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Pancarta independentista ("somos una nación", en euskera) en el Aberri Eguna de este año

Pancarta independentista («somos una nación», en euskera) en el Aberri Eguna de este añoPablo Ojer

La resaca de las elecciones vascas

¿Una mayoría independentista en el País Vasco?

En los últimos años, los dos partidos nacionalistas han disparado sus resultados

Cuando Héctor Abad Faciolince explicó en la prensa española por qué no se había aprobado el referéndum sobre el acuerdo entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC, dijo: «Es muy fácil ser sabio el día después. Cuando ocurre lo que nadie se espera, ni siquiera los expertos, entonces los expertos salen (salimos) a explicarlo, serios como tahúres y sin vergüenza alguna de no haberlo previsto antes». En el caso de las elecciones autonómicas vascas, aunque estamos ya en días posteriores a su celebración, los expertos podrían haberse anticipado sin problemas, porque sucedió tal y como advertían las encuestas. Incluso podría decirse que se anticipó lo que era una previsión importante: que el voto de Bildu iba a equipararse al del PNV.

Los que siguen habitualmente la política española sabrán que en 2011 ETA anunció «el cese definitivo de su actividad armada» y en un comunicado posterior manifestó su abandono definitivo. Es evidente que desde que ETA anunció el abandono de las armas y decidió convertirse en un partido político, sus partidarios tuvieron la posibilidad de votarla en las convocatorias electorales, a pesar de que se trataba de una formación política con una demencial, disparatada, y violenta historia. A través de esta vía, EH Bildu se convirtió en uno de los partidos que adquirió una importante representación entre el electorado del País Vasco.

Es evidente que desde que ETA anunció el abandono de las armas y decidió convertirse en un partido político, sus partidarios tuvieron la posibilidad de votarla

Si tenemos en cuenta que ETA se disolvió en 2011, la primera elección en la que apareció un partido con serias vinculaciones con la antigua banda fueron las de 2012, en el cuales los resultados fueron: 27 escaños para el PNV, 21 para EH Bildu, 16 para el Partido Socialista, 10 para el PP y 1 para UPyD. En las elecciones siguientes en 2016, los resultados fueron: 28 escaños para el PNV, 18 para EH Bildu, 11 para Podemos, 9 para el Partido PSOE y 9 para el PP. Y en las inmediatamente anteriores a estas en 2020, los resultados fueron 31 el PNV, 21 EH Bildu, 6 para Podemos, 6 para PP y 1 para Vox.

Pues bien, si nos centramos en los resultados de los dos partidos independentistas, es evidente que aumentaron sensiblemente sus resultados sobre los demás partidos nacionales. De tal suerte que pasaron de una diferencia de seis escaños entre los partidos independentistas de 2012 a diez en 2020 y actualmente en 2024 -y esto es lo sorprendente- a un empate a 27 escaños.

Nueva configuración independentista

¿A qué se debe esta nueva configuración de los dos partidos independentistas? Habrá muchas explicaciones, pero para mí, entre ellas están las tres siguientes.

La primera causa es la importante repercusión que dio Pedro Sánchez a EH Bildu cuando trató de asegurarse su apoyo tras las elecciones del 23 de julio del año pasado. En efecto, Sánchez, que hasta entonces había tenido la precaución de no tomarse una foto gente de EH Bildu, se la hizo y Otegui declaró que dicha reunión era un «hito» en el apoyo entre ambos partidos. Es cierto que EH Bildu se había sumado a las políticas del Ejecutivo en temas como como la legislación de los Ertes, la Reforma Laboral, la de la Energía, el «solo sí es sí», Memoria Democrática y Vivienda. Pero en la nueva reunión, tras el 23 de julio, Otegui manifestó que había sido un encuentro con un ambiente constructivo y positivo que permitiría construir un «marco de confianza». La excesiva confianza y su evidente exteriorización hizo que el PSOE convirtiese a EH Bildu en «uno de sus socios preferidos».

Entre «la independencia» y la «dirección política del partido», el PNV prefirió sumarse al «independentismo» antes que a la política tradicional.

La segunda razón tiene que ver con el propio PNV. Un partido de raíces tan tradicionales como él resultaba raro que se hubiera adelantado a decir que apoyaría al PSOE por mucho que le propusiera el PP. Lo cual suponía que entre «la independencia» y la «dirección política del partido», el PNV prefirió sumarse al «independentismo» antes que a la política tradicional. La dirección del PNV debe decirles ahora a sus votantes por qué prefirió una supuesta política de supuesto «progreso» a asegurar el apoyo al PP.

La tercera razón es de tipo constitucional. Los que redactaron la Constitución española dispusieron que la enseñanza en general era una competencia de las Comunidades Autónomas. Por tanto, si hay una materia en la que puede intervenir las Comunidades Autónomas es en la enseñanza de la historia. En cada lugar se destacará lo que hicieron los habitantes de la zona y si los partidos que la administran son independentistas, la historia será la de ellos y no la de los demás ciudadanos que no tengan visión nacionalista. A nadie debe extrañarle que los docentes del independentismo hayan minusvalorado la historia en la que intervinieron el conjunto de los españoles. Me parece un problema que no se va a poder corregir en ningún caso y en el que las posibilidades han desaparecido.

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