que Puigdemont también entienda que, como en el juego de las siete y media, si pide demasiadas cartas acabará pasándose.

De momento, las negociaciones del PSOE y Sumar con los secesionistas se están celebrando en la sombra, mientras los focos están puestos en Feijóo. ¿Puede hacérsele demasiado largo al candidato del PP este mes de protagonismo?

Por lo pronto, la disposición mostrada por la dirección nacional de los populares a negociar con Junts ha provocado un enorme revuelo interno, especialmente en el PP catalán. Los de Feijóo argumentan que una cosa es hablar y otra hincar la rodilla, pero legitimar al fugado Puigdemont como interlocutor político levanta ampollas en el centro derecha. Y no se sabe el efecto que podría tener en una hipotética repetición electoral.

De momento, Vox ha optado por no criticar el tanteo de Feijóo a Junts, lo que demuestra que Santiago Abascal se cree lo que expresó el martes, después de que el PP y Vox recompusieran los puentes para la investidura: «Se abre una nueva etapa de colaboración entre dos formaciones muy diferentes, muy distantes, pero capaces de respetarse y ponerse de acuerdo cuando es necesario». Etapa que tendrá su primer brote antes del 7 de septiembre, en Murcia: allí, ambas formaciones ultiman un acuerdo que evitará in extremis la repetición electoral.

Feijóo ha puesto una vela al PNV, otra a Junts y una más a los diputados del PSOE, por si entre ellos hubiera cuatro dispuestos a rebelarse contra los pactos de Sánchez. Esto último, además de ser política ficción, es pegamento para un partido que ha vivido una montaña rusa desde el batacazo de las elecciones municipales y autonómicas. No hay nada que más enfade y a la vez una a los cargos socialistas que los llamamientos del PP a las deserciones en el sanchismo.

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