Ciudad
El Ayuntamiento de Barcelona transformará la capilla dels Segadors en un museo
El espacio está vinculado a la llamada guerra dels Segadors, una fecha, recuerda Vicens Vives, más romántica que real
El Ayuntamiento de Barcelona anunció esta semana que convertirá la capilla llamada dels Segadors («de los Segadores») en un nuevo espacio museístico, que se prevé inaugurar en 2026. El espacio adjunto a la actual iglesia de Sant Andreu del Palomar hará las funciones de «centro de interpretación que relacione el pasado, el presente y el futuro de este espacio en el conjunto del territorio y del país».
Hoy en día se trata de un lugar del que solo queda la estructura, que ya se apuntaló previamente para evitar que se derrumbara. El Arzobispado de Barcelona y el consistorio pactaron la rehabilitación por 300.000 euros, de los cuales 130.000 saldrán de las arcas públicas.
La regidora del distrito de Sant Andreu declaró que «la restauración de la capilla reforzará la identidad del barrio y nuestra herencia cultural, además de proporcionar nuevas oportunidades educativas para promover la conciencia histórica y la apreciación de nuestro patrimonio. Son palabras, no obstante, en las que resuena algo que ya dejó por escrito el historiador Jaume Vicens Vives: «Hasta hace no mucho, sólo poseíamos una interpretación romántica, exclusivamente política, del alzamiento catalán de 1640».
No en vano, el nombre de esta capilla está vinculado a la llamada guerra dels Segadors, una fecha, recuerda Vicens Vives, más romántica que real. Ahora bien, ¿qué pasó en este conflicto? Históricamente hablando el 22 de mayo de 1640, campesinos procedentes de diversos puntos de Cataluña iniciaron una revuelta que dio paso a la citada guerra.
El significado de la guerra
Ahora bien, ¿qué significado tuvo la guerra dels Segadors? El 7 de junio de 1640 unos 400 segadores atravesaban las murallas de Barcelona: eran trabajadores eventuales, procedentes del Delta del Llobregat. En un primer momento la tranquilidad fue la tónica de aquella concentración.
Sin embargo, a las 9 de la mañana uno de los segadores tuvo un altercado con el servidor de uno de los alguaciles reales. Como consecuencia de ello, el segador quedó herido. Aquello provocó que el resto se amotinaran, intentando quemar el palacio del virrey, varias casas nobles y de juristas de la Audiencia. Además, mataron a once personas. Entre ellas a Dalmau de Queralt y Codina, conde de Santa Colom de Queralt.
Aquellos hombres protestaban contra el régimen señorial, el asentamiento de tropas y el incremento de impuestos. Delante del palacio del virrey gritaron vivas al rey y muerte al mal gobierno. El virrey, en su huida, fue interceptado por los segadores en una playa, delante del castillo de Montjuic, donde, herido y extenuado, fue apuñalado sin poder huir.
El 11 de junio de 1640, las autoridades consiguieron que abandonaran Barcelona, bajo el pretexto de que Gerona estaba a punto de ser atacada por los tercios –tropas que estaban luchando contra Francia desde el 1635– y se tenía que defender. Los tercios, como consecuencia de la guerra se movían por el Principado, pero en son de paz.
No luchaban contra los catalanes. Sólo buscaban cobijo. Encontraron cerradas las puertas de Sant Feliu de Pallerols y Santa Coloma de Farners. Aquel rechazo hizo que uno de los alguaciles muriera. Los tercios represaliaron aquella muerte el 3 de mayo de 1640 en Riudarenes y el 14 de mayo en Santa Coloma de Farners. Lo que era un acto pacífico se convirtió en un alzamiento armado de los campesinos de Gerona, Ampurdán, Valles, Osona y Ripollés.
Hechos mitificados
La Corona no les perdonó la muerte del conde de Santa Coloma. Hubieran podido perdonar el levantamiento de los segadores, pero no la venganza contra el virrey de Cataluña. Los hechos ocurridos el 7 de junio del 1640 podía haber pasado sin pena ni gloria. El rey hubiera ajusticiado a los asesinos del conde de Santa Coloma y hubiera sido una historia insignificante.
Sin embargo, como ocurre muchas veces, aquellos hechos se ensalzaron con obras teatrales que mitificaron aquel día, como El Corpus de Sang de Manuel Angelón (1857), el poema Nit de Sang de mosén Cinto Verdaguer (1866), el drama Els Segadors de Frederic Soler «Pitarra» (1876), o el folleto El Corpus de Sang de Antonio Rovira y Virgili (1932). La guinda del pastel fue Els Segadors, un himno reivindicativo y guerrero.
Con todo, la capilla dels Segados tampoco tuvo mucha importancia en su momento, ya que durante la Semana Trágica los sublevados encendieron el altar mayor, el órgano y los altares de madera de la iglesia. Con bancos, confesionarios, y otros objetos, se formó una hoguera que ardió bajo el centro de la cúpula durante 30 horas.
Una de las pérdidas más importantes de la Semana Trágica fue el Cristo de los Segadores, enarbolado durante la revuelta de 1640. Ese fue el final de una capilla actualmente en estado ruinoso, que el Ayuntamiento quiere convertir ahora en espacio museístico.