Crece la indignación y la frustración tras el desastre
Los vecinos de las zonas afectadas por la riada: «Este Gobierno es un desastre, nos van a dejar tirados»
Exigen que los «políticos no vengan a hacerse la foto» y se olviden de ellos. «Que se pongan las botas y vengan a quitar barro», exigen
Masanasa es una de las localidades más afectadas por la DANA. Un pueblo que ocho días después de la riada, todavía, está cubierto de barro y en la que los escombros, el lodo y el agua estancada se acumulan, por encima de la altura del tobillo, en cada esquina. Los vecinos que trabajan a destajo para limpiar el rastro de la tragedia no ocultan su frustración, y el temor, tras sentirse abandonados «por los políticos» que «sólo vienen para hacerse la foto», cuentan a El Debate. Tienen la sensación de que los trabajos avanzan demasiado lento y que «seguimos como el primer día», con la ayuda llegando a cuentagotas «desde anteayer».
«Yo lo he perdido todo, todo y aquí no ha venido nadie», nos dice una vecina a la puerta de su casa. Se sienten completamente solos y dan las gracias, eso sí, con la boca llena, a los voluntarios que han acudido para ayudarlos, desde todas las partes de España. La situación de los afectados es muy delicada y su indignación por la falta de gestión de las Administraciones Públicas, más que evidente.
Nos va a pasar como en La Palma: los políticos mucho hablar y hablar pero no nos van a dar un euroVecino de Massanassa
Un vecino, visiblemente afectado, confiesa a este diario que están hartos y que temen lo peor: «Este Gobierno es un desastre, nos van a dejar tirados como a La Palma». Y añade una amplia queja en contra de la burocracia que, en este caso, ha puesto de manifiesto que no sólo retrasó las decisiones en las primeras horas tras el desastre sino que sólo ha servido para desviar «responsabilidades» de unos a otros.
«No hay derecho a que en el siglo XXI haya pasado esto en España», se lamenta otro de los vecinos que se confiesan horrorizados. «Hay que pedir responsabilidades, aquí alguien tiene la culpa», asegura. «Los votamos para que solucionen los problemas, no los saben solucionar que dimitan y se vayan», exige con lágrimas en los ojos.
No es el único que plantea la exigencia. En un escenario en el que, a medida que pasa el tiempo, muchos de los vecinos de las localidades de Masanasa, Picanya, Paiporta, Benetúser, Catarroja, Torrent, Sedaví,... ven aumentar su frustración por lo lento que avanza todo y la tardanza de la respuesta oficial. «La zona en la que yo vivo está olvidada», reclama una de las vecinas, «ni sacan agua, no tenemos luz, ni nos abastecen de nada, es una vergüenza».
Críticas abiertas contra Bruselas
Al enfado evidente que se incrementa entre los vecinos más afectados, a medida que pasan las horas y los trabajos no avanzan al ritmo que les gustaría, se suman las críticas abiertas a determinadas políticas 'verdes' que, a juicio de muchos de ellos, han sido en gran medida las causantes de esta catástrofe. Así lo explica Carlos, mientras va y viene arrastrando el barro que todavía cubre la mayor parte de su acera, con un gran cepillo entre las manos.
«El barranco sucio, las vías del tren, la mediana de la carretera de Silla, todo eso ha hecho una barrera que ha conducido el agua hacia dentro. Los políticos nos tenían que haber hecho unas retenciones más arriba que no han hecho. Aquí un puñado de ecologistas manda más que la población, no se puede tocar una caña», se refiere a los arbustos propios de la zona que cubrían el cauce de las riberas más afectadas, como la Rambla del Poyo, que fueron arrastradas con la fuerza del agua y que cubrían, como una alfombra, una buena parte de los vehículos y de la superficie en las zonas arrasadas.
A la Corte de los faraones de Bruselas les digo que dejen los sillones, los coches oficiales y que se vengan aquí a quitar barro
Con semejante cantidad de vegetación unida al volumen de agua que corrió en cuestión de segundos, se provocó «un efecto tsunami», asegura Carlos. Si todo hubiera estado limpio «el agua hubiera corrido pero no habría regolfado hacia atrás», añade. Y, ahora, «no hay aquí ningún ecologista que esté aquí limpiando barro, igual que cuando hay un incendio en un monte luego no van a repoblar nada», denuncia.
«Esto no se puede tolerar, ya está bien», proclama. «Tanta normativa en Bruselas, pues que vengan los de Bruselas aquí y nosotros nos vamos a ocupar sus sillones que tienen sueldos y dietas millonarias que les pagamos nosotros», se queja, con amargura, de las regulaciones comunitarias en materia de conservación del medio ambiente. «Y, mientras, nosotros aquí sufriendo por no limpiar las cañas», lamenta.