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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Wendy Mokongo

Me aseguran mis servicios de espionaje que se le ha metido entre ceja y ceja a la esposa del presidente apropiarse, mediante Decreto Ley, de mi casa, mi campo, mi historia y mi bandera

Actualizada 08:28

Me preocupa lo de Wendy Mokongo, la mujer trans de Luis Parambini, Pitoloco. He desplegado a los miembros de mi servicio de información y sus conclusiones me han abrumado. Me dicen que es íntima amiga de un tal Rosendo Varo, que donde pone el ojo acierta en la diana. Que Parambini es un hombre de paja, lo contrario de Wendy que, con anterioridad a su cambio de sexo, fue portero de discotecas muy frecuentadas por altos cargos socialistas. Y me aseguran que SAGOSA, la sociedad que aspira a comprar La Dehesuela, «Sánchez Gómez Sociedad Anónima», lo que pretende es quedarse con La Jaralera. Me aseguran mis servicios de espionaje que se le ha metido entre ceja y ceja a la esposa del presidente apropiarse, mediante Decreto Ley, de mi casa, mi campo, mi historia y mi bandera. No voy a recurrir a los partidos políticos que más o menos encajan en mi ideología, pero me voy a armar hasta los dientes. Tomás, mi querido ayuda de cámara, Miroslav, mi jefe de seguridad, y mis leales guardas, me han recomendado que compre carros de combate de segunda mano. Y que, aprovechando un descuido, capturemos a Wendy Mokongo, que es la que está detrás de todo esto. Según parece, su amistad con Begoña viene del «África Center» en el que trabajó con tanto ardor y ahínco la mujer de Sánchez. Creo que Paco Hidalgo, también está metido en la conspiración.

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Wendy Mokongo vive en uno de los 300.000 pisos sociales que ha construido Sánchez en los últimos años. No nos va a resultar sencillo dar con el suyo. Vigilar 300.000 pisos se escapa, incluso, a mis posibilidades. En vista de ello, he citado a su novio y dueño de la Dehesuela, Parambini, a tomar una copa en «El Buzo» de El Puerto de Santa María. Con tres copitas, a ver si se suelta de lengua y me canta el plan. Lo malo es que Parambini no está bien visto ni en Sevilla, ni en Jerez, ni en el Puerto, ni en Sanlúcar, porque es, ha sido y será un sinvergüenza. No duermo. Paula, mi mujer, me mima por las noches, pero la preocupación impide mi natural y mayestático encampanamiento. –Mi amor, nada de nada. No lo consigo–.

El plan de SAGOSA no es otro que quedarse con La Jaralera y convertirla en un CANTSID – Centro de Adaptación Natural de Trans Sostenible Internacional Democrático–. Si viviera mamá no se atreverían a intentarlo. No entiendo que, para montar esa porquería necesiten 20.000 hectáreas. Para semejante proyecto, bastaría –y sobraría–, que adjudicaran al CANTSID tres o cuatro de las viviendas sociales que ha construido Pedro en los últimos meses. Pero no. Como lo quieren internacional, sostenible, natural y democrático, necesitan mucho espacio. Pero puedo asegurar, y aseguro, que nadie va a pisar sin mi permiso ni un centímetro cuadrado de La Jaralera.

Me llevará al Puerto Miroslav en el viejo Bentley de Papá. Parambini es el típico hortera de deportivo descapotable, y hay que impresionarle desde el principio. También han llegado a mis oídos noticias positivas. Que su amor por Wendy Mokongo no es ya como el de la semana anterior. Que la operación de los bajíos ha salido bien, pero que su voz no ha cambiado, y cada vez que habla le sale un tono de solista bajo ruso con mezcla de zulú. Y ahí está y radica mi esperanza.

Todavía es invierno. Blazier azul, pantalones grises, camisa rayada, corbata lisa beige, medias azules y mocasines Sebago. Y un sombrero, que siempre llevo sombrero para usarlo en su única utilidad social. Descubrirme cuando saludo a una señora. Y en El Buzo, abundan.

- Al Buzo, Miroslav-.

- Y si fuera al fin del mundo, al fin del mundo, señor marqués.

Que se prepare Parambini.

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