Rutas por Barcelona
¿Qué queda de la antigua muralla que protegía a Barcelona de los piratas?
La antigua Muralla de Mar se alzaba en lo que hoy es el Paseo de Colón
Los ciudadanos y turistas que hoy en día pasan por el Paseo de Colón de Barcelona tal vez no sepan que allí se levantaba la Muralla de Mar. Hasta el siglo XIX, la capital catalana era una ciudad amurallada: esta, la de Mar, fue la última que se derrocó.
Para entrar en Barcelona había ocho puertas distribuidas a lo largo de las murallas. Estaba el portal de San Daniel, en lo que hoy es el Arco del Triunfo, en el Paseo Lluís Companys, y también el Portal Nuevo, que se situaba en la actual Ronda Sant Pere. También el Portal de Junqueras, a la altura de la calle Junqueras con la Plaza Urquinaona, y el Portal dels Orbs, en la calle Puerta del Ángel con Plaza Cataluña.
La quinta puerta era el Portal del Bon Any, en la calle Tallers y Pelayo; seguida por el Portal de Sant Antoni, en la actual Ronda Sant Antoni; el Portal de Sant Pau, que estaría donde se levanta la iglesia e Sant Pau del Camp, y el Portal de Santa Madrona, en las Drassanes. Esta última puerta es la única que se conserva a día de hoy.
Una muralla contra los piratas
La Muralla de Mar se iniciaba en las Drassanes y acababa en el Baluarte del Rey, en lo que sería hoy en día la Plaza de Antonio López. Su construcción se inició en el 1427 y finalizó en 1475. Su función era servir de fortificación para detener y proteger a la ciudad de los piratas que pudieran llegar por mar.
Historias de Barcelona
Esta estrecha calle de Barcelona fue durante siglos una de las más importantes de la ciudad
La Barcelona amurallada empezó a perder esta condición en el año 1849, cuando empezó a crecer, sobre todo en dirección hacia la montaña del Tibidabo, con el Plan Cerdà, conocido actualmente como Eixample. No obstante, las autoridades barcelonesas decidieron conservar la Muralla de Mar.
¿Por qué? En el 1834 el capitán general Ramón de Meer y Kindelán ordenó ensancharla, nivelarla, pavimentarla y ponerle farolas, convirtiéndola en un lugar de paseo para los barceloneses que, teniendo en cuenta lo comprimida y densa que era la ciudad, se convirtió en un espacio único para gozar del mar y del aire fresco.
Para salvar el desnivel y para poder pasear por ella, se construyeron dos grandes rampas para llegar arriba de la muralla, en los extremos y escaleras en los puntos intermedios. Había una rampa al final de las Ramblas que se conocía como Framenors. En la Llotja estaba la otra rampa, que conectaba con el Pla de Palau.
Marcó la ciudad
Aunque durante unos años se convirtió en el principal lugar de recreo de los barceloneses, la evolución de la ciudad se vio marcada por esa muralla, por dos hechos. En primer lugar porque era una barrera con el puerto y, en segundo lugar, separaba la ciudad del barrio de la Barceloneta, que estaba fuera de las murallas, construido a partir del 1753, para solucionar los problemas habitacionales de la ciudad.
Para solucionar este problema, las autoridades decidieron, en 1854, derribarla. La muralla desapareció definitivamente en 1881. Teniendo en cuenta la Exposición Universal de 1888, se urbanizó aquella zona y, donde estaba la rampa Framenors, se alzó el monumento a Cristóbal Colón.
En paralelo a la muralla, pero por su parte inferior, transcurría una calle conocida como Paso de debajo muralla, que sería la actual acera en la parte de montaña del Paseo de Colón. Este nombre se ha conservado y es como se conoce la calle que va desde la Vía Layetana hasta Pla de Palau, en la zona de los porches de Xifré, donde está el restaurante 7 Portes.
De aquella muralla hoy no existe nada. Aparecieron unos restos, cuando se construyó la Ronda Litoral, que pasa por debajo del Paseo de Colón, pero se decidió no conservarlos, aunque se documentaron.
Una Barcelona muy diferente
La gente que paseaba por aquella muralla tenía una vista muy diferente a la actual, al menos al principio, pues vieron como la zona evolucionaba, desde el punto de vista arquitectónico, con el paso del tiempo. Al principio de la muralla, en la rampa Framenors, debemos situar el Convento de San Francisco. Este fue demolido en 1837.
Los terrenos los adquirió Luis Joaquín Fernández de Córdoba y Benavides, duque de Medinaceli. La parte que tocaba a las Ramblas la cedió al ejército, donde hoy se levanta el edificio del Gobierno Militar. En la parte central se construyeron bloques de casas y, en la tercera sección, mandó construir una plaza, que se conoce como del Duque de Medinaceli.
A continuación se alzaba el Convento de la Mercè, fundado en el siglo XV. En 1835, con la desamortización de Mendizábal, aquel espacio quedó en manos del Ejército. En ese lugar se levantó la Capitanía General, conservándose solo la iglesia y una parte del claustro incorporado en el edificio de Capitanía.
Siguiendo por la muralla, casi llegando a la Plaza Antonio López, encontramos un edificio que se conoce como Casa de Cervantes, en el actual número 2 del Paseo de Colón. La tradición dice que allí vivió Miguel de Cervantes, cuando estuvo en Barcelona, en el 1610.
Originalmente era de planta baja y dos pisos. En el siglo XVIII se le añadieron tres pisos y, en 1945, fue rehabilitada y reconstruida, no quedando nada de aquella que vio en su día Cervantes. Actualmente es un museo dedicado al célebre autor del Quijote.