El techo del salón antes y después del retirado de las pinturas

El techo del salón antes y después del retirado de las pinturasED / Wikimedia / Generalitat

Cataluña

El gobierno catalán consuma su purga a la historia de España en las paredes del Palau de la Generalitat

Pere Aragonès ha culminado esta semana las políticas 'woke' de Quim Torra: los frescos de Primo de Rivera ya no están en el Salón de Sant Jordi

El expolio histórico y pictórico que originó el expresidente catalán Quim Torra ha llegado a su fin. Los muros del Salón de Sant Jordi –un espacio icónico del Palau de la Generalitat, sede del poder ejecutivo en Cataluña– ya no están ricamente decorados con el espectacular y casi centenario conjunto de frescos que representaban momentos cruciales de la historia de España: han sido sustituidos por el frío blanco de las paredes desnudas.

¿Qué ultraje merecía este borrado de la historia? El pecado cometido por estas obras de arte es que reivindicaban la españolidad de Cataluña. Además, se realizaron entre 1926 y 1927, durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

El salón, en su estado "rehabilitado".

El salón, en su estado «rehabilitado».Generalitat de Cataluña

Para la mentalidad woke que parece dominar en ciertos gobernantes, era impensable mantener en su sitio unas pinturas que representaban «un relato histórico altamente connotado por contenidos políticos e ideológicos, de carácter integrista, autoritario y antidemocrático».

Así es como se describe en el comunicado que la Generalitat envió esta semana para anunciar que se habían completado los trabajos de retirada de los frescos. Una decisión que se remonta a 2019, cuando Torra creó y presidió la llamada Comisión para el Estudio de la Decoración Pictórica del Salón de Sant Jordi, organismo que tomó la decisión de retirar las pinturas.

Los trabajos, no obstante, no comenzaron hasta esta pasada legislatura, siendo presidente Pere Aragonès. Han sido 16 meses en los cuales los técnicos y restauradores de la Generalitat han arrancado una a una las 24 pinturas de gran formato de las paredes y las 45 de formato pequeño que estaban situadas en las cúpulas: en total 860 metros cuadrados de pinturas históricas que ahora se guardará en un almacén, sin previsión de volver a ver la luz.

Colón en Barcelona

Teniendo en cuenta todo esto, cabe preguntarse: ¿cuáles han sido las pinturas o los motivos que han sido borrados? El primero era una representación de Colón en Barcelona, en la visita que realizó cuando volvió de América y fue a ver a los Reyes Católicos a darles parte de lo que había visto. Estos estaban en el Monasterio de San Jerónimo de Murtra, en Badalona, porque poco tiempo antes el rey Fernando estuvo a punto de morir a manos de Juan de Canyamás, el cual le clavó un cuchillo en el cuello.

Uno de los frescos retrataba la recepción de los Reyes Católicos a Cristóbal Colón

Uno de los frescos retrataba la recepción de los Reyes Católicos a Cristóbal ColónWikimedia

Es absurdo. Después de todo lo que ha dicho el Instituto Nova Història acerca del origen catalán de Colón, o de que si en vez de Palos de la Frontera las naves partieron de Pals, en Gerona, o que si la mayoría de los tripulantes eran catalanes y que la colonización de América fue en catalán… ahora resulta que un cuadro evocador de un recibimiento es considerado anticatalán. Un término, además, que en esa época no existía,

La batalla de Lepanto

El siguiente grupo de imágenes representaban la batalla de Lepanto, un hecho histórico que tuvo a España como protagonista porque formaba parte de la llamada Liga Santa, junto con la República de Venecia, los Estados Pontificios o la República de Génova, entre otros: todos unidos contra la amenaza que suponía el Imperio otomano.

La victoria de la Liga Santa, el 7 de octubre de 1571, es de gran importancia en la historia de Europa y del Imperio Otomano, ya que marcó el punto de inflexión de la expansión militar otomana en el Mediterráneo, si bien las guerras otomanas en Europa continuarían durante otro siglo.

