
Sin duda alguna, Juanito ha cambiado para mejor la vida de Rosa y Víctor
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La fuerza que da el cariño es, probablemente, la raíz, el sustento de cualquier familia. Más aún cuando esa familia no solo es de sangre, sino que se amplía con la convicción de que el amor realmente puede salvar vidas. Juanito llegó para colmar de felicidad a sus padres, Rosa y Víctor, tras un proceso de tres años que iniciaron para dar respuesta a una llamada muy concreta que sintieron: «darle un hogar a niños que muchos rechazan hoy en día».
El proceso de adopción comenzó en un curso que hicieron para prepararse antes de contraer matrimonio, porque fue en ese momento cuando sintieron la vocación. «En una de las charlas de formación, un chico nos contó su experiencia de fecundidad en el matrimonio con la adopción de niños con necesidades especiales. Fue un antes y un después escucharle. Ahí algo se movió en nuestro corazón y comenzamos a hablar de este tema y a valorar si nosotros estaríamos dispuestos a dar ese sí. Nos casamos a final de octubre de 2019 y, pasados unos meses, retomamos esta cuestión más seriamente porque vivimos ciertas cosas que nos hacían pensar que realmente teníamos la disposición para ello, al margen de si teníamos hijos de manera natural o no. El tiempo seguía pasando y mientras que esa llamada que ambos sentíamos seguía creciendo, los hijos biológicos no llegaban».
A finales de 2020 es cuando empezaron a informarse sobre la adopción de niños con necesidades especiales, recabando la documentación necesaria a comienzos de 2021 para iniciar el proceso formalmente. «No estábamos seguros de que nuestra vocación era la adopción de un niño con Síndrome de Down –quizás era lo que nos había conmovido más por experiencias cercanas–, pero sí teníamos claro que nos dolía profundamente que los niños que nadie quería acabasen en un centro de menores, sin familia». En esta línea, Víctor recuerda que, una vez que dieron este paso, «me di cuenta de que, definitivamente, yo estaba llamado a dar un poquito de mí por esos niños que el mundo no quiere. Y no como un héroe o un tipo supercapaz de todo, yo realmente soy muy egoísta y miedoso. Pero cuando experimentas que alguien te ha querido como nadie, a pesar de como eres, no puedes seguir instalado en ese egoísmo. Gracias a Dios, yo he experimentado tanto amor que estoy obligado a dar lo poquito que pueda salir de mí».
Largo proceso
Durante tres años tuvieron que cumplimentar documentación, informar de lo que estaban en disposición de afrontar –adopción, acogida, niño mayor, niño pequeño, con enfermedades, sin enfermedades…–.«No por elegir un niño a la carta, sino por ser realistas de lo que podríamos ofrecer en nuestras circunstancias», subrayan. Completar un curso de formación de varios meses, realizar entrevistas con trabajadores sociales, recibir visitas a su domicilio… Obtuvieron el documento de idoneidad y ya estaban preparados para que apareciese el niño que, de alguna forma, encajaba con lo que ellos podían asumir. «En este caso, este proceso no va por listado ni por orden, sino que cuando hay un niño con necesidad de una familia se estudia cuál es la más adecuada y entonces… Suena el teléfono».Cuando Juan llegó en 2024, dejaban atrás el tiempo de espera, «tres años en los que dio tiempo a reflexionar mucho, hemos tenido miedos, indecisiones, dudas… Pero han sido también muy bonitos» y era el momento de pasar a la acción. Juanito llegó a sus vidas con solo siete días «y, desde entonces, cada día es un regalo. Su vida es un regalo porque él iba a ser abortado, pero se pasaron los plazos que marca la ley. Nació con doble cardiopatía congénita y compleja, los primeros diez días estuvimos con él ingresado en el hospital… Desde el principio nos sentimos desbordados de cariño, de ayuda, de ofrecimientos. De esos días, nos quedamos con el amor de la familia y amigos, pero también de gente que no conoces. Aún nos sobrecoge pensar que todo el mundo, en la medida que tiene cada uno, quiso dar algo de su vida por Juan», recuerdan.
Superados aquellos primeros momentos, a nivel médico se han presentado algunas dificultades de manera progresiva: ha ingresado en tres ocasiones, por bronquiolitis, por insuficiencia cardíaca y por gastroenteritis. Desde los 3 meses ha precisado sonda nasogástrica para alimentarse, está pendiente de una gastrostomía y de una cirugía cardíaca, todos los días hay que dedicar tiempo para hacer estimulación oral y que coma algo, aunque es mínimo lo que ingiere por boca. «También tenemos terapias de logopeda, fisio y estimulación en un centro y hay que trabajarlo además en casa. Por otro lado, Juan debería haber sido operado alrededor de los 6 meses por su doble cardiopatía, pero tiene ya un año y dos meses y siguen viéndole estable a nivel cardiológico, por lo que prefieren seguir esperando a que sea lo más mayor posible, siempre que esté estable, para operarse».
La llegada de un hermano
Su fe les ha ayudado a afrontar estas dificultades, especialmente encomendándose a Jérôme Lejeune – ya venerable- y a Carmen Hernández –sierva de Dios– «¡a ver si conseguimos hacerles santos gracias al corazón de Juan! A pesar de algunos ingresos y sustos, ver la sonrisa de Juan y lo feliz que es cada día hace que se nos quiten los miedos y pensar: ¡claro que todo esto tiene sentido!», detallan. Además, ahora tienen otro motivo para seguir confiando, ya que pronto ampliarán la familia con la llegada de su segundo hijo. «Creemos que este embarazo viene claramente por Juan, porque antes pedíamos un hijo para satisfacer nuestro deseo, pero desde que llegó Juan empezamos a pedir un hermano para él y el embarazo se dio muy rápido. Los hermanos son una escuela de vida, te enseñan a compartir, a negociar, a pelear, a perdonar, a tener paciencia, a disfrutar»
Respecto a los miedos que pueden experimentar unos padres que reciben la noticia de que su hijo viene con Síndrome de Down, tienen claro cómo los animarían a afrontarlo con mucho ánimo y determinación: «¡Les diríamos que tener un hijo con síndrome de Down es la mayor alegría del universo! Hay retos, muchas dificultades, tremenda dedicación…pero la satisfacción del amor que te dan estos niños es inexplicable».
Solo cabe añadir que, ante una experiencia de amor tan inconmensurable, los prejuicios se hacen a un lado y el corazón –de quienes lo sienten– y la razón –de quienes lo piensan y así lo viven– tienen la última palabra.