Carles Puigdemont, en su mitin de Barcelona del 8 de agosto, antes de fugarse de nuevo

Carles Puigdemont, en su mitin de Barcelona del 8 de agosto, antes de fugarse de nuevoAFP

Análisis

Puigdemont se plantea entregar su escaño en el Parlament en plena crisis de los partidos separatistas

El gobierno de Illa pone contra la pared a Junts y a ERC, sumidos en un turbulento proceso de renovación de liderazgos

Con la toma de posesión del socialista Salvador Illa como presidente de la Generalitat, el independentismo se ha visto desalojado del poder por primera vez en su historia, tras cerrar un ciclo electoral catastrófico en el que perdieron diputados en Madrid y Barcelona e infinidad de alcaldías.

Desde 1977, nunca había habido un gobierno autonómico en Cataluña sin un solo conseller militante de un partido nacionalista en el Consejo Ejecutivo. Los dos grandes partidos separatistas, Junts y ERC, están asimilando su nueva y dura realidad y en ese proceso han entrado en crisis política, de liderazgo y también financiera.

Crisis en ERC

Primero fue ERC, que tras la renuncia de Pere Aragonès a seguir en política convocó un congreso para el próximo mes de noviembre. Junqueras dimitió con el objetivo de volver, pero el sector crítico autodenominado Colectivo Primer d'Octubre, en referencia al referéndum ilegal de octubre de 2017, quiere presentar una candidatura alternativa, con el objetivo de enmendar la estrategia de ERC y romper cualquier acuerdo con el PSC y con el PSOE.

En Esquerra las aguas bajan movidas debido al escándalo de los carteles contra Ernest Maragall, promovidos desde dentro del partido durante la campaña electoral de las municipales con el objetivo de victimizarle. También causó estupefacción en las bases republicanas la revelación de que los muñecos alegóricos a Junqueras colgados de un puente, lejos de ser obra de ningún grupo exaltado radical, también se habían orquestado desde el área de comunicación de ERC.

Esquerra se ha quedado sin liderazgo en el Parlament, y descabezada como partido, con Gabriel Rufián como portavoz en el Congreso siendo cuestionado e implorando a Jaume Collboni que les dé acomodo en el gobierno municipal de Barcelona.

En este estado de cosas en ERC nadie confía en que el congreso de otoño sea plácido con candidatura única. La consulta a las bases sobre si apoyar la investidura de Illa o no se saldó con una victoria pírrica de la dirección provisional encabezada por Marta Rovira, y ese resultado augura un congreso con un enfrentamiento a cara de perro entre la facción partidaria de seguir apoyando al dúo Sánchez-Illa y los partidarios de romper y volver al unilateralismo de 2017.

Además, ERC se enfrenta a una crisis financiera debido a la pérdida de ingresos por su menor representatividad. No en vano, más del 80 % de los ingresos de los partidos dependen de las fuentes de financiación pública vinculadas a los resultados obtenidos en las elecciones. Algunas fuentes sitúan el déficit de ERC en un millón de euros anuales, lo que llevará al partido a un ERE, a un estricto plan de ajuste de sus gastos o a ambas cosas a la vez.

Futuro negro para Junts

En Junts, tras el efímero subidón del paseo exprés de su líder, Carles Puigdemont, por Barcelona las cosas no pintan mejor que en ERC. El expresidente aún no ha sido capaz de argumentar de forma sólida los motivos de su ida y vuelta, y parte de la militancia de Junts está desconcertada.

Si bien el secretario general de Junts, Jordi Turull, ha dicho que Puigdemont es clave para el futuro de su partido, la realidad es que Puigdemont prometió antes de las elecciones que si no era elegido presidente dejaría la política y ahora, consciente de que su fuga puede prolongarse, por tiempo indefinido, se plantea dimitir como diputado autonómico.

Junts, siempre pendiente de fastidiar a ERC, ha anunciado que adelanta su congreso, previsto para 2026 a octubre de este año. Su primer objetivo, como es habitual, es contraprogramar a ERC que ya había anunciado su congreso para unas semanas más tarde. Pero además Junts necesita resolver la falta de liderazgo resultante de la condena a Laura Borrás, por corrupción, y la decisión de Puigdemont de seguir huido de la justicia.

Las últimas decisiones tomadas desde Waterloo no han sido precisamente exitosas. La campaña europea, con Toni Comín de candidato por expreso deseo de Puigdemont, terminó en fracaso, al pasar Junts de tres escaños a uno. Además, al no pasar Comín por el Congreso en Madrid a recoger el acta, no ha podido tomar posesión del escaño y eso ha provocado una merma de ingresos en Junts.

El eurodiputado Antoni Comín, interviene durante el acto de presentación del nuevo gobierno del Consejo de la República, a 1 de marzo de 2024, en Ribesaltes (Francia). Fuente: Europa Press

Carles Puigdemont y Toni Comín, en una imagen de archivoEuropa Press

Comín no acudió a la Carrera de San Jerónimo como el resto de diputados para evitar ser detenido, dado que también está fugado de la justicia al igual que Puigdemont y el exconseller Lluís Puig, también residente en Bruselas.

Comín se ha convertido en una fuente de preocupaciones para Puigdemont porque no solo no está ejerciendo de europarlamentario sino que además los militantes del Consell de la República, el falso órgano representativo del gobierno fake en el autoproclamado «exilio», han acusado a Comín, que es vicepresidente del Consell, de gastos suntuosos y pagarse vacaciones por la costa mediterránea francesa a cargo de los ingresos del Consell.

Con Puigdemont cuestionado por parte de las bases, el congreso de Junts es una incógnita, dado que Turull, recambio natural de Puigdemont, es apreciado por las bases, pero percibido como alguien sin carisma.

En este panorama, no se descarta un congreso en el que Jaume Giró, exconseller de Economía, exsubdirector general de CaixaBank y hombre vinculado a todos los poderes fácticos tanto en Barcelona como en Madrid, se aventure a desafiar los designios a distancia de Puigdemont.

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