Justa gratitud
No obstante, creo que esas gentes del PNV que se encontraron con su ciudad hecha, y maravillosamente construida, podrían tener el detalle de agradecer a los madrileños lo mucho que hicieron para hacer de San Sebastián una de las ciudades más bonitas del mundo
El director de El Debate ha escrito un artículo en el que pone en su sitio al elogio de la justa gratitud. Es peligroso en España elogiar al jefe, pero me arriesgo. Espero que Bieito no me haga un pallete. Pallete que recibe a Begoña, que acude a saludar a Begoña en una de sus visitas a Telefónica, que apoya la financiación del «software» de Begoña, que se desloma ante el marido de Begoña, y cuando menos se lo espera, es citado por la Persona Suprema en La Moncloa, acude raudo y seguro al desagradable palacio de Eugenia de Montijo, y oye a quien tendría que agradecerle sus desvelos para con su esposa, un inesperado «Pallete, ahí tienes el patinete, vete». Y Pallete que se va. No es lo mismo, pero el elogio al superior en nuestra sociedad es arma de dos filos. Cuando Solís, en uno de sus volcánicos discursos ante el Jefe del Estado, dijo de Franco que su persona reunía las virtudes de Viriato, Colón, Cervantes y San Ignacio de Loyola, Franco no se lo agradeció. –Es usted un exagerado, Solís. No me parezco a ninguno de los cuatro–. Bieito se limita a elogiar el elogio justo.
Las palabras del presidente de Galicia en Fitur, recordando y agradeciendo el apoyo de los madrileños a Galicia, y a los que han invertido su dinero para tener su segunda casa en Galicia. Más de un millón y medio de madrileños visitan Galicia cada año, y lo hacen porque encuentran en sus maravillosas provincias todo lo que se necesita para escapar del agobio de la gran ciudad. Donde yo vivo, la gratitud es más complicada, porque el montañés es hidalgo, y los agradecimientos públicos no van con ellos. Cada uno es como es y no hay que entrar al trapo. Pero ese elogio a la gratitud me ha llevado a otro de mis rincones del alma en España, a San Sebastián. San Sebastián y Santander, por este orden, sí les deben mucho a los madrileños. Y entre éstos, a los Reyes de España, que tanto contribuyeron al embellecimiento y prestigio de sus dos capitales. Quizá, algo más San Sebastián, que se convirtió en capital de España durante los veraneos y Franco la mantuvo con su Ministerio de Jornada.
Además de los Reales clubes, la Real Sociaded Vascongada de Amigos del País, el Hotel María Cristina, el Teatro Victoria Eugenia, los Reales clubes de Tenis y el Náutico, y ¡La Real Sociedad de Fútbol! la mitad de San Sebastián la construyeron los madrileños, y dentro de estos, la nobleza proveniente de Madrid cuando nació el veraneo. Muchas de sus grandes villas, alzadas en la falda sur de Igueldo, en Ondarreta, en Miraconcha, en Ategorrieta, y en los altos de Ayete, son madrileñas. Desde la más alta de Igueldo, Millabíder de los Arias Dávila, y Villa Zurgena, de los Zurgena, a Villa Esperanza de los Luca de Tena o el Palacio Real de Miramar de la Reina María Cristina de Habsburgo, madre del Rey Alfonso XIII. Villa Londáiz, de los duques de Baena; Villa Almudena, del marqués de la Habana, hoy propiedad de la familia Bérgamo. Villa Manolita de los duques de Medina-Sidonia; Arbaisenea, de los duques de Sotomayor y posteriormente, por matrimonio, de la duquesa de Alba; Bidebieta de los Sotomayor. Aldama-Enea de Francisco de Ussía y Cubas, marqués de Aldama; Etxezuri, las caballerizas de Aldama-Enea reconvertidas en villas. Villa Archivolta, del arquitecto Luis Elizalde, madrileño de corazón donostiarra. Villa Caviedes, de Rafael Angulo y desde 1934 de los condes de Ruiseñada; el Palacio de Ayete – los cursis que no han leído ni a Larramendi, ni a Astarloa, ni Perochegui, ni al propio Sabino Arana–, le dicen «Aiete». Construido por los duques de Bailén, vendido a los condes de Casa Valencia y residencia del Generalísimo. Pullu, de los Bailén. Cristina-Enea de los duques de Mandas, que legaron a San Sebastián su excepcional biblioteca que hoy se exhibe en la plaza de la Constitución. Villa Amparo, de José Canalejas, padre del presidente del Gobierno asesinado en Madrid de igual nombre.
Amboage Enea, del marqués de Amboage; Villa Fontalba del marqués de Fontalba, familia Urquijo. Villa Nieves, en Ondarreta, de la duquesa de Almenara Alta; Villa Béjar, del duque de Béjar; Villa Cristina, donada por la Reina Cristina a la Cruz Roja de San Sebastián; Y decenas de villas y casas, repartidas en las calles del Infante Don Jaime, Infante Don Juan, Infanta María Cristina, Infanta Beatriz e Infante don Gonzalo. Y «Toki Eder» de los Padilla. Por «Toki Eder» y «Toki Ona» de los Barcáiztegui, mi abuelo materno, portuense, Pedro Muñoz-Seca, ofreció a los Satrústegui comprarle una de sus villas «Chocomaitea», y ponerle de nombre «Toki el Timbre». No lo consiguió porque le asesinaron en Paracuellos del Jarama los abuelos de los que ahora nos mandan. No obstante, creo que esas gentes del PNV que se encontraron con su ciudad hecha, y maravillosamente construida, podrían tener el detalle de agradecer a los madrileños lo mucho que hicieron para hacer de San Sebastián una de las ciudades más bonitas del mundo.
Bien por el elogio al elogio, Bieito. A ver si algunos copian a los gallegos y saben agradecer lo que es incuestionable.
Y al que no le guste, que se rasque.