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Ilustración José Luis Ábalos

Ilustración José Luis ÁbalosEl Debate

El perfil

Ábalos, el sanchista que tenía conciencia y no lo sabía

Este diplomado en Magisterio no solo ha estado en el punto de mira por el Delcygate, también por sus sospechosos viajes a Guinea Ecuatorial o a la República Dominicana.

José Luis Ábalos Meco (Torrente, Valencia, 64 años) es carne de su carne. De la carne sanchista. Él registró la moción de censura de 2018 mediante la cual Pedro Sánchez nos iba a regenerar a todos, a liberarnos de la ultraderecha que encarnaba Rajoy (el chiste es insuperable) y de la corrupción (éste tampoco es malo). Ahora es la incómoda china en el zapato de Pedro, un símbolo fundacional al que Moncloa querría –como cortafuegos para el Sumo Líder– reducir a cachitos políticos y tirarlo a una playa de Tailandia. Como si ello fuera posible.

José Luis tiene las llaves del castillo socialista porque sabe lo que es tomar el poder a cualquier precio, aunque sea el de destruir España. Por eso, el amigo de Koldo acaba de decir que lo suyo con el PSOE ha acabado y que, a partir de ahora, va a votar «en conciencia». Sin que haya aclarado qué es la conciencia en la lógica de un exsanchista, hemos entendido que no está por la labor de aprobar el privilegio del cupo catalán. Él sabe muy bien de qué se trata, porque nació en una de las Comunidades más infrafinanciadas de España.

Desde que arrancó la legislatura y se vio en el grupo mixto, Ábalos había hecho seguidismo de todo cuanto presentó en el Congreso su examigo. Él tiene el voto número 120 del grupo socialista sin cuyo concurso el Gobierno no podría reformar la Ley Orgánica para modificar la financiación autonómica. El aviso del que fuera escudero de Sánchez suena a crimen pasional, tras 43 años de convivencia con el PSOE. El exministro se ha revuelto con furia por la auditoría que le ha endilgado su sucesor, Óscar Puente, para lavarse las manos y culparle directamente a él del cobro de comisiones ilegales durante la pandemia. Vamos, que el ministro-tuittero le ha puesto a las puertas de una imputación por el caso Koldo, ese hombre para todo, ese asesor que fue mano derecha de Ábalos cuando era ministro y que está siendo investigado por una trama de comisiones por contratos de 50 millones de euros.

El exministro de Transportes y diputado del PSOE, José Luis Ábalos, a su salida del registro tras presentar su paso al Grupo Mixto

El exministro de Transportes y diputado del PSOE, José Luis Ábalos, a su salida del registro tras presentar su paso al Grupo MixtoEuropa Press

En la destitución de Ábalos concurrieron tres factores: la corrupción que acababa de destapar la UCO; un oscuro Excel sobre los gastos descontrolados en el Ministerio de las farras y en el PSOE; y una tercera y fundamental circunstancia: la vida disoluta que llevaban José Luis y Koldo a la luz del día y, sobre todo, bajo la luz de la luna. En lo personal, todo el mundo define al exministro como un tipo simpático y con buenas relaciones incluso entre sus adversarios políticos. Acaba de separarse de su tercera mujer, una agente de policía que trabaja en la Delegación de Madrid, y es padre de cinco hijos nacidos de tres matrimonios. Soñaba con entrar en la lista al Parlamento europeo, posibilidad que se esfumó el día que el PSOE le suspendió de militancia. Ábalos se enfadó, hizo amagos de tirar de la manta, pero todo se quedó en un berrinche. Hasta ahora en que parece haberse transformado en el conde de Montecristo contra Danglars Sánchez.

Este nuevo Edmundo Dantès valenciano dirigió la cartera de Fomento de 2018 a 2021 y fue secretario de Organización y portavoz del PSOE en el Congreso, hasta que su estrella se apagó cuando en las elecciones madrileñas el PSOE se dio un testarazo. Pero, sobre todo, cuando probablemente su jefe supo que sus manos estaban emponzoñadas en una red que encabezaba su asesor, guardaespaldas y hombre para todo, Koldo García. Sánchez lo destituyó, pero le mantuvo en un puesto destacado en la Comisión de Interior y le incluyó en las listas a los comicios del 23 de julio del año pasado.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al exministro de Fomento, José Luis Ábalos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al exministro de Fomento, José Luis ÁbalosEuropa Press

Un dato revelador: la empresa Soluciones de Gestión y Apoyo a Empresas S.L. dejó de lograr esos contratos de Fomento en el mismo instante en que Ábalos abandonó su puesto. Blanco y en botella. Pero Moncloa decidió que era mejor tenerle bajo control, contento y callado. Su aforamiento le permitiría, en su caso, rendir cuentas solo ante el Tribunal Supremo. Porque sin escaño no había protección ni 6.759 euros de sueldo de parlamentario.

El que fuera número dos del PSOE y ministro desde primera hora de Sánchez dio muchos tumbos hasta llegar al olimpo socialista. Primero intentó en 2000 ser secretario general de su federación, la valenciana, y perdió frente a Joan Ignasi Pla. Así que, en 2009, y tras obtener un escaño que quedó vacante en la Cámara Baja, coincidió con otro diputado por accidente, Pedro Sánchez. No dudó en apoyarle en las primarias de 2014, en las que el hoy presidente (cuyos avales fueron custodiados por el inefable Koldo) se enfrentó y ganó a Eduardo Madina y a Pérez Tapias.

A este diplomado en Magisterio se debe uno de los episodios más bochornosos de este Gobierno, cuando recibió de madrugada a la vicepresidenta de la dictadura venezolana, Delcy García, en el aeropuerto de Barajas, pese a estarle prohibida la entrada en el espacio europeo. Pero no solo ha estado en el punto de mira por el Delcygate, también por sus sospechosos viajes a Guinea Ecuatorial o a la República Dominicana.

Ahora, Ábalos dice que tiene conciencia y que la va a utilizar. Sin aclarar qué fue de esa conciencia durante este sexenio negro que arrancó en el verano de 2018, cuando él mismo defendió la moción de censura que cambió para mal la historia de España.

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