Análisis
Sánchez dejó escapar a Puigdemont para asegurarse la investidura de Illa
Los socialistas se negaron a detener al prófugo para desactivar la estrategia victimista de Junts
Junts per Catalunya planificó con todo detalle el viaje de ida y vuelta de Carles Puigdemont a Barcelona. Su objetivo era que su detención fuera una excusa para suspender el pleno y que así la investidura del socialista Salvador Illa no se consumara.
Su estrategia fracasó, porque –a diferencia de octubre de 2017, cuando el método para introducir las urnas para el referéndum ilegal fue secreto– en este caso la publicidad sobre lo que iba a hacer Puigdemont dio al traste con sus planes, dado que dio la oportunidad al PSC y al gobierno de Pedro Sánchez de planificar la respuesta.
En el PSOE y ERC, cerciorados de que el plan de Junts era suspender el pleno con la excusa del escándalo organizado por la detención de Puigdemont, decidieron dejarlo volver y no detenerlo. Así no habría ni escándalo ni excusa para frenar la investidura de Illa.
En la Moncloa son conscientes del grado de infiltración independentista que hay en los Mossos y, por lo tanto, sabían que Puigdemont contaría con su complicidad –activa de unos y pasiva de otros– para organizar su llegada y huida. Solo tenían que no hacer nada.
Argumentario socialista
El argumentario que los socialistas habían preparado previamente, y que sus terminales machacaron sin parar desde primera hora de ayer jueves, se basaba en relativizar el regreso y no detención de Puigdemont, y en dar importancia a lo que sucedía dentro del hemiciclo. O sea, a la elección de Salvador Illa como presidente de la Generalitat.
Al igual que en la Ciudad Prohibida la corte de PuYi hacia su vida ajena a lo que sucedía en las calles de Pekín, en el interior del Parlament el PSC, ERC y los Comunes han obviado a Puigdemont. «Lo importante es que Illa es presidente» han repetido una y otra vez desde las atalayas próximas al PSC y al Gobierno.
Ha sido inevitable que recorriera Cataluña una sensación de déjà vu en relación a lo sucedido con los Mossos en 2017. Hace casi siete años la policía autonómica no quiso hacer nada por evitar que se llevara a cabo el referéndum ilegal del 1 de octubre a pesar del mandato judicial de impedir la votación. Ayer, desde la consejería de Interior se tomaron más molestias en garantizar que Puigdemont pudiera dar su mitin que en llevar a cabo su detención.
El día previo a la investidura, desde los Mossos se filtró a los medios el interés de la dirección de la policía autonómica en respetar la institucionalidad del cargo que encarna Puigdemont, como expresidente de la Generalitat. Así, se hizo saber que la detención se realizaría por un mando de la policía y sin esposar. Quizás de tanto planificar el protocolo se olvidaron de determinar en qué punto, hora y lugar iba a ser detenido.
Fuentes de la cúpula de los Mossos, una vez han constatado que Puigdemont se había volatilizado montado en el vehículo particular de un miembro de su cuerpo, con el fin de justificarse, han filtrado que el expresidente había incumplido los acuerdos a los que habían llegado con su entorno.
Sobreactuación de los Mossos
Las detenciones de dos miembros de los Mossos llevadas a cabo durante el día de ayer suenan a justificación, como también ha parecido una sobreactuación impostada la operación jaula activada cuando han comprobado que Puigdemont se había escapado.
La fuga del expresidente es una suma de incompetencia, colaboración desde el interior de la policía autonómica y dejación de funciones por parte del gobierno central que, en todo caso, respira tranquilo. Prefieren el ridículo de la fuga que tener que lidiar con el problema de un Puigdemont en prisión provisional.
El entorno de Puigdemont tenía muy bien planificado cómo confundir a la policía autonómica, y los colaboradores más cercanos a Puigdemont como su abogado, el exetarra Gonzalo Boye, o su enlace con Moscú, Josep Lluís Alay, se han dirigido al interior del edificio del Parlament mientras Puigdemont huía en un Honda blanco en dirección a las Rondas de Barcelona.
Una vez han recibido información de que su líder estaba fuera de la capital catalana han dejado el Parlament para rencontrarse con su jefe en algún lugar prestablecido.
Policía y Guardia Civil
Si bien el papel, colaboracionista, de la policía autonómica nos retrotrae a 2017 no podemos decir los mismo de la actuación del CNP y la Guardia Civil. En 2017 las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado estaban dispuestas a actuar y habían planificado el cómo y cuándo hacerlo, pero un error de cálculo político del gobierno de Rajoy, basado en que no habría urnas ni votación, y que estábamos frente a un desafío del independentismo para negociar, dejó a la Guardia Civil y a la Policía Nacional sin poder llevar a cabo su labor.
Ayer, en cambio, desde el Ministerio del Interior se había determinado premeditadamente no intervenir. No había un solo control fronterizo ni ningún plan previsto: la idea del ministerio de Marlaska fue dejar el trabajo de policía judicial en manos de los Mossos.
En la Moncloa, el ridículo que supone que Puigdemont llegue a Barcelona, dé un mitin ante un millar de personas y se consiga escabullir entre casi tantos Mossos como asistentes al mitin no preocupa lo más mínimo. Los titulares en la prensa internacional tampoco. Desde la dirección socialista se pone el foco en la poca capacidad de convocatoria de Puigdemont, en la irrelevancia de su ida y vuelta y en el hecho de que Illa es presidente.
En las próximas horas Puigdemont reaparecerá, hará otro discurso impostado desde algún rincón de la Francia vaciada, cerca de la frontera española, pero a Sánchez le da lo mismo. Los socialistas saben que Puigdemont no les puede hacer caer, dado que deberían pactar una moción de censura con el PP y Vox, y eso a día de hoy es imposible.