Al frente estaba el hermanastro de Felipe II, Juan de Austria, y como mano derecha, el catalán Luis de Requesens, perteneciente a una de las más importantes familias barcelonesas. Cuando fue reclamado para la batalla de Lepanto, ejerció de segundo jefe de la Armada y tutor del príncipe. Por instrucciones secretas se le comunicaba que «por sus cualidades reunían la prudencia, buen juicio, virtudes diplomáticas, experiencia marinera en este mar y una respetada condición nobiliar».

Una de las pinturas retiradas, que representaba al Cristo de Lepanto, pintada por Josep Mª Xiró

Una de las pinturas retiradas, que representaba al Cristo de Lepanto, pintada por Josep Mª XiróWikimedia

Se dice que la intervención de Requesens fue muy importante, casi totalmente decisiva, para que la imagen del Santísimo Cristo de Lepanto y varias de las banderas de aquel memorable encuentro fueran llevadas a Barcelona. Así fue, y hace siglos que la imagen es venerada por los catalanes.

En las atarazanas de Barcelona también se conserva una réplica del barco con el cual luchó Luis de Requesens, también visitada por cientos de catalanes y no catalanes. Por tanto, hablamos de una batalla, la de Lepanto, muy interiorizada dentro de la vida cotidiana de los catalanes desde hace siglos.

El compromiso de Caspe

La tercera gran pintura estaba dedicada al compromiso de Caspe, uno de los hechos que más duelen al nacionalismo catalán. Martin I de Aragón, conocido como el Humano o el Viejo, murió el 31 de mayo de 1410 en Barcelona, sin descendencia. En los meses de marzo y abril de 1412 se reunieron los representantes de Aragón, Cataluña y Valencia, para elegir un nuevo rey.

El pretendiente más afín a los catalanes, como dirían los historiadores del siglo XIX, era Jaime II de Urgell. Como escribe Ferran Soldevila, «el Conde era un hombre débil, y sus consejeros, comenzando por su madre, Margarita de Monferrato, muy falta de ponderación y muy exaltados hacia aventuras ilusas». Lluís Domènech i Muntaner lo tilda de «absolutamente ingenuo, confiado en los hombres, falto de previsión política para escoger la ocasión propicia, y la energía para hacerse dueño de ella». Por lo cual los tres compromisarios catalanes decidieron descartarlo.

Todo esto fue reinterpretado por los historiadores catalanes cuatro siglos después de que fuera firmado el Compromiso de Caspe. Antonio de Bofarull y Víctor Balaguer fueron los que vieron en la dinastía Trastámara un ataque contra Cataluña. Enric Prat de la Riba lo juzgó como «la violación de las sagradas costumbres que regulaban la sucesión a la corona». Santiago Sobrequés afirmó que, en el 1479, «cuando Fernando II subió al trono del Principado, encontró una Cataluña exánime, víctima de la miseria, la inflación, la peste, el bandidaje y las incursiones de guerrilleros franceses de la frontera».

Pese a ello, en Els Trastamares, el lúcido historiador Jaume Vicens Vives escribe que «no cabe considerar como injusta la solución de Caspe, pues todo invita a pensar que, por unos y otros motivos, Fernando era en 1412, el candidato que contaba con más apoyos en el conjunto de la Corona de Aragón». Vicens Vives afirma que el Compromiso de Caspe desplazó la oligarquía feudal por la burguesía de Barcelona y que «con él se pusieron las bases desde las que la Corona de Aragón se lanzaría al yugo de la política europea ya en los albores del Renacimiento».

Con lo cual, no fue el principio del fin, sino una oportunidad de apartar mentalidades caducas para introducir un aire fresco a la política catalana. Es más, si bien es cierto que a la llegada de Fernando II la economía estaba en bancarrota, no fue por culpa del Compromiso de Caspe, sino por la mala gestión de Alfonso el Magnánimo, que estuvo a punto de provocar el colapso del organismo económico de la Corona de Aragón en el mediterráneo.

Por tanto, recapitulando las palabras tanto de Quim Torra como de Pere Aragonès, todo lo dicho sobre los frescos del Salón de Sant Jordi es una gran mentira. Ni son un ultraje contra Cataluña ni una españolización. Las tres forman parte de la historia de Cataluña porque en las tres personajes estuvieron presentes personajes vinculados con esta comunidad. Se trata, en definitiva, de un nuevo ejemplo del pensamiento woke que quieren imponer los nacionalistas catalanes.

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