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Pedro Sánchez y Giorgia Meloni

Pedro Sánchez y Giorgia Meloni, en 2023 en RomaGTRES

¿Quién blanquea a quién?

Sánchez abre la puerta a la «ultraderecha» a la que él y Ribera prometieron frenar en las europeas

Los socialistas aceptan a los candidatos de Meloni y Orban para la Comisión Europea a cambio de salvar la designación de Ribera. Había que elegir entre mantener una línea roja o colocar a la vicepresidenta

No imaginaban Pedro Sánchez ni Teresa Ribera semejante giro de guion cuando los socialistas plantearon la campaña de las pasadas elecciones europeas como una nueva batalla contra la ultraderecha; reeditando un leitmotiv que un año antes les había dado resultado en las generales.

Aquel presidente del Gobierno, que el pasado junio proclamaba en los mítines del PSOE «si votamos todos los zurdos y zurdas al PSOE, pincharemos el globo de la ultraderecha» ha acabado recurriendo a eso que él llama «ultraderecha» para que Ribera sea finalmente vicepresidenta de la Comisión Europea.

Zapatero, Teresa Ribera y Pedro Sánchez, en el mitin inaugural de la campaña del 9-J del PSOE, en Vaencia

Zapatero, Teresa Ribera y Pedro Sánchez, en el mitin inaugural de la campaña del 9-J del PSOEEFE

A media tarde de este miércoles, y tras la comparecencia de Ribera en el Congreso para hablar de su gestión en la DANA, desde Bruselas se hizo oficial el acuerdo entre populares, socialdemócratas y liberales para desbloquear la designación de los seis vicepresidentes de la Comisión Europea —entre ellos Ribera y el italiano Raffaele Fitto— y del húngaro Olivér Várhelyi como comisario. Aunque este último con las competencias recortadas sobre las inicialmente asignadas por Ursula von der Leyen: llevará Sanidad y Salud Animal.

Los socialistas accedieron a votar a los candidatos de Giorgia Meloni y de Viktor Orban a cambio de salvar la candidatura de Ribera; una apuesta personal de Sánchez que el presidente no se podía permitir perder. No en vano, el PSOE es la segunda delegación más numerosa en el grupo parlamentario socialdemócrata, solo por detrás de la alemana. Y, además, Sánchez preside la Internacional Socialista. Habría sido poco menos que una humillación.

«El PSOE cambia de postura y acaba pactando con el partido de Orban y con el partido de Meloni. Sánchez apadrina la entrada de la ‘extrema derecha’ en la gobernabilidad de Europa», se apresuraron a interpretar los populares. En el PSOE niegan la mayor. Niegan haber pactado con Meloni y Orban, sino con los populares y liberales.

Pero lo cierto es que los socialistas votaron a favor de Fitto y de Várhelyi para salvar a Ribera: los candidatos de Italia y de Hungría podían haber salido adelante sin el voto de los socialdemócratas; con el voto del PPE y de los grupos parlamentarios a los que pertenecen Meloni, el de Conservadores y Reformistas Europeos (de hecho, es la presidenta), y Orban, el de los Patriotas por Europa. Sin embargo, la candidata de Sánchez y la del Gobierno de Rumanía estaban en desventaja, porque necesitaban sí o sí el voto del PPE.

De ahí la envolvente del presidente del PPE, Manfred Weber, a Sánchez y al resto de los socialdemócratas al meter a los seis vicepresidentes y al comisario húngaro en el mismo paquete. A instancias de Alberto Núñez Feijóo.

Desde la Moncloa no confirman conversaciones de Sánchez con Meloni en la cumbre del G-20 en Río de Janeiro; la misma a la que el presidente español llamó «querida Giorgia» en un viaje a Roma en abril de 2023. Solo reseñan una reunión con Von der Leyen en los márgenes del G-20. La presidenta de la Comisión Europea presionó mucho los últimos días para que el nuevo gobierno de la UE pudiera estar plenamente operativo el 1 de diciembre. Desde el equipo de Ribera sostienen, por su parte, que la candidata no se ha implicado en las negociaciones y que eso ha sido tarea de los partidos en la Eurocámara.

El martes, desde Brasil, el presidente ya se desentendió de la elección de los candidatos de Meloni y Orban. Entonces señaló que, según los tratados de la UE, son «los gobiernos de los países los que eligen a sus respectivos candidatos». Pero es una verdad a medias: aunque son los gobiernos de los países miembros los que proponen a sus candidatos, el Parlamento Europeo no está obligado a aceptar a cualquiera, y menos aún el PSOE. De hecho, en 2019 los eurodiputados rechazaron a los aspirantes de Hungría y Rumanía, y sus gobiernos tuvieron que proponer otros.

En el programa con el que el PSOE concurrió a las elecciones europeas, con Teresa Ribera como candidata, había un epígrafe que se titulaba: Más socialismo, menos ultraderecha, más Europa: el ejemplo de España. En él, los socialistas sostenían que las europeas eran «unas elecciones cruciales ante la ola de euroescepticismo y ultraderecha que quiere hacer retroceder en los avances sociales que ha supuesto el proyecto europeo». Y añadían: «En los últimos meses, hemos visto como las fuerzas populistas están reforzando sus posiciones en diversas citas electorales del continente y cómo se han aliado con los partidos conservadores y democristianos para alcanzar el poder en varios países». Ahora hacen una vez más de la necesidad, virtud, como le gusta decir a su jefe de filas.

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