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Un aula de colegio en los años 60

Un aula de colegio en los años 60

La ciencia avala un método cada vez más olvidado para que los niños aprendan

Escribir a mano obliga a los niños a reducir la velocidad y focalizar su atención en la forma y los detalles de las letras

Dentro de un aula escolar, la papelera solía estar llena de virutas de sacar punta al lápiz y hojas de cuadrícula arrancadas de las libretas y echas una bola. Los casilleros estaban llenos de libros y las mochilas pesaban varios kilos más que ahora, cuando los alumnos llevan todo lo necesario en un delgado rectángulo con pantalla táctil.

La tecnología y los teclados han hecho que tanto adultos como niños hayan dejado a un lado la escritura, una de las técnicas de estudio que hace que más zonas del cerebro se activen con el fin de aprender. Coger un bolígrafo y dibujar las letras a mano se ha relacionado en un nuevo estudio con el «aprendizaje de la forma, el sonido y el significado de las palabras», según indica el artículo publicado en la revista científica Acta Psychologica.

La investigación ha sido conducida por varios expertos de la facultad de Educación Prescolar y Primaria de la Universidad Normal de Shenyang y para llevarla a cabo han contado con 40 estudiantes de los primeros cursos obligatorios gracias a los que han concluido que al escribir a mano entran en acción la atención, el procesamiento visual detallado y multisensorial.

Escribir para atender

Durante tres días, los estudiantes participantes, que tenían una media de 11 años, realizaron tareas que pusieron a prueba su capacidad para reconocer distintas palabras, relacionar sonidos e identificar el significado. Fueron divididos en dos grupos, uno aprendía palabras en inglés escribiéndolas y los otros mediante lectura visual. Al terminar el experimento, el grupo que habían aprendido a mano superó a los estudiantes que estudiaron de vista en casi todas las categorías. Así, los investigadores corroboraron que los alumnos que usaron la caligrafía lograron mayor precisión y menor tiempo de respuesta en comparación con aquellos que solo leían de una pantalla.

Yang Ying, el autor principal del estudio, y sus colegas, encontraron que el impacto de la escritura no se produjo de golpe, sino que el primer día los niños reconocían mejor los sonidos, al segundo el significado de las palabras, y su forma en la tercera jornada. Según han explicado, escribir a mano obliga a los niños a reducir la velocidad y focalizar su atención en la forma y los detalles de las letras.

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