Crónica deRocío Lacave Lena

Santidad VS Halloween: el Día de los Santos es para recordar a aquellos en los que la fe obró el milagro

Quizá no nos damos cuenta, pero todos contribuimos de alguna forma a que Halloween se haya hecho un hueco en un calendario que, por el contrario, cada vez pasa más por alto lo que celebramos: la santidad

Sevilla Actualizada 04:30

Una persona disfrazada del Joker durante la noche de Halloween en Madrid

Una persona disfrazada del Joker durante la noche de Halloween en MadridEuropa Press

De unos años a esta parte, Halloween se ha hecho un hueco en nuestras vidas y no hay forma de esquivar esta festividad que, al margen de que sea importada —que es lo de menos—, es de un mal gusto que va calando en esta sociedad cada vez más desnortada y falta de valores.

Al llegar esta fecha, yo me pregunto ¿por qué ensalzar lo feo, lo desagradable? ¿Por qué, en una noche como hoy, se anima a los niños —y no tan niños— a salir a la calle hechos unos adefesios a pedir caramelos a cambio de no molestar a los vecinos o de no hacer una gamberrada? ¿Por qué ese afán de asustar a los demás y pasar miedo por gusto? Quizá no nos damos cuenta, pero todos contribuimos de alguna forma a que Halloween se haya hecho un hueco en un calendario que, por el contrario, cada vez pasa más por alto lo que celebramos mañana: la santidad.

Es posible que algunos consideren exagerada esta afirmación, pero cuántos padres llevan a sus hijos disfrazados de simpáticas calabazas a la guardería —reconozco que poco tienen de siniestras y son muy simpáticas, pero créanme que en este contexto no es un disfraz inocuo— y, sin embargo, no saben cuándo se celebra su santo o pasa casi desapercibido en el calendario de celebraciones familiares.

El mes de octubre se despide con una noche en la que parece que el mal está más presente a través de disfraces y complementos, de juegos y planes que, repito, no son anecdóticos ni inofensivos… Y, probablemente, ese sea uno de los principales problemas, que no somos conscientes de que nuestras pequeñas concesiones nos sitúan en otro lugar, al que quizá no pertenecemos, pero del que acabamos formando parte. Al fin y al cabo, la costumbre se vuelve tradición y las tradiciones definen a la sociedad que las toma como suyas.

Sin embargo, hay esperanza. Noviembre, a su comienzo, nos da la oportunidad de volver a ensalzar lo bonito, lo que nos lleva a contemplar unos modelos de vida que, aunque no logremos parecernos ni un poquito a lo largo de nuestra trayectoria vital, son verdaderos ejemplos. El Día de Todos los Santos es la fecha para recordar a aquellos en los que la fe obró el milagro y cuyos valores nos animan a perseverar en lo bueno y en lo verdadero, en lo que nunca pasa.

Además, noviembre avanza dedicando su segundo día a los fieles difuntos, a los que nos preceden en un camino que, antes o después, todos recorreremos. A diferencia de la noche de hoy, en la que la muerte se banaliza y sirve de mofa, el día 2 se nos invita a recordar a los que nos faltan, a vivir esa ausencia con esperanza una vez que asumimos la pérdida. Inculquemos en los más pequeños, poco a poco, la idea de la muerte como un paso natural de la vida. Ayudémosles, de manera adaptada a cada edad, a traer a la memoria a quienes están en el cielo con cariño, a rezar por ellos, a llevarles flores al lugar en el que están; en definitiva, acerquémosles a este trance con la naturalidad y respeto.

Esta noche, cuando sienta que lo feo va ganando terreno por las calles, ponga todo su empeño porque la belleza y la verdad se impongan. Nada nuevo bajo el sol… Los nuevos somos nosotros —ya lo hicieron otros antes— y en nosotros está plantarle cara.

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