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Joseba Asiron

Joseba AsironPaula Andrade

El perfil

Asirón, érase un alcalde enroscado en un hacha

Pedro Sánchez lo acaba de integrar en la cofradía de los «hombres de paz» a los que tenemos que agradecer que nos hayan dejado de matar

José María 'Joseba' Asirón Sáez (Pamplona, 1962) recibió el jueves una felicitación muy especial tras ganar la moción de censura contra la alcaldesa más votada de Pamplona, Cristina Ibarrola. Era de Otegi, su jefe. El etarra condenado saludó su nombramiento con una imagen colgada en las redes sociales que valía más que mil palabras blanqueadoras de los socialistas navarros: reprodujo un pañuelo rojo con un letrero de 'Euskal Herria' y las «seis» provincias vascas que alimentan el delirio separatista: Álava, Guipúzcoa, Vizcaya, Navarra, Labort y Sola.

Es decir, Arnaldo recordó un hito más de la hoja de ruta marcada a Pedro Sánchez: a partir de ahora, Joseba Asirón trabajará desde la Alcaldía de la «Jerusalén prometida» para que el muro de Sánchez pase a ser el muro de las lamentaciones de los navarros, y la Comunidad Foral deje de serlo e integre la «República socialista vasca», para lo que Bildu irá cobrando sin demora los pagarés que ha firmado el líder socialista a cambio de los cinco votos proetarras en el Congreso.

Para alcanzar ese propósito, Sortu (que es el partido que verdaderamente manda en Bildu) ha elegido a un hombre de paja, Asirón, al que los socialistas navarros intentan vestir de seda invocando su rechazo al terrorismo, pero mona se queda. Tan mona, que nadie olvida que, durante su primer mandato en la Alcaldía de 2015 a 2019, siempre que tenía que mencionar a las víctimas de ETA lo hacía bajo el eufemismo de «todas las víctimas», donde incluía a las que, según su credo, había causado el Estado español. O cuando ejerció de «decorador de interiores» retirando varios cuadros de los monarcas españoles y de la historia de Pamplona, para sustituirlos por carteles de San Fermín. O cuando la Justicia le obligó a restaurar en un lugar preferente del salón de plenos el retrato de Felipe VI –ahora volverá a quitarlo– y la bandera de España y, acto seguido, volvió a mofarse del respetable colocando un cuadro minúsculo del Rey entre otros dos que lo relegaban a un segundo plano, y desplazó la bandera de España hacia donde prácticamente no se viera.

Bildu irá cobrando sin demora los pagarés que ha firmado el líder socialista a cambio de los cinco votos proetarras en el Congreso

Es verdad que esté licenciado en arte por la Universidad de Zaragoza y doctor por la de Navarra con una tesis sobre el gótico rural navarro y hoy profesor de ikastola, condenó en 1998 el asesinato del concejal de UPN, Tomás Caballero, pero no lo es menos que durante su primer mandato y después, cuando ocupó la oposición en el Ayuntamiento, no ha hecho otra cosa que defender a ETA y a todo su entorno.

En junio de 2017, el alcalde Asirón participó en un acto a favor de los detenidos por la brutal paliza en Alsasua la madrugada del 15 de octubre de 2016 a dos guardias civiles y sus parejas a manos de cachorros de ETA y colaboró a crear un clima contra las víctimas de esos matones, que obligó a uno de los agentes agredidos a marcharse de Navarra. También se afanó en defender a los radicales de Rentería que atacaron violentamente el casco antiguo de Pamplona, por no hablar de sus fotos filiales con Otegi, su boicot violento al Riau Riau, su condena por fraude de ley por la colocación de la ikurriña en el chupinazo de 2015 o cuando recibió al condenado por pertenencia al entramado etarra, Eneko Compains. Sus polémicas se cuentan por decenas: cómo olvidar aquella fotografía que el ya alcalde se hizo frente a la tumba de un terrorista del IRA en un viaje oficial a Belfast o su participación en marchas en Bilbao a favor de etarras sanguinarios.

«Este alcalde impuso el euskera en las escuelas infantiles o en la plantilla orgánica del Ayuntamiento, hizo ondear la ikurriña en el balcón consistorial el 6 de julio, una bandera que no representa a la Comunidad foral». Esta descripción tan acertada no es de nadie del PP ni de Vox ni de UPN. Es de Elma Saiz, excandidata socialista a la Alcaldía el 28 de mayo, a la sazón hoy ministra de Sánchez de Inclusión y Seguridad Social, cargo con que fue premiada por su pésimo resultado en las urnas. Esas declaraciones las hizo en la Cope el pasado verano para negar que el PSN fuera a apoyar a Asirón como alcalde. Como buena sanchista, mintió (hizo de la necesidad virtud) con oficio, sabedora de que Sánchez ya había sellado con Batasuna la traición a los navarros y a las víctimas de ETA.

Asirón, casado y padre de dos hijos, ha nombrado como mano derecha a Joxe Abaurrea, su alter-ego, investigado por violencia de género y defensor de ETA a calzón quitado. Junto a él y a sus amigos socialistas intenta vender, como hizo en su discurso tras la moción de censura, que va a olvidar las políticas identitarias y se va a centrar en arreglar los problemas de los pamploneses, con un Plan de Convivencia de Pamplona-Iruña y la celebración de unos sanfermines sin tensiones políticas.

Eso lo promete la misma persona que colocó una ikurriña ilegal en el balcón del Ayuntamiento y que se dedica a atacar las corridas de toros asegurando –como buen progre animalista– que «el ocio del siglo XXI no se puede basar en el sufrimiento de los animales». Con el cinismo propio del personaje, asegura que «soy taurino única y exclusivamente ocho días al año, pero el resto del año no me gustan los toros», sabedor de que los pamploneses no admitirían que se cargara los sanfermines, la fiesta española más internacional, y que ha reportado al municipio 740 millones de euros en la última década. Ahora tendrá que tararear entre dientes el «Pobre de mí» tras una sonrisa hipócrita para cubrir el expediente, salivando por la vara de mando obtenida de manos del peor presidente de nuestra democracia.

Como buena sanchista, Elma Saiz mintió con oficio, sabedora de que Sánchez ya había sellado con Batasuna la traición a los navarros y a las víctimas de ETA

Como buen extremista, Asirón no ha parado de atacar a la Justicia cuando le ha obligado a cumplir con la ley respecto a los símbolos nacionales o cuando le reprochó en una sentencia la imposición del euskera en escuelas infantiles municipales, llegando a expulsar a varias familias ya matriculadas. Es decir, la fórmula catalana es universal entre los soberanistas.

Como a Otegi, Pedro Sánchez lo acaba de integrar en la cofradía de los «hombres de paz» a los que tenemos que agradecer que nos hayan dejado de matar, que nos vayan a arreglar las pensiones, a evitar los desahucios y a mejorar el problema de la vivienda. Lo de los ochocientos asesinatos de sus amigos, para otro día. Esas son cosas de la ultraderecha. Joseba nos hará libres.

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