Ruinas del Gran Casino de la Rabassada, en Barcelona

Ruinas del Gran Casino de la Rabassada, en BarcelonaWikimedia

Historias de Barcelona

El casino abandonado de Barcelona y su habitación secreta para quienes lo habían perdido todo

El complejo de la Rabassada abrió en 1911 con la intención de convertirse en referente del lujo en la ciudad

Entre finales del siglo XIX y principios del XX, el Tibidabo se convirtió en el centro social de Barcelona: había torres, un funicular, una carretera para llegar en coche a la cima de la montaña, un templo expiatorio, un hotel y un parque de atracciones. Solo le faltaba un palacio de fiestas, así que un grupo de empresarios, con capital francés, se propusieron construirlo: esta es la historia del Gran Casino de la Rabassada.

El proyecto fue impulsado por la Sociedad Anónima La Rabassada, y encargado al arquitecto Andreu Aulet. Se iniciaron las obras a principios de 1911, con un presupuesto de 2,5 millones de pesetas, y el Gran Casino se inauguró el 15 de julio de aquel mismo año. Quería ser una referencia del lujo a nivel europeo, y para la inauguración se anunciaban «atracciones americanas» y una entrada a 0,50 pesetas.

Los edificios del casino estaban distribuidos a lo largo de la carretera. La entrada principal estaba flanqueada por una gran reja, con dos taquillas a los lados. A la derecha y por una galería se llegaba al restaurante y al salón-concierto, de donde salía una terraza y una galería que daban al belvedere o mirador.

Exterior del casino

Exterior del casinoWikimedia

Hacia la izquierda de la entrada principal, estaba el casino propiamente dicho, con un vestíbulo, guardarropía, servicios y dos salas de juego. En el primer piso disponía de un agradable comedor con una elegante rotonda, e incluso se constituyó un Círculo de Extranjeros con el fin de proporcionarles una estancia agradable. Existía también un bar y un restaurante para uso exclusivo de los socios extranjeros.

El conjunto se completaba con un elegante music-hall y un teatro con capacidad para 200 personas. Dos amplias escalinatas que arrancaban de la fachada posterior del edificio conducían a las atracciones al aire libre, inspiradas en otros parques vistos en ciudades como Londres, Nueva York, París o Berlín.

La habitación del suicidio

Se organizó un servicio de coches que, desde la calle del Portal de Ángel, llevaba a los clientes hasta el Casino. Este servicio funcionaba desde las 9,30 horas a las 22 horas. El casino se convirtió en un lugar emblemático y referencia del lujo barcelonés, en un momento de expansión económica de la ciudad. Allí, como en Montecarlo, se ganaron y perdieron grandes fortunas.

Habitación de juego en el casino, en una foto de 1911

Habitación de juego en el casino, en una foto de 1911Wikimedia

Al respecto, se cuenta una historia que algunos la catalogan de leyenda urbana y otros de real. Parece ser que el casino tenía, a disposición de sus clientes, una pequeña habitación para que, con la mayor discreción del mundo, pudieran acabar con su vida. Se desconoce cuántas personas decidieron terminar así después de haberse arruinado.

Tampoco se sabe cómo acababa la historia, de producirse. Con toda probabilidad, al cierre del casino se llamaba a la familia, se transportaba el cadáver a un tanatorio o a la casa del fallecido, la habitación se limpiaba y se dejaba en condiciones para la siguiente ocasión que alguien decidiera utilizarla.

Caída en desgracia

El esplendor de aquel lugar idílico fue muy corto. En 1912 se empezó a perseguir en España a los juegos de azar y, por imposición gubernativa, el casino dejó de funcionar. Con ello dejaron de visitarlo jugadores locales, nacionales y extranjeros. La empresa le arrendó el complejo a Joan Meunier Morin, que se encargó de dirigirlo todo, menos el casino.

Llegaron a un acuerdo por el cual pagaría un 20% de los beneficios a la empresa propietaria. El tema se complicó el 12 de noviembre de 1913: ese día quedó registrado en el Padrón de Contribución del Ayuntamiento de Sant Cugat que la empresa propietaria se había declarado en quiebra. Aún así, Meunier continuó con la explotación de las instalaciones.

Otra vista histórica del casino

Otra vista histórica del casinoWikimedia

En la década de los años 20 quiso darle un giro y convertir el lugar en un centro lúdico familiar. En 1919 compró todo el complejo y le cambió el nombre a Jardines de Recreo y Atracción. La línea del tranvía, que quedó sin funcionamiento desde la quiebra, la reabrió la Sociedad de Tranvías de Montaña SA. Aunque no llevaba el nombre de casino, funcionaba como tal, porque las autoridades gubernativas volvieron a permitir el juego.

En septiembre de 1928, la dictadura de Miguel Primo de Rivera volvió a prohibir el juego, con lo cual aquella parte de Jardines de Recreo y Atracción, que era la mayor fuente de ingresos, tuvo que cerrar. Tuvo un pequeño renacer durante la Exposición Universal de 1929, como lugar de paseo, restaurante y hotel.

Aunque el casino se reabrió en la II República, su tiempo había pasado y en 1934 quedó clausurado, y se cerró el restaurante. Durante la guerra civil se convirtió en un cuartel de carabineros. Finalizada la guerra no volvió a abrirse y sus instalaciones entraron en decadencia, siendo reutilizado gran parte del mobiliario, puertas, ventanas y elementos decorativos para la construcción de otras casas cercanas.

El tiempo y la naturaleza han tomado el lugar y ha hecho olvidar un lugar que fue emblema de una Barcelona llena de contrastes y hervidero de cambios sociales, culturales y arquitectónicos.

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